Por Luis Majul
Mauricio Macri piensa una estrategia para recuperar la imagen perdida en los últimos dos meses. Analiza un nuevo sistema de toma de decisiones. La responsabilidad por designar y sostener a un hombre tan polémico como Jorge “Fino” Palacios y la de nombrar a uno tan soberbio como Abel Posse es, de él mismo. El error de no ir a fondo con algo que comparte, como la validez del matrimonio homosexual, también.
Ahora empezó a entender que gran parte de su futuro político está atado al fracaso o al éxito de la nueva Policía Metropolitana.
Macri debería prever que las trabas que le pusieron hasta ahora son un juego de niños comparadas con las que podrían venir. Con todo, las encuestas dicen que el ex presidente de Boca todavía tiene margen para rectificar algunos de sus errores y soñar.
Otro que sueña despierto es Néstor Kirchner. Supone que con grandes anuncios de alto impacto emocional podría reconquistar algo del terreno que perdió.
La argentinización de YPF, la empresa más grande y poderosa de la Argentina, y otras promesas de alto contenido social, como el reconocimiento del 82 por ciento móvil para la mayoría de los jubilados de este país, están en la carpeta del ex presidente para analizar su viabilidad. La mayoría de los encuestadores sostiene que su imagen negativa es irreversible.
El ex presidente tiene un problema adicional: por lo menos dos jueces federales están esperando modificaciones en el Consejo de la Magistratura para ir a fondo contra el propio Kirchner y sus funcionarios más sospechados, como el secretario de Transporte Ricardo Jaime. Este último acaba de ser acusado de haber pedido compensaciones económicas a cambio de una oferta por aumentar tarifas aéreas. Lo hizo Jorge Molina, ayer, por televisión. Molina fue director de Aerolíneas Argentinas entre 2006 y 2009. Afirmó que está dispuesto a repetirlo ante un juez.
Daniel Scioli deshoja la margarita. Obediente y sin juego, dio el primer paso después de cruzar la puerta del cementerio junto a Kirchner. Ahora analiza si puede volver a salir. ¿Cómo lo haría? ¿Presentaría una denuncia pública contra la Presidenta y su marido por los manejos de los fondos públicos con que condicionan su autonomía? Su hermano José Scioli, quien acaba de renunciar, no cree que sea una mala idea.
Más cómodos que Macri, Kirchner y Scioli miran el horizonte Julio Cobos, Francisco De Narváez, Eduardo Duhalde y hasta Carlos Reutemann, sin responsabilidades de gobierno y con tiempo para pensar.
Cobos no tiene que hacer casi nada. Solo emitir señales de sentido común y evitar que se construya en torno a él la imagen de un hombre dubitativo y sin carácter, una suerte de Fernando De la Rúa pero con aire para correr maratones.
De Narváez ya lo dijo con todas las letras. Su mirada sigue puesta en la provincia de Buenos Aires, pero peleará por el derecho de ser candidato a Presidente. Él supone que aún cuando no lo pueda lograr, el efecto de la negativa puede favorecer sus planes de llegar a serlo más adelante. El diputado nacional cree que, para una cosa o la otra, es necesario volver a enfrentar a Kirchner, el hombre a quien ya le ganó con la muy apreciable ayuda de Felipe Solá.
Duhalde sabe que De Narváez y Macri son los más grandes obstáculos que tiene para concretar su propio sueño presidencial. Está a punto de perder las esperanzas de ungir como candidato a presidente a Reutemann, el único que, según su mirada, podría llegar a ganarle a Cobos. Los últimos contactos que mantuvo el ex presidente con la esposa de Lole lo habrían terminado de desalentar. Duhalde aspiraría a transformarse en el jefe de la oposición, si es que, como supone, Cristina sería sucedida por el actual vicepresidente.
No son menores los roles que podrían llegar a jugar Elisa Carrió y Felipe Solá. Flamantes aliados tácticos en una Cámara de Diputados cuyo protagonismo crecerá, y mucho, durante 2010, la primera apuesta al desgaste de Cobos y el otro a la erosión natural de la imagen de los presidenciables peronistas de la primera línea, a los que Kirchner atacará para evitar que se lo lleven por delante.
Comienzan dos años apasionantes para el periodismo argentino. No es seguro que sean los mejores para el futuro del país.
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