Por Nelson Castro
“Aquí se vive un clima tremendo”. Así resumen varios funcionarios del Poder Ejecutivo el ambiente que se percibe dentro del gobierno nacional. Para muchos de ellos es una situación, por momentos, irrespirable. Nadie puede hablar directamente con el matrimonio presidencial. Pero lo peor es que tampoco nadie se anima a hablar mucho.
En el mundo de Néstor y Cristina Kirchner todo es unilateral.
No se debate con los ministros. A ellos se les comunican órdenes que deben ser cumplidas a pie juntilla. Están obligados, en la mayoría de los casos, a decir en público cosas que, en privado, no sólo no comparten sino que, por el contrario, critican.
Todo ello en medio de un nivel de improvisación y mal trato que hace más complicada la gestión del día a día. Así pues, la navegación en las bravías aguas del poder es causa de desasosiego permanente.
Arturo Valenzuela llegó al país como enviado especial a la región de Barack Obama. Valenzuela es un hombre que tiene un muy buen conocimiento de América latina.
Se desempeñó, entre otras cosas, como subsecretario de Estado adjunto para América latina durante la gestión del ex presidente Bill Clinton. Su viaje a estas latitudes lo llevó, además de la Argentina, a Chile, Brasil y Paraguay. Aquí Valenzuela se encontró con varios hechos que lo sorprendieron y lo desorientaron, hechos que compartió con un interlocutor que supo ser miembro del gobierno de los Kirchner en un encuentro en la sede de la Embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires.
Lo primero que manifestó Valenzuela fue cómo explicar en Washington que la Presidenta, quién supo abrir las puertas de su despacho para recibir efusivamente al embajador Thomas Shannon, cuando era secretario asistente de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental del entonces presidente George W. Bush, y que no haya hecho lo mismo con el enviado de Obama.
Después expresó cómo explicar que la autoridad nacional de mayor rango que lo recibió fue el vicepresidente de la República, con quien el enfrentamiento de la Dra. Fernández de Kirchner no tiene solución. Siguió luego preguntándose cómo explicar a sus superiores que no haya podido tener acceso a dialogar con algún funcionario capaz de precisar los objetivos de la política exterior del actual gobierno.
En esa reunión en la embajada, el diplomático estadounidense dio detalles de la conversación telefónica que mantuvieron la Presidenta y Obama. La conversación fue definida como traumática y poco constructiva.
Finalmente apareció el tema de la seguridad jurídica, que es un asunto que preocupa no sólo a las empresas norteamericanas, sino también a muchas otras, entre las que hay varias nacionales.
Ante esta manifestación, que Valenzuela reiteró en una rueda de prensa, los Kirchner enfurecieron, por lo que ordenaron salir a responder al jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, al ministro del Interior, Florencio Randazzo y al ministro de Justicia, Julio Alak. A ellos se sumó, el ex presidente en funciones.
Dos apuntes sobre esas respuestas: uno, sobre la de Néstor Kirchner, quién habló de la inseguridad jurídica que acarreó la crisis financiera originada en los Estados Unidos. En eso tuvo razón; sin embargo olvidó señalar que los orígenes de ese desastre estuvieron en el gobierno de Bush y no en el de Obama quien, por el contrario, fue muy crítico de la fenomenal falta de controles y de la corrupción que llevaron a la debacle de la cual el mundo comienza a recuperarse de a poco; el segundo error es la estrategia que pretende desplegar el gobierno para presentar a Valenzuela como alguien que se corta solo y cuyos dichos no tienen peso en la Casa Blanca.
Quien piense eso estará cometiendo no sólo un groserísimo error de apreciación sino también demostrando un desconocimiento descomunal del funcionamiento del poder político en Washington.
Valenzuela es un hombre de mucho peso dentro de la administración de Obama, quien defendió fuertemente su confirmación como subsecretario de Estado adjunto para América latina por parte del Congreso estadounidense, la que estuvo frenada por muchos meses como consecuencia de la oposición obstinada de los legisladores republicanos.
Como consecuencia de todo este embrollo, las relaciones entre el gobierno de los Kirchner y el de Obama seguirán transitando por la era del hielo. El presidente de los Estados Unidos continuará frecuentando el diálogo personal con el presidente de Brasil, Luis Ignacio “Lula” da Silva, y con la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, y nadie de su entorno pensará ni le aconsejará marcar el número de la Casa Rosada.
En este contexto, los buenos augurios que la economía mundial va presagiando para el año 2010 tendrán en nuestro país –que, justo es reconocerlo, aguantó bastante bien el vendaval– un efecto menor al que vaya a producirse en otros países de la región.
Chile, Uruguay y Brasil representan realidades políticas mucho más atractivas que las que exhibe la Argentina en el presente y las que se proyectan en el futuro inmediato.
La disputa creciente que ha aflorado esta semana entre el gobierno y el Poder Judicial es un elemento más de ese universo de confrontación constante que generan los Kirchner. “Es una muestra de temor”, reconoce un funcionario que habita la Casa Rosada.
Es que para el matrimonio presidencial, acostumbrado a gobernar con una concepción que se acerca más a la idea de la suma del poder público que a la división de poderes que establece nuestra Constitución Nacional, están sucediendo cosas a las que no estaban habituados. Una de ellas es la pérdida de la mayoría en ambas Cámaras del Congreso. La otra es lo que está aconteciendo en la Justicia.
El episodio de desobediencia a un juez de la Nación protagonizado por el jefe de Gabinete es grave. En un país con buena calidad institucional, a ningún funcionario se le hubiera ocurrido algo así, ya que su destino habría sido la destitución.
Tan grave e insostenible fue la conducta de Aníbal Fernández al ordenar a la policía no acatar la orden de franquearle el paso para acceder a la sede de la Asociación Argentina de Aeronavegantes al magistrado a cargo del juzgado laboral N° 56, Dr. José Sudera –quien actuó resguardando la independencia y potestad de su investidura y, en cumplimiento de lo que indican las normas, hizo la correspondiente denuncia penal– que alguna autoridad del Gobierno lo obligó a salir a dar una explicación para justificar su aberrante determinación. Por supuesto que, como no podía ser de otra manera, la explicación que dio el jefe de Gabinete fue de una inconsistencia total.
Otro de los temores judiciales del matrimonio presidencial tiene que ver con la aplicación de la Ley de Medios.
El tema va a llegar a la Corte Suprema de Justicia indefectiblemente. Mientras tanto, la medida cautelar dispuesta por el juez en lo Civil y Comercial, Eduardo Carbone, acerca de la posible inconstitucionalidad de los artículos 41 y 161, forman parte de algunas de las objeciones particulares que durante el debate de la Ley presentaron varios legisladores no oficialistas que acompañaron al gobierno y la votaron en general.
De todos estos temas judiciales, los que hoy más preocupan al matrimonio presidencial son la investigación sobre su espectacular enriquecimiento y el de la libertad sindical.
Para los Kirchner, el asunto de la libertad sindical tiene un alto voltaje político.
En el universo creciente de apoyos que flaquean, el de Hugo Moyano es, para el matrimonio presidencial, fundamental. La contradicción que esto genera dentro de sectores del Gobierno es mucha ya que varios de sus funcionarios supieron ser defensores de la libertad sindical. Uno de ellos, según consta en varias de sus declaraciones públicas, es el ministro de Trabajo, Carlos Tomada.
La investigación del aumento patrimonial de los Kirchner los complica. La imposibilidad de dar una explicación clara y la intención de apurar un sobreseimiento antes de fin de año no hacen más que generar sospechas.
Son las mismas sospechas que genera el apuro por cubrir los juzgados federales vacantes con postulantes que, durante sus exámenes destinados a evaluar sus conocimientos del Derecho, han incurrido en conductas indecorosas que fueron denunciadas penalmente.
En el Poder Judicial estos hechos se vienen siguiendo con mucha atención y preocupación, ya que se los considera un verdadero escándalo. Estos aspirantes, en vez de ser eliminados del próximo paso de selección, han sido habilitados para presentarse.
De ser nombrados, la suspicacia de una búsqueda de protección judicial por parte del matrimonio presidencial surgiría al instante.
La búsqueda de protección judicial a través de la designación de magistrados afines al poder ha sido un mal de varios gobiernos. El caso reciente paradigmático es el de Carlos Menem.
Los Kirchner, que son abogados, deberían aprender de la historia que no hay peor juez que el juez oficialista; un juez así hoy seguramente los defenderá con el mismo celo, empeño y fervor con el que, el día que no tengan más el poder, los perseguirá.
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