Por Eduardo Van der Kooy
Aníbal Fernández ha quedado bajo una tormenta política casi perfecta. La oposición embiste sobre él con dos pedidos de juicio político. Uno lo impulsó Elisa Carrió cuando el jefe de Gabinete se negó a acatar el fallo de la jueza Beatriz Ferdman, en el pleito aún vigente en el gremio de aeronavegantes. El otro es una novedad que aportaron dirigentes bonaerenses de la Coalición Cívica, ligada con uno de los detenidos en Quilmes por la mafia de los remedios.
No son aquellos los únicos datos del mal clima que acecha al jefe de Gabinete. Hay una tensión que no cede con la Corte Suprema y existe un desencanto subterráneo en integrantes del gabinete de Cristina Fernández por el desprejuicio con que invade los espacios del poder oficial. Aníbal Fernández ha pasado a ser, después de Néstor y Cristina Kirchner, la voz y el rostro público del Gobierno que más se expone.
El nudo mayor de todo el conflicto es, sin dudas, su desencuentro con la Justicia. Han salido a la luz ahora viejos rencores: son los que Aníbal Fernández cultivó con los jueces de la Corte cuando pasó por el Ministerio de Justicia y Seguridad. Hubo en ese tiempo un trato formal, pero los jueces padecieron en varias ocasiones la falta de tacto del jefe de ministros. Aníbal Fernández trazó buena parte de su trayectoria chapoteando en la política bonaerense o intimando con policías rasos o comisarios. El mundo de la Justicia suele se otra cosa.
No se vuelve fácil, allí, de una palabra desmesurada. El jefe de Gabinete telefoneó días atrás a Carmen Argibay, luego de haber declarado que el fallo de la jueza sobre el gremio los aeronavegantes era, a su entender, inconstitucional. La mujer lo escuchó, lo saludó fríamente y no le aceptó ninguna disculpa. Argibay insistió el lunes con una opinión irrefutable: "Los fallos se pueden criticar, pero se deben cumplir", advirtió.
El jefe de Gabinete tendría hoy mismo la ocasión de resarcirse. La Cámara Nacional del Trabajo ratificó el fallo de la jueza Ferdman, que obliga a entregar la conducción de aquel sindicato a la Lista Celeste, que responde a la CTA, en contra de la conducción de la Lista Verde, que responde a Alicia Castro, embajadora en Venezuela.
A los jueces de la Corte le sucede lo que a la mayoría de los ciudadanos comunes. No comprenden por qué el jefe de Gabinete actúa de hecho como ministro de Justicia. Julio Alak, el ministro formal, ha preferido reducir su papel al protocolo junto a la Presidenta. Se decidió después de recibir admoniciones nada amigables de Aníbal.
Los tentáculos del jefe de ministros se estiraron incluso sobre el negocio de la televisación del fútbol -cuyos números cerraron en rojo tras el primer torneo- y del manejo de la pauta publicitaria oficial. Hace dos días cayó, por esa razón, el titular de la agencia Télam, Martín Granovsky. Antes se había retirado José Albistur.
Aníbal Fernández ha consolidado su alianza interna con Julio De Vido y con el nuevo jefe de Medios, Alfredo Scoccimarro. Es decir, se metió de lleno en el esqueleto político que responde a Kirchner.
Aníbal F. fue el único funcionario que recibió al enviado de Obama, Arturo Valenzuela. Fue también el que lideró la lluvia de críticas al estadounidense después que señalara fallas en la Argentina sobre la seguridad jurídica.
Encabeza, además, la disputa entre el Gobierno y los medios. Ayer informó que serán apelados los tres fallos en contra de la ley de medios. Sostuvo que en ellos se notarían "groserías". Llama la atención su versación sobre el Derecho: se recibió de abogado hace apenas unos años. Su profesión original es la de contador.
Alguna fuentes indican que el protagonismo del jefe de Gabinete acerca de la ley de medios excedió el plano de la discusión jurídica. Se habría trasladado también a la calle. Punteros de su confianza en Quilmes se habrían encargado, tiempo atrás, de las pegatinas y graffitis que aparecieron en la ciudad atacando a los medios y a varios de sus empresarios.
Esa fidelidad lo ha convertido en hombre clave de los Kirchner. Fidelidad que labró desde los primeros partidos de fútbol en Olivos y que tuvo su bautismo en la jefatura de Gabinete: desde allí supo distanciarse de su protector político, el ex jefe de Gabinete Alberto Fernández.
Aníbal figura ya, según todos los sondeos, entre las figuras más impopulares del Gobierno, a la par de Guillermo Moreno, el secretario de Comercio.
Esa impopularidad, su incondicionalidad y las críticas opositoras son ahora un reaseguro para su permanencia. Aunque, casi con certeza, el futuro difícilmente le vaya a sonreír.
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