Dijo Groucho Marx: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnostico falso y después aplicar los remedios equivocados”.
Por Alfredo Leuco
"Argentina no es Colombia”, dijo Néstor Kirchner a un milímetro de provocar un chisporroteo diplomático. “Vamos a luchar contra el narcotráfico… Pero la batalla a fondo va a ser contra todos los narcos, ¿eh?”, completó con una pausa teatral y subrayando el concepto “contra todos”.
La Jotapé recargada no dejaba de cantar al son de los redoblantes: “Soy argentino / soy soldado del Pingüino”. Enardecido y nostálgico de su juventud, Néstor Kirchner mostró muchas de sus cartas en los pliegues de sus discursos ante la agrupación fundada por su hijo, La Cámpora, en la Biblioteca Nacional y en Vicente López, durante el plenario del Movimiento Evita, que conduce Emilio Pérsico.
¿A quien se refería Néstor Kirchner con eso de “contra todos los narcos, eh”? Los camporistas lo tomaron para el lado de Eduardo Duhalde, en simultáneo con lo que Luis D’Elía expresó a la salida del despacho de la jueza María Servini de Cubría después de haber sido condenado a pagar una multa de 6 mil pesos por haber acusado a Duhalde de lo mismo que lo acusó minutos después: “Seré un gladiador sin cuartel para exterminar el flagelo de la droga y tengo la plena convicción de que Duhalde es un narcotraficante”.
Los "evitistas" interpretaron que el tiro por elevación de Kirchner había sido contra Héctor Magnetto. Es que el diputado por Buenos Aires y ex presidente por Santa Cruz no apeló a los eufemismos aquella noche: “Queremos que la Justicia avance en la investigación de un proceso de lavado de dinero donde está involucrado el señor Magnetto. Si les hubiéramos dado Telecom, estaría todo bien con nosotros”.
Los muchachos, entre las banderas rojinegras y la iconografía setentista y ante el asentimiento de Néstor, corearon: “Se va a acabar, se va a morir, el monopolio de Clarín”. El grupo mediático sospecha que Kirchner se refirió a una denuncia de Hernán Arbizu, “un banquero que se fugó rumbo a Nueva York con una lista de supuestos depositantes argentinos en el JP Morgan”.
El delicado y mortal tema del narcotráfico también está clavado en la columna vertebral de las relaciones comerciales entre el Gobierno, algunos gremios y los aportes a la campaña de Cristina.
Un jerarca sindical socio del kirchnerismo como Juan José Zanola seguirá preso durante un tiempo; su horizonte es tormentoso a medida que se acerca 2011 y el matrimonio K va perdiendo parte de su capacidad de presión. Los temores que esa situación despierta quedaron marcados en el trato de buen compañero y de “inocente hasta que se demuestre lo contrario” que le dio a Zanola su colega Antonio Caló, líder de la UOM y uno de los hombres mas próximos a Néstor Kirchner.
Andrés Meiszner, titular del RENAR e integrante de la flamante agrupación Casa Peronista-Aníbal Fernández Conducción, en lugar de refugiarse en un escueto comunicado debería ofrecer una conferencia de prensa y responder todos los interrogantes que surgen del permiso de portación para casi un centenar de armas que en un momento tuvo Martín Lanatta.
¿A nadie le pareció extraño? ¿Cuántas personas en la Argentina están autorizadas a portar tantas armas? ¿A qué se dedican? ¿Cómo se ganan la vida? ¿Qué extraña relación hay entre los aportantes directos e indirectos al Frente para la Victoria donde aparecen personajes como Martín Magallanes, el suicidado Ariel Vilán, el asesinado Sebastián Forza y Néstor Lorenzo, “el Yabrán de los medicamentos” según Graciela Ocaña.
Tiembla El Calafate cada vez que se especula hasta dónde puede salpicar la investigación si se concreta el llamado a declaración indagatoria a Héctor Capaccioli y Sebastián Gramajo, tesoreros porteños del riñón político de Alberto Fernández.
Quienes conocen la ausencia de culpa de los Kirchner temen que ante la desesperación puedan tirar abajo del camión a Alberto y responsabilizarlo de todos los males terrenales. Los más salvajes alientan esa posibilidad argumentando que se trata de un traidor como tantos. Los más racionales aseguran que una guerra de carpetas hasta hoy secretas dejaría al Gobierno colgado de un pincel.
El kirchnerismo está convencido de que no hizo las cosas mal. Que padeció y padece una campaña de difamación de la “derecha mediática” y que por eso parte de los millones de ciudadanos que los castigaron en las urnas votaron equivocadamente, creyendo algo que Néstor y Cristina no son.
En el máximo arrebato autocrítico suelen decir, otra vez, que no es malo lo que hicieron pero que, tal vez, fue malo cómo lo comunicaron. Por eso saltaron los tapones de Enrique Albistur, Miguel Núñez y Martín Granovsky y no los de los ministros que ejecutaron o pusieron la cara por las medidas tomadas. El ascenso a primera de Alfredo Scoccimarro y la incorporación a préstamo por dos años del joven y talentoso publicista Maximiliano López parecen haber parido los primeros cambios.
Cristina se muestra santa y republicana, administradora eficaz (en cada anuncio aclara que no se trata de la suerte ni del viento de cola, que todo es por su capacidad de gestión) y Néstor sigue ametrallando adversarios desde las tribunas partidarias.
Cristina muestra su recibo de sueldo y bromea con los periodistas. Dice que su sueldo limpio de 16 mil pesos “tampoco son 40 millones, un director de escuela de mi provincia gana más o menos eso, yo no cobro aguinaldo y hasta Kirchner, que está ahí y no hace nada, gana el doble”. La verborragia maníaca y la hiperpresencia a veces se convierte en una trampa para la Presidenta.
El pudor de barrio indica que “no se debe contar plata delante de los pobres”. Además, estuvo a un paso de recordar en la memoria colectiva aquellas tristes declaraciones de Domingo Cavallo cuando dijo que necesitaba 10 mil dólares por mes para vivir. No se trata de utilizar como argumento feroz a desocupados ni indigentes. No se trata de pedirle a Cristina un comportamiento demagógico, pero hoy la mitad de los argentinos que tienen la suerte de trabajar gana menos de 1.600 pesos.
Tal vez con la entrega del comprobante salarial y el silencio hubiera salido mejor parada de la situación. Es bienvenida su teoría de que “los ruidos de las protestas y los conflictos sindicales y sociales son ruidos propios de la democracia y son mil veces preferibles a los silencios de las dictaduras”. Para el trabajo y la mirada cuestionadora que está en el ADN del periodismo corren las mismas reglas. El ruido de un periodista investigando o criticando al poder también nutre a la democracia más que las omisiones o el ocultamiento que suelen hacer los medios paraoficiales.
Es positivo que la Presidenta se muestre en pleno ejercicio de su gobierno y que intente extirpar de su discurso cualquier concepto agresivo. Divisón del trabajo. El rol de castigador de los enemigos queda reservado exclusivamente a Néstor. Ya sea para darle como en bolsa a Arturo Valenzuela, “último pasajero del viaje al Obama peronista que hizo lo mismo que Néstor”, o para ordenar que a la cena de empresarios ni se les ocurra invitar a Héctor Méndez, Cristiano Rattazzi, Héctor Magnetto y demás “herejes”.
En el reparto de roles y cachetazos, a Hugo Moyano le toca atender al vicepresidente de la Nación, Julio Cobos. En 24 horas lo comparó con la travesti Zulma Lobato y con un “che pibe” sin dignidad. Que alguien que navega hace mucho por los últimos puestos de la tabla de posiciones de la imagen positiva y a punto de irse al descenso junto a Guillermo Moreno sea el encargado de esmerilar a quien encabeza la intención de voto desde la 125 es una inexplicable cabriola que suma sólo restas.
Como si fuera poco, la Nochebuena trajo malas nuevas para los Kirchner. No porque el lanzamiento de Eduardo Duhalde elimine de inmediato el alto nivel de rechazo que tienen los dos últimos ex presidentes de la Nación. Pero polariza ferozmente la pelea en el peronismo en general y en el bonaerense en particular.
Son dos pesos pesados que obligan al resto a tomar posiciones. Los gobernadores Mario Das Neves, Alberto Rodríguez Saá y Juan Manuel Urtubey van a despotricar con razón, igual que Felipe Solá, contra esa urgencia de decir de qué lado están. Pero van a tener que explicar a quién prefieren, más allá de que tal vez ninguno sea candidato a presidente.
La principal táctica de Duhalde (que pelotea su discurso con Eliseo Verón) es convocar a todos los argentinos a votar contra Néstor Kirchner en las internas abiertas y obligatorias de agosto de 2011. “Yo me encargo de llevarme al loco porque yo lo traje, pero ustedes me tienen que ayudar”, les dijo Duhalde a los intendentes que le prometieron apoyo más adelante, cuando no estén a tiro de la caja K.
Néstor Kirchner tiene una astucia y una voluntad casi sin antecedentes. Su nuevo lema es “Ni me retiro ni me rindo. Nos quieren demonizar y proscribir”, y les promete a los intendentes que si lo acompañan en 2011 “van a seguir profundizando el modelo”. Este es, precisamente, el punto conflictivo que los barones del Conurbano no se atreven a decirle de frente a Néstor. Que el problema no es la política ni el modelo económico. Que el problema es él y el nivel de resistencia que su figura despertó en amplios sectores de la población, que manifiestan su hartazgo y sus deseos de cambios.
Como se ve, no es nada navideño el espíritu que envuelve a la política de estas horas. Las acusaciones, sobre todo dentro del peronismo, han puesto el listón más alto. No conformes con descalificaciones paraideológicas como gorilas, destituyentes, trostko-leninistas, fascistas y stalinistas, ahora se han potenciado las denuncias sobre mafias y narcotraficantes.
Los expedientes judiciales son cada vez más utilizados como armas arrojadizas y eso convierte a los jueces en ángeles o demonios, según quién sea la víctima o el victimario. Son fuertes las versiones de que Norberto Oyarbide estuvo en Olivos y acordó garantizar tranquilidad al matrimonio, pero seguir la tempestad contra Zanola y Ricardo Jaime.
Fue una exageración de la ironía periodística premiar a Néstor Kirchner como “el empresario del año”, debido a que su genio financiero le permitió aumentar en 158% su patrimonio sólo en 365 días, conseguir intereses inéditos para sus colocaciones a plazo fijo en dólares y en pesos o por el pago de alquileres en medio del tsunami financiero internacional. Y encima, en sus ratos libres ayudó a su esposa a gobernar el país.
Esa actitud erosiona la credibilidad judicial hasta límites peligrosos. Ya se sabe por cuál ventana sale la política cuando entra por la puerta de los Tribunales. Muchos protagonistas centrales todavía no tienen delineado quiénes serán sus aliados, pero no tienen dudas acerca de quiénes son y serán sus enemigos.
Noche sin paz y sin amor, pero con un arbolito cargado de presentes griegos y de una enfermedad demasiado argentina: sólo tenemos muy claro lo que no queremos. O lo que odiamos. La palabra pública se devaluó en el medio de la belicosidad y en cualquier encuesta seria puede verse cómo repercute en la caída de la imagen positiva de casi todos los referentes políticos, de la Justicia y de los medios de comunicación en general.
Una luz de alerta debería poner freno a tanto misil dialéctico y recordar que la tragedia de 2001, entre otras cosas, puede explicarse como la ruptura de todos los contratos simbólicos de representación que llevaron directo a esa nefasta expresión del “que se vayan todos”.
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