Por Edi Zunino
A juzgar por los registros oficiales, 1810 empezó tranquilo en Buenos Ayres. Baltazar Hidalgo de Cisneros encabezaba el virreinato desde julio y dirigía el primer “diario de Yrigoyen” de nuestra historia, La Gazeta de Gobierno, sostenido en dos pilares: los fondos públicos y la única imprenta de la aldea, estatal e instalada en la Casa de los Niños Expósitos. Todo positivo.
Las actas del Cabildo nos hablan de un enero bastante anodino. Algunas ventas de negros por aquí, reclamos testamentarios de unas viudas por allá y un cacique que se presentó a retirar a su hijo, adoptado por el Cabildo, constituían problemas menores. Pero había un lío bárbaro.
El 3 de enero, Cisneros mandó por escrito su primer parte del año a España, describiendo un preocupante estado de “fermentación” y el desparramo de “especies sediciosas contra el gobierno de que públicamente se habla en los cafés y tertulias”, por lo cual decidió “establecer un juzgado de vigilancia” dedicado a “cortar aquel pernicioso cáncer”. Por los conspirativos chismes terminó siendo acusado Francisco Xavier Argerich, dueño de una conocida escuela donde estudiaron, entre otros, el pequeño Juan Manuel de Rosas. Argerich se “fugó antes que se le averiguase y persiguiese”.
Mientras escribía esta carta, Cisneros le ordenaba al general Nieto que se fuera con mil hombres para desbaratar un foco revolucionario en La Paz, comandado por Pedro Domingo Murillo, quien terminó ahorcado junto a sus principales seguidores. Del otro lado del Atántico, Napoleón Bonaparte copó la Corte de Sevilla, consolidó en el trono español a su hermano José y se divorció de Josefina porque la señora estaba menopáusica y no podía darle un heredero.
Sin dar cuenta de nada de esto, la vieja Gazeta salió por última vez el 9 de enero, mientras Cisneros autorizaba a uno de sus más brillantes funcionarios, Manuel Belgrano, a que editara El Correo de Comercio, con el mismo financiamiento y la misma imprenta. Acaso un poco delarruizado, Cisneros no percibió que lo distinto eran las intenciones.
En las primeras ediciones de El Correo, el castizo Belgrano dedicó largas parrafadas a la difusión de las que serían tres ideas-fuerza de quienes, en mayo, formarían la Primera Junta: unidad territorial y política para desarrollar una nación; estadísticas serias, para conocer las bases en que debía sentarse; y libertad de prensa, para evitar que a los gobernantes se les fuera la mano.
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano dixit:
•“Procurando indagar en la historia de los pueblos la causa de la extinción de su existencia política, en vano las hemos buscado en la falta de religión, en sus malas instituciones y leyes, en el abuso de autoridad de los gobernantes, en la corrupción de las costumbres y demás. Después de un maduro examen de la reflexión más detenida, hemos venido a inferir que cada uno de aquellos motivos, y todos juntos, no han sido más que concausas, o mejor diremos, los antecedentes que han producido la única, la principal, en una palabra, la desunión.”
•“Ignoramos la superficie del territorio y su extensión, el estado de la agricultura, las producciones animales, minerales y vegetales que nos presenta la naturaleza, la población que tenemos, de la que ni aún logramos de los nacidos y muertos... Dónde vamos a parar si no hemos de apuntar cuanto es necesario saberse para formar los planos estadísticos de nuestro Virreinato. (...) Que sepan los habitantes de este suelo que las noticias que se les solicitan, lejos de ser para perjudicarlos, como ignorantemente lo han creído algunos, no tienen otras miras que las del bien general. Que no se arredren de comunicarlas y desechen los vanos temores de que son para imponerles gabelas y causar extorsiones.”
• “Sólo pueden oponerse a la libertad de prensa los que gusten mandar despóticamente y que aunque se conozca no se les puede decir; o los que sean tontos, que no conociendo los males del gobierno no sufren los tormentos de los que los conocen y no los pueden remediar por falta de autoridad; o los muy tímidos que se asustan con el coco de la libertad, y no están fijos y seguros en los principios que la deben hacer tan amable y útil.”
De Belgrano a Moreno (a este Moreno, Guillermo Moreno, emblema de las malas estadísticas, la confrontación como método y el copamiento de Papel Prensa como última obsesión) han pasado doscientos años exactos y un millón de despelotes, incluido el que hoy nos ocupa y que, por despotismo, tontería o flojera, se pretende embellecer.
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