Por Alfredo Leuco
Esta pregunta me hace acordar a un chiste tonto que solíamos hacer en nuestra infancia: yo prefiero ser rico y sano que pobre y enfermo. Que gracia. Es como decir que ser progresista es apostar a la justicia social y a la libertad. Asi es fácil. No hay debate. ¿Quién se va a oponer a un país donde haya crecimiento con equidad en el marco de una absoluta libertad?
Yo también prefiero ser rico y sano que pobre y enfermo. La discusión planteada desde el fondo de los tiempos es cual es la prioridad. Justicia social o libertad. Y no me digan ambas cosas porque son dos caras de la moneda. Esa es la respuesta obvia. ¿Es posible la existencia o la construcción de una sociedad progresista sin justicia social? La respuesta es definitivamente no. ¿Es posible ese futuro progresista sin libertad? Y la respuesta es exactamente la misma.
Hace más de 25 años, en mis épocas de izquierdista dogmático tuve la posibilidad de visitar la Unión Soviética y Cuba. En ambos países y en línea con los valores de la época, me enseñaron y yo compré, que la libertad era un valor burgués. Que la democracia de partidos donde cada uno se expresara sin miedos ni consecuencias era una demanda formal, liberal y reaccionaria. Que mientras la revolución social de los obreros se estaba consolidando para llevar justicia a los hogares mas pobres era una frivolidad eso de criticar y de pedir por las libertades públicas. Los que opinaban distinto estaban condenados al silencio, el exilio e incluso el paredón de fusilamientos. Mas tarde comprendí que eso no era progresismo. Y que se parecía demasiado al fascismo de izquierda.
El intento del igualitarismo salarial también falló pero eso es para otro análisis. Lo cierto es que no hubo libertad para denunciar errores y para corregirlos y tampoco hubo justicia social.
Hubo burócratas enriquecidos, corrupción y muerte. No hubo progresismo ni justicia social ni libertad. Hoy, salvando las distancias, en algunas democracias populares y absolutamente legítimas de nuestro continente ha resurgido el mismo debate entre justicia social y libertad. La discusión es menos dramática porque hay elecciones y la gente decide entre distintas propuestas. No como ocurría en aquella Unión Soviética ni como ocurre en esta Cuba.
En Venezuela, Bolivia, Ecuador y también parcialmente en Argentina, los presidentes fueron elegidos por su pueblo y en algunos casos por paliza de votos. Eso es democrático y muy respetable. En muchos casos por primera vez se están atendiendo las demandas más urgentes de los mas pobres y eso es muy valioso y, seguramente, uno de las principales explicaciones para sus triunfos en las urnas.
El tema es que otra vez se está poniendo en duda el valor de las libertades. Otra vez el opositor, el crítico, el que piensa distinto, el periodista empieza a ser un enemigo a combatir y no un catalizador del debate público. Por supuesto que la actualidad es incomparable con los castigos soviéticos y con la censura cubana pero hay una desvalorización notable del rol de la libertad. Otra vez aparece como un reclamo pequeño burgués, derechista y reaccionario frente a la importancia de las revoluciones sociales.
Creo haber aprendido la lección. Hay algunos ejemplos en el mundo donde hay mas justicia social que antes pero la libertad sigue entre rejas. Pienso en China, por ejemplo. ¿Es China una sociedad progresista? De ninguna manera. Se puede rescatar que sus habitantes tengan un mejor nivel de vida y que cada vez haya menos pobres y mejor distribución de la riqueza. Pero la libertad es lo que define hoy y siempre al progresismo.
Libertad incluso para decir que es lo que uno considera progresista y lo que no. Libertad para apoyar y protestar. Juan José Zanola quiere justicia social pero no es progresista.
Cito a un compañero de Pino Solanas, el doctor Julio Raffo que dijo “el chorear no es progresista”.
Abel Posse está a favor de la justicia social pero está muy lejos de ser progresista. Mario Ishi está a favor de la justicia social pero está muy lejos de ser progresista.
No es casual que Eduardo Falú haya cantado al Jaime Dávalos que escribió que “el día que los pueblos sean libres la política será una canción”. Esa canción es el progresismo.
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