martes, 22 de diciembre de 2009

El fallo de Oyarbide degrada la imagen del Poder Judicial y descoloca a la Corte

Por Guillermo Cherashny


Resulta inexplicable la celeridad con que el juez federal Oyarbide dictó el sobreseimiento del matrimonio Kirchner por enriquecimiento ilícito cuando, en general, las causas sobre este delito duran años por chicanas y cajoneos. En el caso de los Kirchner ya tienen tres sobreseimientos, dos de ellos no apelados por el fiscal federal Eduardo Taiano.

Es justamente este fiscal quien tiene la oportunidad de que la causa no se cierre si apela el sobreseimiento, pero hasta ahora no se sabe qué conducta tomará, aunque el adagio dice "no hay dos sin tres”, pero hay otro que señala: "la tercera es la vencida".


De todas formas, el ex camarista federal Gabriel Cavallo señala que, si no se toma declaración a los imputados, la cosa juzgada no tiene efecto y se puede revisar la causa y se los puede condenar y también a los funcionarios judiciales actuantes.

Con los Kirchner en decadencia no se entiende la celeridad de Oyarbide, que tomó extensas declaraciones a los imputados en la mafia de los medicamentos y en la causa de las escuchas telefónicas en la Ciudad de Buenos Aires aplicó medidas rigurosas.


En los ambientes políticos se comenta que Oyarbide se suicidó políticamente y debe tener montado un estudio jurídico propio, ya que será la primera cabeza que rodará en el futuro.

De este modo, Kirchner va arrastrando en su caída a todos los que están -de un modo u otro- comprometidos con él. Les exige que sacrifiquen hasta la última gota de su prestigio y los somete a la condena social, que es prólogo de futuras investigaciones judiciales.

Los demás jueces federales, todos con carpetas que comprometen a figuras del gobierno, ya empezarían a imaginarse que el teléfono sonará en cualquier momento sugiriendo un rápido sobreseimiento al estilo Oyarbide.

El método de la pistola en la cabeza

En estos momentos, la Corte Suprema está dando señales de intentar tomar distancia de la sistemática política de demolición del Estado de Derecho que lleva adelante el gobierno. El fallo de Oyarbide degrada la imagen del Poder Judicial y descoloca a la Corte que, si bien no tiene relación alguna con el tema, debe poner la cara en nombre de todos los jueces.

Cuando Oyarbide se trasladó a Olivos para conversar con los Kirchner y luego dio un trato privilegiado al contador de aquéllos, Víctor Manzanares, estaba preparando el camino para este fallo.

Teniendo en cuenta el estilo K, la decisión del juez de cerrar la causa tendría que ver con fuertes presiones.

La extorsión a los magistrados en función de cuestiones que hacen estrictamente a la vida privada sería una de las armas del arsenal de Olivos. Una forma de tomar de rehenes a los que les toca controlar al poder. La obsesión de NCK por las escuchas telefónicas también tendría que ver con todo esto.

Ahora se puede decir que, para que haya justicia, estamos en manos de Dios o de Taiano. Así estamos los argentinos.

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