Por Alfredo Leuco
En los pasillos de la política argentina Alberto es uno solo. Comparte apellido, bigote y en su momento espada de defensa mediática del kirchnerismo con Aníbal, el actual jefe de gabinete. Los bigotudos Fernández ahora están en veredas opuestas.
Alberto dice que fue una barbaridad lo que Aníbal hizo cuando se negó a acatar la orden judicial de enviar la policía al gremio de los Aeronavegantes.
Aníbal es más descarnado en el lenguaje. Siempre lo fue. A sus amigos les dijo directamente que Alberto es empleado de Clarín. Los más fieles escuderos del matrimonio presidencial aseguran que Alberto es un traidor. Que los abandonó cuando el barco empezaba a hundirse. Néstor no lo puede ni ver. Cristina no lo quiso ver nunca más desde que se fue. Es como si Alberto hubiera recibido de su propia medicina.
Él también dividió al mundo entre kirchneristas y traidores y cuando fue jefe de gabinete se mostraba como cordero ante los medios pero ejecutaba las órdenes del lobo feroz sin que le temblara la mano ni el bigote. Le aplican tan a rajatabla el mismo sistema que le escucharon una conversación con Cobos y el salió a denunciar esa ilegalidad que los del gobierno consideran pan de todos los días.
Tal vez por eso, ahora Alberto dijo que Néstor Kirchner quiere volver al poder de cualquier modo. Y que es muy mala la opción para los peronistas entre Kirchner y Duhalde. Dijo que son candidaturas movidas por el odio. Alberto lo debe saber muy bien ya que fue dirigente de gran confianza de ambos. Tesorero, nada menos, de la campaña de Eduardo Duhalde y mano derecha de Néstor y Cristina durante muchos años.
No es la primera vez que lo hace. Alberto ya se había despegado antes de otros jefes impresentables. Integró una lista de Domingo Cavallo en compañía con la defensora de Videla, Elena Cruz y fue funcionario del gobierno de Carlos Menem.
Todo en nombre del movimiento, de la patria y al final de los hombres. Ahora está buscando la compañía de gente joven con prestigio social como el gobernador Juan Manuel Urtubey o el ex recaudador Santiago Montoya porque el resto de los candidatos le parecen salidos del túnel del tiempo. Cuando le preguntaron por las candidaturas de Menem y Duhalde fue a fondo. “No puede ser que los peronistas estemos obligados a elegir entre Drácula y Frankenstein.”
La pregunta es desde que lugar lo dice Alberto Fernández. Si metafóricamente los otros son Drácula y Frankenstein, él puede asimilarse a algún monje negro de la historia.
¿O Alberto se creerá que despues de todo lo que hizo alguien se creerá que se trata de aquella pequeña niña de los inocentes cuentos infantiles que andaba por las praderas suizas proclamando valores y respeto por la naturaleza?
Pregunto: ¿Alguien creerá que Alberto es Heidi?
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