
1. Candidaturas testimoniales, voz de las urnas y ciudadanía.
El de las candidaturas testimoniales ha sido uno de los episodios más bochornosos desde que se inició la nueva etapa democrática el 10 de diciembre de 1983. La mala idea le perteneció exclusivamente a Néstor Kirchner, y la complicidad a muchos otros funcionarios del oficialismo que creyeron, y aún creen, que la única forma de mantener su poder es la obsecuencia ciega hacia el matrimonio presidencial.
A la cabeza de ellos estuvo y está Daniel Scioli; copartícipes fueron también Sergio Massa y Nacha Guevara. Una dosis no menor de responsabilidad –en realidad debería decirse de irresponsabilidad– en la concreción del engendro de las candidaturas testimoniales les correspondió a aquellos jueces que, amparados en criterios leguleyos, ni siquiera emitieron pronunciamientos de advertencia contra quienes, con total premeditación y alevosía, no tuvieron ningún inconveniente en perpetrar este acto que constituyó una flagrante burla al voto popular, piedra basal de la vida en democracia.
Algo para elogiar, sin embargo: aunque desoído por el Gobierno y algunos sectores de la oposición, el resultado de las elecciones del 28 de junio fue un mensaje claro para toda la dirigencia política.

2. La inseguridad, problema real y deuda de toda la dirigencia.
El año se va con una larga lista conocida, y otra desconocida que es aún más extensa, de víctimas de robos y asesinatos. Este ha sido otro año en el que la falta de una política de Estado coherente y racional ha llevado a seguir repitiendo errores; como consecuencia de ello, el núcleo del problema sigue sin ser abordado de una manera eficaz.
La principal causa del delito es la marginalidad producida por la exclusión social. A ello hay que agregarles la corrupción política, la corrupción judicial y la corrupción policial, y completarlo con el consumo de drogas y los negocios clandestinos para tener una idea de la complejidad del asunto.
Esto, que es archiconocido, se ha transformado en un asunto casi inasible tanto para el oficialismo como para la oposición. La negativa del Gobierno nacional a asumir su cuota de responsabilidad en la búsqueda de soluciones, así como también su actitud de creer que éste es un problema que no le compete, ha hecho y seguirá haciendo todo mucho más difícil.
3. Corrupción ostensible y constante tensión entre Ejecutivo y Judicial.



4. O no hay diálogo entre Gobierno y oposición o todos están sordos.
Este es uno de los grandes males del presente político de la Argentina. Tras la derrota electoral del 28 de junio, la convocatoria que hizo la Presidenta al diálogo político generó expectativas favorables y trajo algo de alivio al clima de crispación que en forma permanente genera el Gobierno al que, con varias de sus respuestas, se suman algunos opositores.
La mayoría de la dirigencia de la oposición aceptó la invitación y sólo una minoría rehusó asistir, acusando al Gobierno de armar con todo eso un mecanismo de distracción destinado a ganar tiempo y recuperar parte del terreno perdido tras el resultado de los comicios. Lamentablemente los hechos les dieron la razón a estos últimos.
El diálogo nunca funcionó y, visto lo ocurrido en la última sesión de la Cámara de Diputados, en la que Néstor Kirchner se encargó de destruir todos los acuerdos entre los jefes de bloques opositores y del oficialismo, es altamente probable que todo siga igual.
5. El dengue y la gripe A, flagelos manipulados por la política.

Contra esto luchó la hoy ex ministra de Salud, Graciela Ocaña, quien tuvo que ponerse firme para evitar que se despidiera al director el hospital de Charata, Chaco, que se atrevió a denunciar la calamitosa situación sanitaria de la zona y el impacto producido por el mal en la población.
Algo similar sucedió con la gripe A. Hay que recordar que la licenciada Ocaña recibió sugerencias para que limitara al mínimo la información sobre el tema. No fue sino hasta el 29 de junio, un día después de las elecciones, que el Gobierno se puso a la cabeza de la emergencia sanitaria generada por esta afección.
A esa altura, la confusión existente, a la que también contribuyeron algunos medios de comunicación, generó un estado de incertidumbre que paralizó a buena parte de la sociedad.
6. El poder como factor de extorsión y reparto de prebendas.
Una de las características de la Argentina son sus contradicciones. Por ejemplo: nuestro país se declara como una república federal, pero en los hechos las cosas son exactamente opuestas.
Un caso paradigmático es el de la coparticipación federal, ya que –a través de ella– la Nación se apropia de buena parte de los ingresos fiscales originados en cada una de las provincias, a los que se los redistribuye a discreción y antojo del poderoso de turno.
Así es, entonces, como los Kirchner vienen utilizando esta caja como un instrumento de extorsión para someter y cooptar las voluntades de gobernadores, intendentes y legisladores. El último caso resonante lo protagonizó el flamante gobernador de Corrientes, Ricardo Colombi.
7. Oportunidades perdidas para mejorar leyes de impacto.

Ese ítem está representado tanto por la Ley de Medios como por la Ley de Reforma Política. Son instrumentos que exigen consensos amplios que aseguren su perdurabilidad. Esos consensos faltaron.
En la Ley de Medios, el enfrentamiento entre el Gobierno y Clarín dio pie a una situación de bipolaridad –según la que si se criticaba algún aspecto de la Ley se estaba con Clarín y si se la elogiaba se estaba al servicio del Gobierno– que impidió que los aportes de muchas voces que reconocían la necesidad de la Ley, así como también muchas de sus buenas propuestas y que le criticaban algunos puntos específicos, se perdieran en el medio de la furia de pasiones que envolvió a todo el trámite legislativo.
A este cuestionable panorama debe agregarse la amenaza de vetocracia, anunciada tanto por el jefe del bloque de diputados del Frente para la Victoria, Agustín Rossi, como por el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y ejecutada ya por la Presidenta con el veto a dos artículos de la Ley de Reforma Política. Es la respuesta gubernamental a la nueva composición del Congreso. ¡Inquietante!
8. Los increíbles errores y horrores en el gobierno de Mauricio Macri.

9. La amortiguación de la crisis: una a favor, pero con nubes.
El año 2009 abrió con grandes temores sobre los efectos negativos que pudiera tener sobre la economía de nuestro país la monumental crisis financiera iniciada en los Estados Unidos y esparcida por el mundo. La Argentina demostró tener capacidad para capear el temporal. No hubo catástrofe ni colapso, a pesar de lo cual la precariedad de la realidad económico-social de los sectores más desprotegidos los dejó rápidamente en la pobreza y la exclusión.

El año del Bicentenario, 2010, está a la mano. ¡Cuán importante sería que, tanto quienes ejercen el poder como los que aspiran a ejercerlo bucearan un poco en la historia y releyeran las cosas que se decían de la Argentina hace un siglo!
Se darán cuenta, entonces, de la frustración que estos últimos cien años han significado para nuestra Nación. Tal vez así puedan comprender la dimensión épica que demandará la tarea de recuperar la esperanza de hacer de nuestro país un lugar de promisión “para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.
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