martes, 29 de diciembre de 2009

¿Cobos presidente, Solá vice y De Narváez gobernador?

Por Edi Zunino

Eduardo Duhalde quiere ser como Julio César.

¿Un emperador autocrático capaz de terminar con la República gracias a la adoración de su pueblo?

Si bien no habría que descartar la idea (de mambos por el estilo está plagada la historia nacional, aun la más reciente), mejor bajemos un cambio y aclaremos: por ahora no hablo de Cayo Julio César (100-44 a.C.), el que cautivó a Cleopatra, sino de Julio César Falcioni, el que obró el milagro de sacar campeón a su adorado Banfield.

Duhalde también lleva al Taladro en el corazón.

Y taladrar sabe. Nadie puede negarle tal habilidad.Cobos-Solá, ¿el verdadero juego de Duhalde?

En apariencia, Duhalde se ha lanzado de cabeza a competir por la presidencia de la Nación en 2011, un año político que comenzará este viernes, cuando todos brindemos por lo mejor para 2010.

Pero ya se sabe: nada hay más engañoso que las apariencias. Y los políticos son expertos en parecer lo que en verdad no son.

¿Por qué creer que Duhalde, el mismo Duhalde que prometió retirarse de la política electoral cuando los Kirchner volaban con viento de cola, será lo que hoy asegura que será: candidato?

Suena tan bravucona como coherente su idea de que “quien puso al loco debe sacarlo”. Pero ningún político sabe como Duhalde que las cosas no suelen funcionar así.

Recuerden cuando Chacho Alvarez convenció a Fernando de la Rúa de que contratara a Domingo Felipe Cavallo como ministro para sacarnos de la convertibilidad, porque él la había inventado con Carlos Menem y eso alcanzaba para creer que era el único en condiciones de desatar el nudo.

Terminó siendo Duhalde quien lo hizo, en medio de un inolvidable despelote y bajo promesa de que quien había depositado dólares recibiría dólares. Está bien: por lo menos dejamos de recibir patacones. Y festejamos ese córner.

Lo que está haciendo Duhalde es exhibirse como el único DT con chapa para proponerle a la oposición un juego más efectivo que vistoso, sacarla del vestuario y darle un campeonato.

Duhalde acaba de proponer un equipo. Roberto Lavagna no será el “Pelado” Silva, pero parece Lionel Messi al lado de Graciela Camaño de Barrionuevo o Alfredo Atanasof, personajes con quienes nadie en sus cabales pensaría en armar un medio campo ganador.

Por ahora, Duhalde asusta más de lo que juega. La única promesa que debería tomársele literalmente es la de extirpar a Néstor Kirchner del PJ bonaerense, aparato indispensable para pelear cualquier elección. Al menos para hacérsela perder a otro. O arrinconarlo contra su arco.

Dijo bien Duhalde, cuando dijo ayer: “Acá los partidos políticos no funcionan”.

Ver el match desde afuera durante un tiempo le permitió apreciar la chiquitez de cada uno, para lanzarse al ruedo a plantearles una táctica pechadora. Un dream team de “unidad nacional”, donde “no importa tanto quién gane” como “ponernos de acuerdo en cinco o seis temas centrales y comprometernos a cumplirlos por un plazo largo”.

Alguien a quien Duhalde conoce muy bien, el también lomense Osvaldo Mércuri, acaba de hacer punta con una idea que ronda el marote duhaldista pero aún no es oficial. Propuso que, en base a un “gran acuerdo nacional” similar al “pacto de La Moncloa argentino que plantea Duhalde”, empecemos a pensar en Julio Cobos presidente, con Felipe Solá de vice y el “Colorado” De Narváez como gobernador provincial.

Es demasiado temprano para hablar de ciertas cosas. Los radicales aún no salen de su berenjenal ni los peronistas anti K de su bolsa de gatos (donde, según reza la tradición justicialista, se reproducen a los gritos).

Lo cierto es que los radicales, desesperados por no repetir la experiencia delarruista, ya ni sueñan con gobernabilidad alguna al margen de algún acuerdo sólido con algún sector del peronismo. Del otro lado del espejo, y temiendo que los Kirchner abandonen el poder con algún predicamento piquetero y sindical, ningún peronista piensa el futuro al margen de algún acuerdo sólido con la UCR oficial.

El asunto es que, en política, nadie pacta nada sin generarse antes las chances de imponerle condiciones al nuevo socio. En eso andan casi todos hoy en día. Empezando por Duhalde, que corre con ventaja.

Si esta mañana hubiera elecciones, todo indica que Cobos sería el elegido. Al vice lo aterroriza la posibilidad de lograrlo sólo apoyado por una UCR a la que no volverá Elisa Carrió ni acaso tampoco Margarita Stolbizer, con lo que quede del kirchnerismo en contra y con el PJ no kirchnerista y el centroizquierda al filo del orsái.

El lanzamiento de Duhalde se parece más a una apertura del libro de pases que a una pretemporada. Los desestabiliza a todos sacudiendo su candidatura con una mano, pero ofreciendo la otra.

Prefiere ser Falcioni.

Siente que ya vivió la puñalada de Bruto por la espalda.

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Los bigotudos Fernández ahora están en veredas opuestas

Por Alfredo Leuco

En los pasillos de la política argentina Alberto es uno solo. Comparte apellido, bigote y en su momento espada de defensa mediática del kirchnerismo con Aníbal, el actual jefe de gabinete. Los bigotudos Fernández ahora están en veredas opuestas.

Alberto dice que fue una barbaridad lo que Aníbal hizo cuando se negó a acatar la orden judicial de enviar la policía al gremio de los Aeronavegantes.

Aníbal es más descarnado en el lenguaje. Siempre lo fue. A sus amigos les dijo directamente que Alberto es empleado de Clarín. Los más fieles escuderos del matrimonio presidencial aseguran que Alberto es un traidor. Que los abandonó cuando el barco empezaba a hundirse. Néstor no lo puede ni ver. Cristina no lo quiso ver nunca más desde que se fue. Es como si Alberto hubiera recibido de su propia medicina.

Él también dividió al mundo entre kirchneristas y traidores y cuando fue jefe de gabinete se mostraba como cordero ante los medios pero ejecutaba las órdenes del lobo feroz sin que le temblara la mano ni el bigote. Le aplican tan a rajatabla el mismo sistema que le escucharon una conversación con Cobos y el salió a denunciar esa ilegalidad que los del gobierno consideran pan de todos los días.

Tal vez por eso, ahora Alberto dijo que Néstor Kirchner quiere volver al poder de cualquier modo. Y que es muy mala la opción para los peronistas entre Kirchner y Duhalde. Dijo que son candidaturas movidas por el odio. Alberto lo debe saber muy bien ya que fue dirigente de gran confianza de ambos. Tesorero, nada menos, de la campaña de Eduardo Duhalde y mano derecha de Néstor y Cristina durante muchos años.

No es la primera vez que lo hace. Alberto ya se había despegado antes de otros jefes impresentables. Integró una lista de Domingo Cavallo en compañía con la defensora de Videla, Elena Cruz y fue funcionario del gobierno de Carlos Menem.

Todo en nombre del movimiento, de la patria y al final de los hombres. Ahora está buscando la compañía de gente joven con prestigio social como el gobernador Juan Manuel Urtubey o el ex recaudador Santiago Montoya porque el resto de los candidatos le parecen salidos del túnel del tiempo. Cuando le preguntaron por las candidaturas de Menem y Duhalde fue a fondo. “No puede ser que los peronistas estemos obligados a elegir entre Drácula y Frankenstein.”

La pregunta es desde que lugar lo dice Alberto Fernández. Si metafóricamente los otros son Drácula y Frankenstein, él puede asimilarse a algún monje negro de la historia.

¿O Alberto se creerá que despues de todo lo que hizo alguien se creerá que se trata de aquella pequeña niña de los inocentes cuentos infantiles que andaba por las praderas suizas proclamando valores y respeto por la naturaleza?

Pregunto: ¿Alguien creerá que Alberto es Heidi?


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lunes, 28 de diciembre de 2009

No existen las comidas gratis en Olivos

Por Hugo E. Grimaldi

"No existen las comidas gratis" es una expresión sajona que usan habitualmente empresarios y economistas para referir que todas las invitaciones a comer son interesadas y que tienen el costo de acceder o de decir que no a lo que se les van a pedir en ellas.En cuanto a la cena que ofreció el martes pasado la presidenta de la Nación a un grupo de sesenta hombres de negocios en Olivos, habría que discernir si no se han dado vuelta por una vez los términos de la ecuación para saber quién terminará finalmente pagando sus efectos esta vez, si los invitados o el Gobierno o, mucho peor, si les tocará una vez más hacerlo a los consumidores y contribuyentes, vía precios, tarifas o impuestos.

Cuentan los asistentes que esa noche, Cristina Fernández se paseó radiante, mesa por mesa, en medio del ágape al cual no asistieron ni las entidades del campo ni los nuevos adversarios de la cúpula de la Unión Industrial Argentina, Héctor Méndez.

Muchos de los presentes han comentado que la anfitriona buscó agradar, seducir, convencer: "díganme a mí lo que les pasa" resultó ser el mensaje, a la hora de abrirles una línea directa y casi maternal a su corazón. En ese sentido, el "no se lo cuenten a la prensa" puede resultar una interpretación subliminal y bastante probable del pedido presidencial.

"Creer o no creer" ha sido seguramente el dilema que se les ha planteado a los sesenta hombres y mujeres de negocios de empresas casi todas nacionales y de todo tamaño que asistieron a la tenida, a partir de que se retiraron de la Quinta el miércoles de madrugada y se preguntaron hasta dónde llegarán las promesas y hasta cuándo se manifestará el romance abierto por la Presidenta antes de la Nochebuena.

Sobre todo porque unas horas antes, Néstor Kirchner había desparramado como contrapeso del glamour presidencial una serie de mensajes contradictorios, vociferando desde un palco consignas que las barras recibieron al grito de "Patria o muerte".

Esa tarde, mientras Cristina preparaba su discurso, destinado a recrear la alianza con parte de la burguesía nacional tan cara al afecto de los Kirchner y pedir inversiones, su esposo -también presente en la reunión- señalaba en un acto en Vicente López que el 28 de junio "no fue una derrota", mientras añadía a los gritos que "los crispados no somos nosotros; los crispados son ellos", en alusión al Grupo Clarín.

Estos son los contrapesos de siempre del kirchnerismo, los que siguen metiendo en el freezer la confianza de quienes tienen que tomar decisiones de inversión.

Por eso, al mejor estilo de las reglas de juego que enmarca aquella expresión sobre quién pagará de verdad esa comida, la mayor parte de los asistentes procesó el carisma presidencial desplegado esa noche con ánimo de creer, pero con la desconfianza implícita en la historia del matrimonio.

En todo caso, buena parte de los asistentes ha intuido que la degustación no será gratuita para el kirchnerismo, ya que olfatean que se les han levantado al grupo de los elegidos ciertas barreras sólo porque hoy por hoy el Gobierno necesita dinero de dos colores: financiamiento de corto plazo e inversiones que modifiquen la chatura productiva y que generen empleo. Ha comenzado la campaña por la reelección de 2011, sostienen.

En general, a todos los presentes en Olivos la ocasión les ha venido como anillo al dedo para observar el grado de vulnerabilidad que tienen por estas horas los Kirchner, producto del cambio en la composición del Congreso y de su divorcio con la sociedad.

Los empresarios más audaces, los de trato frecuente con el kirchnerismo desde sus comienzos, saben que probablemente les ha vuelto a llegar la hora de sacarle, quizás, el último jugo a esta gestión. Los demás han ido a mostrarse para prometer sin prometer. En tanto, los críticos por izquierda, intuyen que, en su debilidad, el Gobierno se ha entregado de pies y manos.

Igualmente, todo resulta muy contradictorio, ya que unas horas antes de la cena, un Comunicado de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) le pidió al Gobierno una vez más reglas de juego estables y respeto a la actividad privada, algo que no se desechó en Olivos, aunque la Presidenta lo matizó por el lado de la acción complementaria entre el Estado y los privados.

Los hombres de negocios saben que hay financiamiento para la Argentina, pero a un costo de dos dígitos que razonablemente no se quiere pagar, lo que ha motivado el manotazo a las reservas y saben también que mientras la Presidenta pide desesperadamente inversiones, hace inflar de modo permanente el consumo del mercado interno.

Mucho ruido y pocas nueces para un fin de año difícil, con demasiadas pujas entre poderes y la manifestación evidente de la falta de vigor del Gobierno y su necesidad de retomar la iniciativa para evitar que le empiecen a ocupar los espacios.

El manotazo a las reservas, la extensión de las facilidades de pago impositivas y la más que amable reunión de Olivos han marcado claramente quién está corriendo por estas horas detrás de quién.

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Justicia Social y Libertad Por Alfredo Leuco

Los Kirchner no están en contra del capitalismo

Por Pepe Eliaschev


Padecen de una debilidad, pero no la ven como tal. Creen que es solo una circunstancia. Le dan el carácter de anécdota. Gajes del oficio, la llaman a su indigencia. Peor aún, murmuran es-lo-que-hay, en tono casi inaudible. Ponen los ojos en blanco, como implorando caridad. ¿La merecen?
.
Véase, como mero ejemplo, la foto de la agencia Efe publicada el martes 22 por un matutino, junto a una crónica titulada “El Gobierno ratificó su apoyo a la industria automotriz” sobre la presentación de Amarok, una camioneta de la alemana Volkswagen, ensamblada en la Argentina.El presidente local de VW, Viktor Klima, un empresario de Austria, cuyo gobierno encabezó de 1997 a 2000, comparte algo más que sus dos K con el matrimonio presidencial.

La foto lo muestra en una actitud que, de tan empalagosamente cortesana, es mortificante para el decoro. Ante una Cristina Kirchner entre divertida y asombrada, Herr Klima se agacha, toma la mano derecha de la Presidenta y se la besa. ¿Viejas costumbres de la fulgurante e hipócrita Mittel Europa? Tal vez. Pero además, el empresario europeo le dijo a Cristina en el acto en la planta de General Pacheco: “estoy convencido de que usted es tan talentosa como su marido para traernos buena suerte”.

¿Qué necesidad había de tanta obsecuencia? Los empresarios que hacen negocios en la Argentina fueron puestos a parir desde 2003. Según el relato oficial del kirchnerismo, para la casa que gobierna hace ya seis años y medio, de marzo de 1976 a abril de 2003 sufrimos sin interrupciones “el neoliberalismo” y las empresas fueron dueñas y señoras de la Argentina. No hace distingos la mitología oficial. No diferencia a Martínez de Hoz de Sourrouille, ni a Cavallo de Lavagna. El tiempo nuevo habría empezado con Kirchner en la Casa Rosada, pautado por una fiera y digna actitud de rigor y energía con empresas y empresarios. ¿Fue así?

En estos 79 meses no han faltado zafarranchos y batallas tangibles, durante las cuales el Gobierno maltrató crudamente a la burguesía no amiga, a la vez que mantuvo bien dulce al capital-kirchnerismo realmente existente.

A Shell la tuvieron contra las cuerdas y le mandaron piquetes para bloquearla, como hoy los sufre Esso. A Techint le facturaron de todo, desde su inicial acercamiento a Lavagna hasta sus negocios globales, en particular la venezolana Sidor, estatizada por Chávez. Las cementeras, como Loma Negra, maltratadas por el camionero Moyano, no sólo no recibieron comprensión y justicia neutral, sino una actitud abiertamente adversa de la cartera laboral, que convalidaba los desmanes. Algo similar le pasó a Kraft, fábrica de alimentos, donde el gremialismo peronista fue desbordado por la militancia de extrema izquierda.

El Gobierno nunca dejó de hostilizar a las compañías periódicamente mortificadas por demandas exorbitantes o aprietes extorsivos. Cabinas de peaje copadas en unas autopistas cuyos concesionarios deben seguir cobrando precios ridículamente bajos, hasta generar el derrumbe de la ahora intervenida Autopistas del Sol.

Subterráneos paralizados ante la pasividad del Estado porque trabajadores de Metrovías (empresa del grupo Roggio) desean un sindicato propio, demanda legítima que, sin embargo, pretenden consumar martirizando pasajeros y, de paso, debilitando las arcas de quien les paga el salario.

Distribuidoras de electricidad y gas impedidas de actualizar tarifas que atrasan cinco años. Una cadena de supermercados, Coto, que ya en el arranque del kirchnerismo fue bruscamente disciplinada cuando su dueño admitió que había inflación en la Argentina, algo que Olivos tipificó como intento de golpe de Estado.

Proveedores de salud cuyas tarifas son dibujadas primitivamente por el secretario de Comercio con secas instrucciones telefónicas, porque Moreno no firma nada por escrito.

No ha sido un gobierno totalmente anti empresas. La comida que la noche del martes les ofreció el matrimonio presidencial a los empresarios pretendía exhibir cordialidad con el poder capitalista.

Es que los Kirchner no están en contra del capitalismo. Para ellos, y por eso invitaron a Daniel Hadad a Olivos, capitalistas aceptables son quienes someten sus negocios a las decisiones oficiales.

Estaban también YPF, Edenor, Telecom, Aluar, Elea, IRSA, Aeropuertos, Banco Macro, Techint, Bagó, Arcor y Pan American, entre otros. Hasta La Nación, condenada por los Kirchner a los vituperios más primitivos, fue invitada al banquete.No es sencillo diferenciarlos inequívocamente. Hacer negocios significó siempre en la Argentina concesiones al poder y rapiña al Estado. Ahora también, pero más que nunca. Hay que pertenecer. Dado ese paso, los Kirchner nunca interpondrían reparos ideológicos.

Eso diferencia al austriaco Klima del argentino Aranguren, intrépido director de Shell en este país. Admirado y hasta envidiado por su coraje y frontalidad, se parece poco a un patrón argentino típico. Sus colegas lo miran con inquieta debilidad, pero jamás se animarían a copiarlo. Tal vez no sean tan edulcorados y excesivos como Klima, a quien los Kirchner le traen buena suerte, pero tampoco objetarán explícitamente lo que –en cambio– condenan vitriólicamente cuando hablan off the record.

Aflojan desde su debilidad, se agachan con presunto pragmatismo, sin advertir que así agravan su anorexia corporativa. No terminan de comprender estos burgueses intrépidamente oportunistas que son cada vez más vulnerables. Cada renunciamiento los hace menos fuertes. Cada obsecuencia menos respetados, más visiblemente rehenes de sus enérgicos y exigentes secuestradores. ¿Síndrome de Estocolmo? No lo creo. En los secuestros, el abducido padece, al menos inicialmente, una violación indeseada, hasta que luego y, eventualmente, captores y cautivos se enamoren. No sucede aquí eso.

El síndrome de la Argentina es más penoso, un mecanismo de medio pelo. Besan las manos de sus alimentadores, convencidos de que el vasallaje es un rápido camino a la prosperidad. Pero son vulnerables, no hay vuelta que darle. Ya se irá viendo.


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1. Candidaturas testimoniales, voz de las urnas y ciudadanía.

El de las candidaturas testimoniales ha sido uno de los episodios más bochornosos desde que se inició la nueva etapa democrática el 10 de diciembre de 1983. La mala idea le perteneció exclusivamente a Néstor Kirchner, y la complicidad a muchos otros funcionarios del oficialismo que creyeron, y aún creen, que la única forma de mantener su poder es la obsecuencia ciega hacia el matrimonio presidencial.

A la cabeza de ellos estuvo y está Daniel Scioli; copartícipes fueron también Sergio Massa y Nacha Guevara. Una dosis no menor de responsabilidad –en realidad debería decirse de irresponsabilidad– en la concreción del engendro de las candidaturas testimoniales les correspondió a aquellos jueces que, amparados en criterios leguleyos, ni siquiera emitieron pronunciamientos de advertencia contra quienes, con total premeditación y alevosía, no tuvieron ningún inconveniente en perpetrar este acto que constituyó una flagrante burla al voto popular, piedra basal de la vida en democracia.

Algo para elogiar, sin embargo: aunque desoído por el Gobierno y algunos sectores de la oposición, el resultado de las elecciones del 28 de junio fue un mensaje claro para toda la dirigencia política.

La ciudadanía no le dio el poder absoluto a nadie. Lo distribuyó casi matemáticamente de forma tal que todos dependan de todos y así, se vean obligados a dialogar y a consensuar posiciones en los asuntos clave que importan a la vida de la sociedad argentina. Al tiempo, la intervención activa de la ciudadanía independiente –que es mayoría– fue un gesto importante que generó una mayor participación, hecho que derivó en una mejor fiscalización de los comicios, instancia esencial para garantizar su transparencia.

2. La inseguridad, problema real y deuda de toda la dirigencia.

El año se va con una larga lista conocida, y otra desconocida que es aún más extensa, de víctimas de robos y asesinatos. Este ha sido otro año en el que la falta de una política de Estado coherente y racional ha llevado a seguir repitiendo errores; como consecuencia de ello, el núcleo del problema sigue sin ser abordado de una manera eficaz.

La principal causa del delito es la marginalidad producida por la exclusión social. A ello hay que agregarles la corrupción política, la corrupción judicial y la corrupción policial, y completarlo con el consumo de drogas y los negocios clandestinos para tener una idea de la complejidad del asunto.

Esto, que es archiconocido, se ha transformado en un asunto casi inasible tanto para el oficialismo como para la oposición. La negativa del Gobierno nacional a asumir su cuota de responsabilidad en la búsqueda de soluciones, así como también su actitud de creer que éste es un problema que no le compete, ha hecho y seguirá haciendo todo mucho más difícil.

3. Corrupción ostensible y constante tensión entre Ejecutivo y Judicial. Mal de difícil erradicación en la Argentina, los episodios de corrupción siguen siendo múltiples y afectan a todos los estamentos del poder.

De ese universo de vergüenza, los casos más resonantes fueron: los vuelos en avión particular del secretario de Transporte Ricardo Jaime y su familia; el irresuelto caso de la valija de Guido Alejandro Antonini Wilson (el video mostrándolo en la Casa Rosada terminó con la mentira del Gobierno, que no sólo negaba ese hecho sino también el nivel político de quienes se sirvieron del valijero para traer al país un dinero de dudoso origen e incierto destino); la mafia de los medicamentos; el espectacular nivel de enriquecimiento del matrimonio presidencial y todas las dudas que el hecho ha planteado, y que de ninguna manera ha aclarado el sobreseimiento inauditamente veloz que, dictó, a manera de regalo de Navidad, el juez federal Norberto Oyarbide, a quien, por otra parte, los Kirchner desprecian.

En línea con lo expuesto, es preciso puntualizar hechos ominosos y totalmente a contrarios al concepto de república: el episodio de desobediencia al juez en lo laboral José Sudera protagonizado por el doctor Aníbal Fernández; los temores de muchos jueces que se sienten amedrentados en el desempeño de su cargo por el accionar intimidatorio de algunos integrantes del Consejo de la Magistratura que pertenecen al oficialismo; la falta de cumplimiento por parte del gobierno de Santa Cruz de la orden emanada de la Corte Suprema de reponer en su cargo al fiscal Eduardo Sosa, injustamente desplazado por el entonces gobernador Néstor Kirchner.

4. O no hay diálogo entre Gobierno y oposición o todos están sordos.

Este es uno de los grandes males del presente político de la Argentina. Tras la derrota electoral del 28 de junio, la convocatoria que hizo la Presidenta al diálogo político generó expectativas favorables y trajo algo de alivio al clima de crispación que en forma permanente genera el Gobierno al que, con varias de sus respuestas, se suman algunos opositores.

La mayoría de la dirigencia de la oposición aceptó la invitación y sólo una minoría rehusó asistir, acusando al Gobierno de armar con todo eso un mecanismo de distracción destinado a ganar tiempo y recuperar parte del terreno perdido tras el resultado de los comicios. Lamentablemente los hechos les dieron la razón a estos últimos.

El diálogo nunca funcionó y, visto lo ocurrido en la última sesión de la Cámara de Diputados, en la que Néstor Kirchner se encargó de destruir todos los acuerdos entre los jefes de bloques opositores y del oficialismo, es altamente probable que todo siga igual.

5. El dengue y la gripe A, flagelos manipulados por la política.

Estos dos episodios desnudaron el dilema psicológico político que afecta al matrimonio presidencial, quienes trataron tanto al dengue como a la gripe A como si fueran asuntos de campaña electoral y no de índole primariamente sanitaria. Por eso se los minimizó.

Contra esto luchó la hoy ex ministra de Salud, Graciela Ocaña, quien tuvo que ponerse firme para evitar que se despidiera al director el hospital de Charata, Chaco, que se atrevió a denunciar la calamitosa situación sanitaria de la zona y el impacto producido por el mal en la población.

Algo similar sucedió con la gripe A. Hay que recordar que la licenciada Ocaña recibió sugerencias para que limitara al mínimo la información sobre el tema. No fue sino hasta el 29 de junio, un día después de las elecciones, que el Gobierno se puso a la cabeza de la emergencia sanitaria generada por esta afección.

A esa altura, la confusión existente, a la que también contribuyeron algunos medios de comunicación, generó un estado de incertidumbre que paralizó a buena parte de la sociedad.

6. El poder como factor de extorsión y reparto de prebendas.

Una de las características de la Argentina son sus contradicciones. Por ejemplo: nuestro país se declara como una república federal, pero en los hechos las cosas son exactamente opuestas.

Un caso paradigmático es el de la coparticipación federal, ya que –a través de ella– la Nación se apropia de buena parte de los ingresos fiscales originados en cada una de las provincias, a los que se los redistribuye a discreción y antojo del poderoso de turno.

Así es, entonces, como los Kirchner vienen utilizando esta caja como un instrumento de extorsión para someter y cooptar las voluntades de gobernadores, intendentes y legisladores. El último caso resonante lo protagonizó el flamante gobernador de Corrientes, Ricardo Colombi.

7. Oportunidades perdidas para mejorar leyes de impacto.

Ese ítem está representado tanto por la Ley de Medios como por la Ley de Reforma Política. Son instrumentos que exigen consensos amplios que aseguren su perdurabilidad. Esos consensos faltaron.

En la Ley de Medios, el enfrentamiento entre el Gobierno y Clarín dio pie a una situación de bipolaridad –según la que si se criticaba algún aspecto de la Ley se estaba con Clarín y si se la elogiaba se estaba al servicio del Gobierno– que impidió que los aportes de muchas voces que reconocían la necesidad de la Ley, así como también muchas de sus buenas propuestas y que le criticaban algunos puntos específicos, se perdieran en el medio de la furia de pasiones que envolvió a todo el trámite legislativo.

A este cuestionable panorama debe agregarse la amenaza de vetocracia, anunciada tanto por el jefe del bloque de diputados del Frente para la Victoria, Agustín Rossi, como por el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y ejecutada ya por la Presidenta con el veto a dos artículos de la Ley de Reforma Política. Es la respuesta gubernamental a la nueva composición del Congreso. ¡Inquietante!







8. Los increíbles errores y horrores en el gobierno de Mauricio Macri.

Comenzaron con la decisión de forzar a Gabriela Michetti a renunciar a su cargo de vicejefa de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para competir por una diputación nacional en las elecciones del 28 de junio; siguieron con la designación del cuestionado comisario Jorge “Fino” Palacios como jefe de la Policía Metropolitana –quien se vio forzado a renunciar luego del escándalo de las escuchas telefónicas del agente de la SIDE y miembro de la Policía Federal Ciro James, a quien Palacios conocía– y terminaron con la desafortunada designación de Abel Posse, un intelectual de larga trayectoria en el peronismo conocido por sus posturas provocadoras, al frente del Ministerio de Educación de la Ciudad, al que acaba de renunciar hace unos días en el medio de una verdadera revulsión tanto fuera como dentro del PRO.

9. La amortiguación de la crisis: una a favor, pero con nubes.

El año 2009 abrió con grandes temores sobre los efectos negativos que pudiera tener sobre la economía de nuestro país la monumental crisis financiera iniciada en los Estados Unidos y esparcida por el mundo. La Argentina demostró tener capacidad para capear el temporal. No hubo catástrofe ni colapso, a pesar de lo cual la precariedad de la realidad económico-social de los sectores más desprotegidos los dejó rápidamente en la pobreza y la exclusión.

Sin embargo, la continuidad de Guillermo Moreno en la Secretaría de Comercio enturbia lo logrado: la mayoría de los funcionarios del Gobierno hablan pestes de este hombre que ha fracasado en casi todas sus acciones cargadas, casi permanentemente, de un tinte intimidatorio ordenado por el matrimonio presidencial que, por eso mismo, defiende al funcionario contra viento y marea.



El año del Bicentenario, 2010, está a la mano. ¡Cuán importante sería que, tanto quienes ejercen el poder como los que aspiran a ejercerlo bucearan un poco en la historia y releyeran las cosas que se decían de la Argentina hace un siglo!

Se darán cuenta, entonces, de la frustración que estos últimos cien años han significado para nuestra Nación. Tal vez así puedan comprender la dimensión épica que demandará la tarea de recuperar la esperanza de hacer de nuestro país un lugar de promisión “para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.

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domingo, 27 de diciembre de 2009

Kirchner y Duhalde, dueños de un pobre juicio social

Dos ex presidentes que perdieron elecciones monopolizan la pelea en el peronismo. Exhiben además las debilidades partidarias. Todo, mientras el Gobierno de Cristina continúa con un rumbo errático. Si esa realidad se prolonga los planes opositores seguirán viento en popa.


Por Eduardo van der Kooy


Eduardo Duhalde puede haberle hecho a Julio Cobos el mejor regalo navideño que, tal vez, ni siquiera estén en aptitud de superar la magia de los Reyes que llegan cuando despunta enero.

El lanzamiento prematuro de la candidatura del ex presidente para el 2011 estaría demostrando, por lo menos, dos cosas: la debilidad del peronismo sometido al liderazgo férreo pero decadente de Néstor Kirchner; la ausencia de una clase dirigente capaz de fomentar una renovación, como acontenció luego de 1983 cuando Raúl Alfonsín propinó la primera derrota electoral de la historia al PJ.

La postulación de Duhalde, salvo quizás a Kirchner, no habría caído en principio nada bien en el casposo partido oficial. Ese malestar se incubó por múltiples razones: la vieja promesa del caudillo bonaerense de no volver a la política del poder; el ninguneo a varios dirigentes de primera línea que venían conversando con él; el indisimulado peso de las cuestiones personales y rencores contra el matrimonio presidencial por encima de los planes que apunten al enderezamiento de la Argentina.

Felipe Solá trató vanamente de convencerlo para que frenara su decisión. "Es un retroceso para el peronismo, Eduardo", le aconsejó. Alberto Fernández, el ex jefe de Gabinete del Gobierno, se encontró con un hombre de lenguaje duro, por momentos iracundo, malquistado con el eterno silencio de Carlos Reutemann y con la vaporosidad del gobernador de Salta, Juan Manuel Urutubey, crítico de los Kirchner pero que ha frecuentado Olivos las últimas semanas.

Como Solá, Alberto Fernández también pretendió detener a Duhalde. Pero el ex presidente pudo haber sido víctima del virus de la épica que acompaña este largo proceso de los Kirchner: "Hay que matar al caníbal", soltó el caudillo. El caníbal es ahora , a juicio suyo, Kirchner. Hasta hace pocas semanas lo apodaba simplemente "el loco". El ex jefe de Gabinete quedó convencido después de aquel diálogo que el destino del peronismo estaría en este trance en las peores manos.

El kirchnerismo es lo que se ve. Una tropa donde sobresalen, amén del matrimonio, Hugo Moyano, Guillermo Moreno, Luis D'Elía y, desde hace algún tiempo, Aníbal Fernández, el jefe de Gabinete. En un segundo plano atisba el viejo aparato del PJ bonaerense. Una maquinaria que empieza a disgregarse, según quedó en evidencia durante la cumbre partidaria que comandó Kirchner.

¿Qué representaría hoy el duhaldismo? Un compilado de ideas imprecisas que el ex presidente amontonó en los años de ocio, en ocasionales contactos con politólogos y sociólogos locales y extranjeros y en conversaciones con algunos mandatarios, en especial Lula da Silva. Un maquillaje que parecería desmoronarse cuando Duhalde aparece en público entornado por algunos dirigentes que se suponían ocultos en un sarcófago.

¿Le alcanzará a Kirchner con lo poquito que tiene para atreverse a pelear por la sucesión de Cristina? ¿Podrá Duhalde sólo con el reconocido recuerdo de su dificilísima gestión en la crisis presentar batalla seria? No hay halagos a la vista para ese par de hombres: según una encuesta nacional de la consultora Management & Fit, sobre 1.497 casos, los dos ex presidentes tienen los grados de aceptación social más bajos, compartidos con Cristina, que oscilan entre el 17% y el 20%.

Bien por encima de ellos figuran casi todos los que tendrían expectativas en el PJ. Francisco De Narváez, Reutemann, Solá y Daniel Scioli. Incluso Fernando Solanas asoma con muy buenos índices de aceptación, si se lo considerara potable para la geografía peronista.

Kirchner sigue empeñado en forzar las situaciones. En alguna época esa fórmula le arrojó buenos resultados. Pero ya no. Apenas una decena de intendentes del conurbano lo siguieron en el congreso del PJ bonaerense que consagró jefe distrital a su delfín, el diputado José María Díaz Bancalari.

Le fue peor en Santa Fe. La provincia que gobierna el socialismo tiene alrededor de 150 intendentes del PJ. Sesenta se animaron a firmar una solicitada de bienvenida al ex presidente para un acto que realizó en Rosario el 14 de diciembre. Pero al mitin asistieron sólo cuatro. La mayoría de aquellos intendentes reportan a Reutemann.

Kirchner tiene una seria desvantaja política respecto de Duhalde. Esa desventaja es el Gobierno que comparte con Cristina. La gestión anda a los bandazos en el intento desesperado por recuperar cuotas de confianza domésticas e internacionales. La Presidenta hizo un esfuerzo para congraciarse con los empresarios más poderosos del país, pero a esos empresarios los acechan las dudas sobre lo sucedido hasta ahora.

El Gobierno metió mano en las reservas del Banco Central para crear un Fondo del Bicentenario y asegurar el pago de los vencimientos externos en el 2010. La señal enfiló a desmostrar voluntad política, aunque exhibió también que el esqueleto de la economía no está tan sólido como pregona el matrimonio. Los observadores económicos internacionales marcan un punto capaz de hacer añicos la tarea de la reconstrucción de la confianza: Cristina arriba a la mitad de su mandato con un 20% menos de reservas respecto del 2007. En esos años, además, no se empezó a dar solución a varios de los problemas estructurales que acucian a la Argentina.

Todo eso, sin embargo, constituye un paisaje conocido. Pero ese paisaje se viene enrareciendo por otras malas pinceladas. La tensión del Gobierno con la Corte Suprema y otras instancias del Poder Judicial. La instalación de la corrupción en el poder como un problema cotidiano.

Kirchner estaba obsesionado por sacarlo de la escena. Sobre todo quería que la causa por supuesto enriquecimiento personal desapareciera. No va a desaparecer, porque la propia desarticulación política del oficialismo lo impedirá. Esas cosas vuelven en el país a la vuelta de cada esquina. Pero el juez Norberto Oyarbide le tendió una mano al matrimonio cuando la semana pasada dictó el sobreseimiento.

Oyarbide fue, desde siempre, un juez controvertido. Zafó por milagro en el 2001 de un juicio político. En los últimos tiempos acumuló causas de muchas resonancia, desde el espionaje que enredó a Mauricio Macri hasta la mafia de los remedios, que terminó con el legendario sindicalista Juan José Zanola entre rejas.

Esa decisión produjo y produce todavía conmoción. Le repuso a Oyarbide una dosis de credibilidad circunstancial de la que carecía que le permitió disparar el rápido sobreseímiento al matrimonio presidencial. ¿Acaso un cambio de favores?

La pregunta encierra sólo una conjetura. Pero nunca fueron conjeturas los encuentros reservados que Oyarbide mantuvo en los últimos tiempos con Juan Carlos Fábrega. Se trata del gerente general del Banco Nación, mendocino y bodeguero, que trabó relación primero con Julio De Vido y luego con Kirchner. Fábrega siguió personalmente la causa sobre supuesto enriquecimiento ilícito. Podría tener desde enero una recompensa: la presidencia del Banco Nación. La actual titular, Mercedes Marcó del Pont, habría dejado de contar con las simpatías de Cristina y de Kirchner.

Duhalde no sufre ninguno de esos problemas del poder, pero sufre los problemas de alguien que pasó varios años cerca del llano. No tiene la influencia que tuvo. Tampoco en el territorio bonaerense. Cada pequeño armado político le cuesta un perú.

Los hipotéticos presidenciables del PJ lo tratan en privado, varios lo aprecian, pero prefieren no mostrarse en público junto a él. El caso más notorio es el de Reutemann: el senador está harto de las presiones del ex presidente y de su esposa, Chiche. Y no le movió un pelo su lanzamiento.

Nunca se sabe el contenido de la introvertida personalidad del ex corredor. Pero los pocos que hablan con él dicen que dijo que el tema de su postulación presidencial no está, para nada, terminado.

Duhalde antes de lanzarse habló por teléfono con Cobos. El vicepresidente lo habría alentado a ese lanzamiento. La ecuación en su cabeza es sencilla: en el peronismo se acentuarán las peleas internas y las caras visibles de este tiempo serán Kirchner y Duhalde, dueños de un pobre juicio social; Mauricio Macri derrapa con sus escandaletes y su administración política; De Narváez quiere todo -¿la gobernación de Buenos Aires, la Presidencia?- pero no sabe por donde empezar. Su vínculo con Solá parece definitivamente roto.

El mayor dilema lo tiene el vicepresidente ahora en sus vecindades y no afuera. Ha recompuesto bien con el radicalismo que lo expulsó en el 2007. Logró un acercamiento con Margarita Stolbizer. Pero Elisa Carrió se alza como un obstáculo insalvable y el socialista Hermes Binner como un enigma. Carrió ha ganado moderación: lo refleja su relación renovada con Solá. Pero Cobos es para ella un límite a ese afán moderador.

El vicepresidente sabe que el 2010 será un año de refriegas con los Kirchner. Cada estocada del matrimonio le eleva la ponderación en el imaginario colectivo. Piensa seguir en su cargo hasta el inicio del 2011. Haciendo lo que hizo desde que aquel voto no positivo en el conflicto con el campo lo catapultó: palabras y gestos políticamente correctos. Aguardando también los imponderables golpes de la fortuna.

La suerte, sin dudas, ayuda. Pero la historia fresca de la política argentina enseña que, por sí misma, no decide ni es determinante.

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sábado, 26 de diciembre de 2009

La verborragia maníaca y la hiperpresencia de los Kirchner

Dijo Groucho Marx: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnostico falso y después aplicar los remedios equivocados”.


Por Alfredo Leuco

"Argentina no es Colombia”, dijo Néstor Kirchner a un milímetro de provocar un chisporroteo diplomático. “Vamos a luchar contra el narcotráfico… Pero la batalla a fondo va a ser contra todos los narcos, ¿eh?”, completó con una pausa teatral y subrayando el concepto “contra todos”.

La Jotapé recargada no dejaba de cantar al son de los redoblantes: “Soy argentino / soy soldado del Pingüino”. Enardecido y nostálgico de su juventud, Néstor Kirchner mostró muchas de sus cartas en los pliegues de sus discursos ante la agrupación fundada por su hijo, La Cámpora, en la Biblioteca Nacional y en Vicente López, durante el plenario del Movimiento Evita, que conduce Emilio Pérsico.


¿A quien se refería Néstor Kirchner con eso de “contra todos los narcos, eh”? Los camporistas lo tomaron para el lado de Eduardo Duhalde, en simultáneo con lo que Luis D’Elía expresó a la salida del despacho de la jueza María Servini de Cubría después de haber sido condenado a pagar una multa de 6 mil pesos por haber acusado a Duhalde de lo mismo que lo acusó minutos después: “Seré un gladiador sin cuartel para exterminar el flagelo de la droga y tengo la plena convicción de que Duhalde es un narcotraficante”.

Los "evitistas" interpretaron que el tiro por elevación de Kirchner había sido contra Héctor Magnetto. Es que el diputado por Buenos Aires y ex presidente por Santa Cruz no apeló a los eufemismos aquella noche: “Queremos que la Justicia avance en la investigación de un proceso de lavado de dinero donde está involucrado el señor Magnetto. Si les hubiéramos dado Telecom, estaría todo bien con nosotros”.

Los muchachos, entre las banderas rojinegras y la iconografía setentista y ante el asentimiento de Néstor, corearon: “Se va a acabar, se va a morir, el monopolio de Clarín”. El grupo mediático sospecha que Kirchner se refirió a una denuncia de Hernán Arbizu, “un banquero que se fugó rumbo a Nueva York con una lista de supuestos depositantes argentinos en el JP Morgan”.

El delicado y mortal tema del narcotráfico también está clavado en la columna vertebral de las relaciones comerciales entre el Gobierno, algunos gremios y los aportes a la campaña de Cristina.

Un jerarca sindical socio del kirchnerismo como Juan José Zanola seguirá preso durante un tiempo; su horizonte es tormentoso a medida que se acerca 2011 y el matrimonio K va perdiendo parte de su capacidad de presión. Los temores que esa situación despierta quedaron marcados en el trato de buen compañero y de “inocente hasta que se demuestre lo contrario” que le dio a Zanola su colega Antonio Caló, líder de la UOM y uno de los hombres mas próximos a Néstor Kirchner.

Andrés Meiszner, titular del RENAR e integrante de la flamante agrupación Casa Peronista-Aníbal Fernández Conducción, en lugar de refugiarse en un escueto comunicado debería ofrecer una conferencia de prensa y responder todos los interrogantes que surgen del permiso de portación para casi un centenar de armas que en un momento tuvo Martín Lanatta.

¿A nadie le pareció extraño? ¿Cuántas personas en la Argentina están autorizadas a portar tantas armas? ¿A qué se dedican? ¿Cómo se ganan la vida? ¿Qué extraña relación hay entre los aportantes directos e indirectos al Frente para la Victoria donde aparecen personajes como Martín Magallanes, el suicidado Ariel Vilán, el asesinado Sebastián Forza y Néstor Lorenzo, “el Yabrán de los medicamentos” según Graciela Ocaña.

Tiembla El Calafate cada vez que se especula hasta dónde puede salpicar la investigación si se concreta el llamado a declaración indagatoria a Héctor Capaccioli y Sebastián Gramajo, tesoreros porteños del riñón político de Alberto Fernández.

Quienes conocen la ausencia de culpa de los Kirchner temen que ante la desesperación puedan tirar abajo del camión a Alberto y responsabilizarlo de todos los males terrenales. Los más salvajes alientan esa posibilidad argumentando que se trata de un traidor como tantos. Los más racionales aseguran que una guerra de carpetas hasta hoy secretas dejaría al Gobierno colgado de un pincel.

El kirchnerismo está convencido de que no hizo las cosas mal. Que padeció y padece una campaña de difamación de la “derecha mediática” y que por eso parte de los millones de ciudadanos que los castigaron en las urnas votaron equivocadamente, creyendo algo que Néstor y Cristina no son.

En el máximo arrebato autocrítico suelen decir, otra vez, que no es malo lo que hicieron pero que, tal vez, fue malo cómo lo comunicaron. Por eso saltaron los tapones de Enrique Albistur, Miguel Núñez y Martín Granovsky y no los de los ministros que ejecutaron o pusieron la cara por las medidas tomadas. El ascenso a primera de Alfredo Scoccimarro y la incorporación a préstamo por dos años del joven y talentoso publicista Maximiliano López parecen haber parido los primeros cambios.

Cristina se muestra santa y republicana, administradora eficaz (en cada anuncio aclara que no se trata de la suerte ni del viento de cola, que todo es por su capacidad de gestión) y Néstor sigue ametrallando adversarios desde las tribunas partidarias.

Cristina muestra su recibo de sueldo y bromea con los periodistas. Dice que su sueldo limpio de 16 mil pesos “tampoco son 40 millones, un director de escuela de mi provincia gana más o menos eso, yo no cobro aguinaldo y hasta Kirchner, que está ahí y no hace nada, gana el doble”. La verborragia maníaca y la hiperpresencia a veces se convierte en una trampa para la Presidenta.

El pudor de barrio indica que “no se debe contar plata delante de los pobres”. Además, estuvo a un paso de recordar en la memoria colectiva aquellas tristes declaraciones de Domingo Cavallo cuando dijo que necesitaba 10 mil dólares por mes para vivir. No se trata de utilizar como argumento feroz a desocupados ni indigentes. No se trata de pedirle a Cristina un comportamiento demagógico, pero hoy la mitad de los argentinos que tienen la suerte de trabajar gana menos de 1.600 pesos.

Tal vez con la entrega del comprobante salarial y el silencio hubiera salido mejor parada de la situación. Es bienvenida su teoría de que “los ruidos de las protestas y los conflictos sindicales y sociales son ruidos propios de la democracia y son mil veces preferibles a los silencios de las dictaduras”. Para el trabajo y la mirada cuestionadora que está en el ADN del periodismo corren las mismas reglas. El ruido de un periodista investigando o criticando al poder también nutre a la democracia más que las omisiones o el ocultamiento que suelen hacer los medios paraoficiales.

Es positivo que la Presidenta se muestre en pleno ejercicio de su gobierno y que intente extirpar de su discurso cualquier concepto agresivo. Divisón del trabajo. El rol de castigador de los enemigos queda reservado exclusivamente a Néstor. Ya sea para darle como en bolsa a Arturo Valenzuela, “último pasajero del viaje al Obama peronista que hizo lo mismo que Néstor”, o para ordenar que a la cena de empresarios ni se les ocurra invitar a Héctor Méndez, Cristiano Rattazzi, Héctor Magnetto y demás “herejes”.

En el reparto de roles y cachetazos, a Hugo Moyano le toca atender al vicepresidente de la Nación, Julio Cobos. En 24 horas lo comparó con la travesti Zulma Lobato y con un “che pibe” sin dignidad. Que alguien que navega hace mucho por los últimos puestos de la tabla de posiciones de la imagen positiva y a punto de irse al descenso junto a Guillermo Moreno sea el encargado de esmerilar a quien encabeza la intención de voto desde la 125 es una inexplicable cabriola que suma sólo restas.

Como si fuera poco, la Nochebuena trajo malas nuevas para los Kirchner. No porque el lanzamiento de Eduardo Duhalde elimine de inmediato el alto nivel de rechazo que tienen los dos últimos ex presidentes de la Nación. Pero polariza ferozmente la pelea en el peronismo en general y en el bonaerense en particular.

Son dos pesos pesados que obligan al resto a tomar posiciones. Los gobernadores Mario Das Neves, Alberto Rodríguez Saá y Juan Manuel Urtubey van a despotricar con razón, igual que Felipe Solá, contra esa urgencia de decir de qué lado están. Pero van a tener que explicar a quién prefieren, más allá de que tal vez ninguno sea candidato a presidente.

La principal táctica de Duhalde (que pelotea su discurso con Eliseo Verón) es convocar a todos los argentinos a votar contra Néstor Kirchner en las internas abiertas y obligatorias de agosto de 2011. “Yo me encargo de llevarme al loco porque yo lo traje, pero ustedes me tienen que ayudar”, les dijo Duhalde a los intendentes que le prometieron apoyo más adelante, cuando no estén a tiro de la caja K.

Néstor Kirchner tiene una astucia y una voluntad casi sin antecedentes. Su nuevo lema es “Ni me retiro ni me rindo. Nos quieren demonizar y proscribir”, y les promete a los intendentes que si lo acompañan en 2011 “van a seguir profundizando el modelo”. Este es, precisamente, el punto conflictivo que los barones del Conurbano no se atreven a decirle de frente a Néstor. Que el problema no es la política ni el modelo económico. Que el problema es él y el nivel de resistencia que su figura despertó en amplios sectores de la población, que manifiestan su hartazgo y sus deseos de cambios.

Como se ve, no es nada navideño el espíritu que envuelve a la política de estas horas. Las acusaciones, sobre todo dentro del peronismo, han puesto el listón más alto. No conformes con descalificaciones paraideológicas como gorilas, destituyentes, trostko-leninistas, fascistas y stalinistas, ahora se han potenciado las denuncias sobre mafias y narcotraficantes.

Los expedientes judiciales son cada vez más utilizados como armas arrojadizas y eso convierte a los jueces en ángeles o demonios, según quién sea la víctima o el victimario. Son fuertes las versiones de que Norberto Oyarbide estuvo en Olivos y acordó garantizar tranquilidad al matrimonio, pero seguir la tempestad contra Zanola y Ricardo Jaime.

Fue una exageración de la ironía periodística premiar a Néstor Kirchner como “el empresario del año”, debido a que su genio financiero le permitió aumentar en 158% su patrimonio sólo en 365 días, conseguir intereses inéditos para sus colocaciones a plazo fijo en dólares y en pesos o por el pago de alquileres en medio del tsunami financiero internacional. Y encima, en sus ratos libres ayudó a su esposa a gobernar el país.

Esa actitud erosiona la credibilidad judicial hasta límites peligrosos. Ya se sabe por cuál ventana sale la política cuando entra por la puerta de los Tribunales. Muchos protagonistas centrales todavía no tienen delineado quiénes serán sus aliados, pero no tienen dudas acerca de quiénes son y serán sus enemigos.

Noche sin paz y sin amor, pero con un arbolito cargado de presentes griegos y de una enfermedad demasiado argentina: sólo tenemos muy claro lo que no queremos. O lo que odiamos. La palabra pública se devaluó en el medio de la belicosidad y en cualquier encuesta seria puede verse cómo repercute en la caída de la imagen positiva de casi todos los referentes políticos, de la Justicia y de los medios de comunicación en general.

Una luz de alerta debería poner freno a tanto misil dialéctico y recordar que la tragedia de 2001, entre otras cosas, puede explicarse como la ruptura de todos los contratos simbólicos de representación que llevaron directo a esa nefasta expresión del “que se vayan todos”.


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jueves, 24 de diciembre de 2009

Aníbal Fernández hombre clave de los Kirchner

Por Eduardo Van der Kooy

Aníbal Fernández ha quedado bajo una tormenta política casi perfecta. La oposición embiste sobre él con dos pedidos de juicio político. Uno lo impulsó Elisa Carrió cuando el jefe de Gabinete se negó a acatar el fallo de la jueza Beatriz Ferdman, en el pleito aún vigente en el gremio de aeronavegantes. El otro es una novedad que aportaron dirigentes bonaerenses de la Coalición Cívica, ligada con uno de los detenidos en Quilmes por la mafia de los remedios.

No son aquellos los únicos datos del mal clima que acecha al jefe de Gabinete. Hay una tensión que no cede con la Corte Suprema y existe un desencanto subterráneo en integrantes del gabinete de Cristina Fernández por el desprejuicio con que invade los espacios del poder oficial. Aníbal Fernández ha pasado a ser, después de Néstor y Cristina Kirchner, la voz y el rostro público del Gobierno que más se expone.

El nudo mayor de todo el conflicto es, sin dudas, su desencuentro con la Justicia. Han salido a la luz ahora viejos rencores: son los que Aníbal Fernández cultivó con los jueces de la Corte cuando pasó por el Ministerio de Justicia y Seguridad. Hubo en ese tiempo un trato formal, pero los jueces padecieron en varias ocasiones la falta de tacto del jefe de ministros. Aníbal Fernández trazó buena parte de su trayectoria chapoteando en la política bonaerense o intimando con policías rasos o comisarios. El mundo de la Justicia suele se otra cosa.

No se vuelve fácil, allí, de una palabra desmesurada. El jefe de Gabinete telefoneó días atrás a Carmen Argibay, luego de haber declarado que el fallo de la jueza sobre el gremio los aeronavegantes era, a su entender, inconstitucional. La mujer lo escuchó, lo saludó fríamente y no le aceptó ninguna disculpa. Argibay insistió el lunes con una opinión irrefutable: "Los fallos se pueden criticar, pero se deben cumplir", advirtió.

El jefe de Gabinete tendría hoy mismo la ocasión de resarcirse. La Cámara Nacional del Trabajo ratificó el fallo de la jueza Ferdman, que obliga a entregar la conducción de aquel sindicato a la Lista Celeste, que responde a la CTA, en contra de la conducción de la Lista Verde, que responde a Alicia Castro, embajadora en Venezuela.

A los jueces de la Corte le sucede lo que a la mayoría de los ciudadanos comunes. No comprenden por qué el jefe de Gabinete actúa de hecho como ministro de Justicia. Julio Alak, el ministro formal, ha preferido reducir su papel al protocolo junto a la Presidenta. Se decidió después de recibir admoniciones nada amigables de Aníbal.

Los tentáculos del jefe de ministros se estiraron incluso sobre el negocio de la televisación del fútbol -cuyos números cerraron en rojo tras el primer torneo- y del manejo de la pauta publicitaria oficial. Hace dos días cayó, por esa razón, el titular de la agencia Télam, Martín Granovsky. Antes se había retirado José Albistur.

Aníbal Fernández ha consolidado su alianza interna con Julio De Vido y con el nuevo jefe de Medios, Alfredo Scoccimarro. Es decir, se metió de lleno en el esqueleto político que responde a Kirchner.

Aníbal F. fue el único funcionario que recibió al enviado de Obama, Arturo Valenzuela. Fue también el que lideró la lluvia de críticas al estadounidense después que señalara fallas en la Argentina sobre la seguridad jurídica.

Encabeza, además, la disputa entre el Gobierno y los medios. Ayer informó que serán apelados los tres fallos en contra de la ley de medios. Sostuvo que en ellos se notarían "groserías". Llama la atención su versación sobre el Derecho: se recibió de abogado hace apenas unos años. Su profesión original es la de contador.

Alguna fuentes indican que el protagonismo del jefe de Gabinete acerca de la ley de medios excedió el plano de la discusión jurídica. Se habría trasladado también a la calle. Punteros de su confianza en Quilmes se habrían encargado, tiempo atrás, de las pegatinas y graffitis que aparecieron en la ciudad atacando a los medios y a varios de sus empresarios.

Esa fidelidad lo ha convertido en hombre clave de los Kirchner. Fidelidad que labró desde los primeros partidos de fútbol en Olivos y que tuvo su bautismo en la jefatura de Gabinete: desde allí supo distanciarse de su protector político, el ex jefe de Gabinete Alberto Fernández.

Aníbal figura ya, según todos los sondeos, entre las figuras más impopulares del Gobierno, a la par de Guillermo Moreno, el secretario de Comercio.

Esa impopularidad, su incondicionalidad y las críticas opositoras son ahora un reaseguro para su permanencia. Aunque, casi con certeza, el futuro difícilmente le vaya a sonreír.


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El problema central de la política argentina

Por Ernesto Tenembaum

El jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, Aníbal Fernández, había desafiado al ministro de Educación de Mauricio Macri, Abel Posse, a debatir por televisión.

Este último recogió el guante y aceptó el convite. Sin embargo, desde ese momento, no hubo noticias del desarrollo de los acontecimientos. Y ahora vienen las fiestas. Jingle Bells. Navidad llegó. I wish you a merry Christmas. Próspero año nuevo y todo eso. Entonces seguro que no habrá tiempo para ese especie de posta de Yatasto.

Realmente una pena.

Porque en ese debate hubiera estado representado, como en un cuadro, una metáfora o una metonimia –palabra que últimamente usa el jefe de Gabinete sin demasiada precisión– el problema central de la política argentina.

De un lado, un ministro de Educación con ideas entre cavernícolas y fascistas, que combate contra los trosko-leninistas-gramscianos-y-guevaristas y también contra los rockeros. Palabras más, palabras menos, los editorialistas del diario La Nación.

Del otro, un jefe de gabinete que fue menemista y duhaldista y pierrista, y puntero del golpeado, miserable y violento conurbano, que desapareció de los lugares que solía frecuentar ante una orden de detención de la Justicia y que ahora cierra filas con la Policía Federal para que no se investiguen los graves casos de violación a los derechos humanos que la involucran.

En fin, se trataría de dos personas que se sienten dueñas de la verdad y que por un pelito, no han caído del mismo lado del mostrador (de hecho, el ex ladero de Fernández hasta hace unos meses es ahora el referente en Quilmes de De Narváez, o sea que ya casi son parientes, todos los puentes están tendidos).

Hay veces que el ruido en este país se hace ensordecedor y quizás en ese debate hubiera quedado patente el desafío que tiene la Argentina para el futuro, esto es, encontrar una alternativa a la trampa, al laberinto que se empieza a preparar para el 2011.

¿Será la continuidad de los personajes como Aníbal Fernández, con sus vínculos con las barras bravas, sus amigos que le dan permiso de portación de armas para personajes rarísimos que terminan asesinados en el Triple Crimen, sus acusaciones contra Pino Solanas por incendiar trenes?

¿O la llegada de una derecha antediluviana, que Mauricio Macri quiso disimular en los últimos años, pero que terminó otra vez expresando con las llegadas de Jorge “El Fino” Palacio, primero, y de Abel Posse, luego, a su gabinete? Encima, no hay que ser demasiado perspicaz para percibir la cercanía a Macri de personajes como Miguel Ángel Toma o Ramón Puerta, no tan diferentes al supuestamente odiado Aníbal Fernández.

Mientras tanto, los seguidores de unos y de otros se encolumnan. Es que Fernández y Posse les vienen bárbaro. A los macristas, al peronismo disidente, a la oposición que odia a Kirchner, Fernández les resulta una bendición del cielo. Maná. Un lugar donde pegar, del cual diferenciarse, para no tener que explicar los propios problemas: la maravilla de ganar sin hacer nada, sólo por contraste.

Y Posse, ¿qué no decir de Posse? Quienes compraron la teoría de que es necesario alinearse con el Gobierno, justificar todo, porque no hay lugar para grises, porque los enemigos son horripilantes, hacen cola para pegarle. El flanco es tan gigantesco que, otra vez, permite evitar temas muy incómodos.

Todos estos años, desde esta columna, hemos expresado una no disimulada envidia por quienes la tienen clara, los que decidieron tomar partido, contra el Gobierno o a favor de él, por las buenas razones de la derecha tradicional o del kirchnerismo, o por odio al contrario, por cuestiones éticas o estéticas, de contenido o de forma, de gusto o disgusto. Deber ser lindo tener un anclaje, una brújula, una toma básica de posición que ordene todo el pensamiento.

Seguro que tranquiliza: como llegar al techo propio.

Ver a Posse y Aníbal juntos hubiera sido una gran reivindicación de la intemperie. De aquellos que se la bancaron sin ceder, o sin ceder demasiado –a cambio de demasiado poco–.

Estaba pensando, por ejemplo, en Claudio Lozano, o en Pino Solanas, o en Víctor De Gennaro. En Alcira Argumedo o en los socialistas de Santa Fe, o en el SI de Eduardo Macaluse y compañía, o en Margarita Stolbizer. O, incluso, en Victoria Donda.

Dirigentes que, con todas las dificultades del mundo, en cada caso intentaron defender su propia agenda sin encolumnarse con personajes, por decirlo de alguna manera, poco defendibles, sin buscar a cada paso el lugar donde calienta el sol. Y se ganaron todos los adjetivos. Porque las personas que se encolumnan, luego adjetivan. Es tan complicado justificar tantas cosas, que más vale adjetivar, insultar, deslizar sospechas, apelar a argumentos morales, para que todo termine pareciendo un gallinero y en el mismo lodo todos manoseados.

Pero no. Las personas que no se alinearon ahora parece que son bastantes. Miren en el Congreso, por ejemplo. Hay un bloque de 25 diputados, casi el diez por ciento de la Cámara. Y serán ahora el fiel de la balanza. Porque ni la oposición más dura –Solá, Carrió, el macrismo, Duhalde– ni el kirchnerismo incondicional podrán aprobar nada sin contar con ellos.

Entonces, es posible que se impulsen investigaciones sobre hechos de corrupción oficial o de violencia policial pero, al mismo tiempo, que se respalden estatizaciones o se impulsen más medidas para realizar la imprescindible transformación social que requiere la Argentina.

O, dicho de otra manera, puede ser –es la Argentina, esto puede fracasar– que el fiel de la balanza sirva para moderar la prepotencia de los empresarios privados y también la de los empresarios que controlan el Estado, que está claro quiénes son, más allá de los discursos y esas cosas que se dicen.

Esos veinticinco seguramente votarían –como votaron entonces sus predecesores– la estatización de las AFJP pero imponiendo serios controles al manejo del dinero, o la ley de medios, pero sin alinearse, rebanando el intento de adueñarse de ellos y los artículos que hacen más débiles hoy su defensa ante la Justicia.

Y, ¿saben qué? Tienen candidatos interesantes. Binner, Stolbizer, De Gennaro, Lozano, Macaluse, Donda, entre otros, son dirigentes medianamente conocidos, respetados, de los que de verdad resisten un archivo. Con lo cual, seguramente, y dado que del otro lado están Aníbal y Abel, muchas personas empiecen a pensar en votarlos.

Seguramente tropezarán varias veces en sus proyectos. Intentarán dividirlos, comprarlos, seducirlos. Apelarán a la extorsión moral, les agitarán fantasmas, los difamarán en los medios.
Y quizá no les alcance para ser gobierno.

Pero si son muchos, como empiezan a ser, podrán defender una agenda y obligar a los poderes sindicales, empresarios burocráticos establecidos a abrir la cabeza, a ceder espacios, a ser mucho más humanos.

Defender una agenda coherente: eso también es pelear por una sociedad más justa y a veces se consiguen desde allí más efectos concretos que desde la conducción del gobierno.


Que todavía no llegó Nochebuena pero, por lo visto, empezamos a brindar temprano.

Como dicen los que saben: “Voy a tomarme el olivo, voy a tomar que tengo sed, voy a tomar agua bendita, voy a beber para creer, voy a tomarme hasta el pelo, mi pelo por favor, con mucho hielo, voy a tomarme hasta los trenes, que no van a venir...”.

Amén.

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