domingo, 29 de noviembre de 2009

En los últimos cinco meses los Kirchner consolidaron la imagen negativa de toda su gestión

Por Ernesto Tenembaum

Todo empezó el mismísimo último lunes de junio. Renunció Graciela Ocaña al Ministerio de Salud y declararon la emergencia sanitaria. Todos teníamos miedo a la gripe A y quedó claro ese día que el Gobierno había pospuesto medidas importantes hasta después de las elecciones.

Luego, la prensa –esta prensa, che– infló disparatadamente unas antiguas declaraciones del Papa sobre el escándalo de la pobreza y se desató la discusión sobre el asunto. El Gobierno se enredó en cifras ridículas –recuerden a Kirchner diciendo que “debemos andar” en el “19, 20 o 22”, días antes de que el Indec dijera que apenas hay un 14 por ciento de pobres.

Después se conoció la última declaración jurada presidencial, con los negocios esos de los terrenitos. Sabíamos hasta entonces que nuestros líderes eran muy ricos pero nunca imaginamos cuánto los había favorecido la diosa de la fortuna. El kirchnerismo parecía, entonces, acorralado. Ríndanse, están rodeados.

En ese mismo instante, el Gobierno resolvió retirar los subsidios y aumentar tarifas. Estuvo a punto de perder su primera votación por el tema en la Cámara de Diputados y, temeroso de que estallara algo más fuerte, retiró la idea por unos meses. Luego zafó, apenitas, raspando, concediendo al máximo, de que se cayeran las famosas facultades delegadas: logró un año de changüí, lo que no podía ser mirado como una victoria, pero, al menos, tampoco como una derrota. En ese momento, algo pasó.

Kirchner empezó a dar vuelta la historia al lograr que la AFA rompiera los contratos del fútbol pago. Si las elecciones podían ser leídas, como se hacía desde la Casa Rosada, como una derrota contra Clarín. Ahora, empezaba la revancha: K 1- Clarín 0. Luego triplicó la apuesta y consiguió aprobar la ley de medios en poco más de un mes y por un margen realmente amplio. K 3 - Clarín 0. El ruido era ensordecedor.

Desde entonces, con mayor o menor diferencia, el Gobierno logró que el Congreso aprobara la ley de ADN, el Presupuesto, y ahora la reforma política.

En el medio, pasó de todo: el conflicto de Kraft, los cortes del subte y la Nueve de Julio, el pedido de renuncia a Macri, el pedido de elecciones anticipadas, Moyano y D’Elía que convocan a una marcha contra el golpe, Cristina que los desautoriza, doscientos inspectores que caen de sorpresa a las puertas de Clarín, Aníbal que promete investigar y no lo hace, el papelón por la presencia de Antonini en la Casa Rosada, Tinelli, Susana y Mirtha que piden mano dura porque “nos están matando”, D’Elía que les dice “hijos putativos de la dictadura”, Tinelli que le responde “a vos te mandan, Luisito” y le recrimina que su familia trabaje para la ANSeS, D’Elía que le responde “sos el jefe de un prostíbulo”.

Y no es todo: Compromiso K les promete plata a las barras bravas, que cuelgan carteles anunciando que vuelve el pingüino, las barras empiezan a enfrentarse a cuchillazos, y Compromiso K dice que es una conspiración en su contra (?). No es muy original, pero es lo que hay.

Grupos piqueteros, además, rompen vidrios en un acto de Gerardo Morales y entonces se desata una feroz campaña contra la dirigente social Milagro Sala, amiga de Alicia. En todo este rush, se produjo un milagro. En medio de tanto ruido, tanta pelea que, básicamente, tiene que ver con el poder, hubo un hecho de gobierno muy importante: se anunció la asignación por hijo. No sólo es significativo por la decisión en sí, sino porque –además– el oficialismo asume como propia una idea impulsada por la oposición –Carrió, la CTA, la Iglesia– a la que se venía oponiendo tenazmente. Y casi nadie la criticó.

O sea que parece haber una mínima posibilidad de que nos pongamos de acuerdo en las cosas importantes. Mientras tanto, Moreno amenaza con saltar los ojos de funcionarios que no se sumen a la guerra contra Clarín. Y la familia Macri estalla por el aire, en una saga que aún no se sabe si continúa a la de los Carrington o a la de los Campanelli.

Y aparecen encuestas donde, pese a todo, por todo, con todo, los Kirchner andan por lo más profundo del subsuelo de la Patria. Pero aparecen datos que anuncian una reactivación importante para los próximos dos años. Se compran y venden senadores y gobernadores. Y Arslanian dice que Stornelli es un inútil. Y hay manifestaciones por la seguridad en algunas zonas de la provincia. Y Nacha renuncia a su diputación junto con otros veinticuatro trucho-testimoniales.

¿Usted puede creer que todo esto, todísimo esto, haya pasado sólo en cinco meses?

Que lo parió, ¿no?

¿Alguien puede entender algo en medio de este huracán?

El próximo 10 de diciembre termina otra etapa en la historia de este período. Si uno pudiera dividirlo cada dos años, se podría decir que el kirchnerismo tuvo al principio mucho consenso social pero pocos diputados y senadores en el Parlamento, en el 2005 al consenso le sumó las mayorías en todos lados, del 2007 al 2009 perdió el consenso tras la crisis del campo, y ahora pierde las mayorías parlamentarias.

Desde el 10 de diciembre deberá gobernar, por primera vez, sin un Congreso disciplinado y con altos índices de rechazo social. Eso fue lo que motivó el rush de este semestre: por cuatro días locos que vamos a vivir, mejor aprobemos todo porque si no se viene la noche.

Ahora, fue un proceso muy vertiginoso donde se pueden percibir algunas señales interesantes para pensar el futuro inmediato y el otro. En principio, está claro que una derrota electoral, para un gobierno, no es la muerte. Todas las teorías según las cuales explotaría el país, volvería el 2001, triunfaría un golpe de Estado si el Gobierno perdía, en fin, queda demostrado que no ocurrieron, eran paparruchadas, para usar un sustantivo plural que se pondrá de moda en poco tiempo.

Luego, que Kirchner está dispuesto a vender cara su derrota. No se saldrá del poder así como así, mansito, acordando la transición. Su voluntad es inquebrantable. Y, por momentos, aunque es claro que la oposición avanza y el kirchnerismo retrocede, se ve claramente que este tiene un liderazgo claro, con iniciativa y capacidad ofensiva, mientras la otra está dividida y a tientas.

Por fuera de eso, hay un dato preocupante para el Gobierno. Hecho todo esto, el amperímetro no se mueve. Los Kirchner son tan rechazados como antes. Pasó casi el 20 por ciento del tiempo que separa la elección del 28 de junio de las abiertas de agosto del 2011. Y pese a todo, o por todo, todos los estudios conocidos –y los no conocidos también– reflejan que no hay ningún kirchnerista entre las personas más valoradas por el electorado, que son, en ese orden, Julio Cobos, Felipe Solá, Carlos Reutemann, Francisco de Narváez, Mauricio Macri, Elisa Carrió, Pino Solanas. Ya ni Scioli aparece en carrera.

Si este panorama se consolida, se mantiene a través del tiempo, se expresará cada vez con más nitidez en la superestructura, y el kirchnerismo irá inexorablemente hacia el ocaso.
Pareciera sólo cuestión de esperar.

Los discursos del kirchnerismo hacia adentro sostienen que el 30% de junio es un piso y no un techo. Pero no necesariamente es así. Si hubiera un candidato más popular, esa estructura del PJ que se mantuvo unida en junio, se dividiría y los votos serían tal vez menos que los obtenidos entonces. Además, ocurre que todos los voceros del Gobierno, las figuras que ocupan los roles más protagónicos –Moyano, D’Elía, Aníbal Fernández– tienen índices de rechazo altísimos, y cada vez que aparecen se consolida la imagen negativa de toda la gestión.

En estas condiciones, con las encuestas ya cansadamente repetitivas durante un año y medio, pareciera que sólo un milagro podría generar una resurrección.

¿Es ese milagro el crecimiento del 5 por ciento que se espera para el próximo año?

¿Será que el aislamiento oficial sólo tiene que ver con que la economía no anduvo bien en el último año y entonces volverán los viejos tiempos con los nuevos índices de crecimiento?

Quién sabe.

Si hay algo difícil de pronosticar es el futuro.

Lo que está claro es que hay alguien que venderá cara su derrota.

O sea que, si a medida que pasa el tiempo, sigue siendo rechazado, va a haber un despiole bárbaro. Y, si se empieza a sentir fuerte, otro más.

Lindo para ser corresponsal extranjero, ¿no?

Otras Notas:
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La conducta de los Kirchner fue incubando una fatiga evidente en la oposición

Los Kirchner le siguen sacando provecho al Congreso. Logran leyes que les garantizan hasta el 2011 poderes discrecionales y fondos. La reforma política está al caer. Ese embate desencadenó coincidencias opositoras. Prometen una dura lucha con los nuevos diputados.

Por Eduardo van der Kooy

Hay todavía una beligerancia subterránea. El kirchnerismo le sigue enrostrando a la oposición sus trofeos de guerra. "No hagan números. No van a tener los diputados que creen", advirtió Agustín Rossi, el jefe del bloque oficial, a un dirigente opositor que negocia con él la distribución de cargos y comisiones en el Congreso que viene.

Lo dejó pálido con una precisión: "Preguntá con quién estuvo almorzando Néstor Kirchner". Por la residencia de Olivos pasó Walter Wayar, vicegobernador de Salta durante doce años, diputado electo y hombre que alguna vez merodeó al caudillo Juan Carlos Romero.

Los peronistas no kirchneristas contaban a Wayar como integrante de la mayoría heterogénea que a partir de esta semana tendrá la oposición en la Cámara de Diputados. Por ahora no lo cuentan. Los bloques opositores también se dieron un gusto: la diputada Graciela Camaño abandonó el Frente para la Victoria y armará un núcleo propio, con tres o cuatro legisladores (¿los chubutenses?), que estará cerca de aquellos federales. Pero su partida fue estruendosa: sostuvo que no podría permanecer en un oficialismo inundado por la corrupción.

Los Kirchner intentan disimularlo aunque presumen que un tiempo político distinto se avecina. Las huellas de aquella presunción fueron nítidas en la última semana. El ex presidente aludió con imprecisión al pueblo en las calles cuando denunció la supuesta intención opositora de limitarle al kirchnerismo el poder parlamentario. El pueblo es sobre todo, bajo aquella lupa, el sindicalismo de Hugo Moyano y algunas organizaciones piqueteras. No pareció, por cierto, un mensaje tranquilizador.

El matrimonio se apoderó además, con el apuntalamiento del Senado, de varias herramientas que le aseguran facultades discrecionales y acceso a fondos millonarios sin la obligación de someterse a futuro, a los cabildeos del Congreso.

Gozará, por ejemplo, de la emergencia económica hasta el 2011 luego de que la economía creciera durante seis años a tasas asiáticas. Un incordio que nunca podrán explicar. Un decreto de necesidad y urgencia de Cristina le permitió apropiarse al Gobierno de otros $ 24 mil millones. Sólo una parte de ese monto se destinará al adicional otorgado a los jubilados que cobran la suma mínima.

En ese remedio buscado con denuedo por los Kirchner para sobrellevar los próximos tiempos podría esconderse quizá su propia desgracia. ¿Por qué? La conducta matrimonial desde el 28 de junio, cuando perdió las elecciones, fue incubando una fatiga evidente en la oposición. La prepotencia del último mes podría estar acercando a esos adversarios a un milagro: los puntos de vista coincidentes y mayoritarios.

El primero de ellos tiene relación con la lectura política. La UCR, el PJ Federal, el PRO, el Socialismo y la Coalición entienden que la sociedad necesita de parte de ellos una rápida señal de que aquella victoria de junio no fue un espejismo. La impaciencia social es perceptible en la calle y los estudios de opinión pública muestran un desbarranco de los Kirchner, pero también una marcada caída de la consideración opositora.

El nudo de la cuestión es cuál podría ser aquella señal convincente. La totalidad de la oposición convino en que las futuras comisiones parlamentarias deberán representar las proporciones surgidas de las urnas: 63% para la oposición y 37% para el oficialismo. El kirchnerismo está plantado: no aceptaría esas proporciones.

Menos todavía, ceder las mayorías en tres comisiones que estiman clave para la gobernabilidad: las de Presupuesto, Asuntos Constitucionales y Relaciones Exteriores. "Le garantizamos la jefatura de esas comisiones pero no la mayoría", le comunicaron a Rossi. El diputado santafesino resiste, porque el que resiste es Kirchner.

La oposición logró acordar también otra cosa. No aceptarán el próximo jueves que la designación de autoridades se haga al margen de la integración de las comisiones. "O se soluciona el paquete entero o se pudre todo", advirtió un peronista no kirchnerista. Le temen a una jugarreta: que el kirchnerismo imponga de nuevo a Eduardo Fellner como titular de la Cámara y de inmediato llame a un cuarto intermedio. Ese paréntesis podría concluir recién en marzo. Si eso ocurriera, la oposición habría dilapidado, como después de junio, otra oportunidad política.

Los Kirchner no estaban dispuestos hasta anoche a esas concesiones. Tanta rigidez podría desembocar en dos situaciones: que antes de lo previsto se instale en la Argentina un conflicto de poderes; que la oposición redoble su apuesta y avance también sobre la presidencia de la Cámara. El paso no tendría todavía, en esas comarcas, el peso de la unanimidad.

Felipe Solá y Mauricio Macri fueron pioneros de la propuesta. El ex gobernador colaboró mucho para esta amalgama frágil en el arco opositor. El radicalismo va y viene. Se aferra, por momentos, al principio de que el timón de Diputados corresponde a la primera minoría. La primera minoría sigue siendo el kirchnerismo.

Pero Oscar Aguad, el jefe del bloque, y Ernesto Sanz, el próximo titular del Comité Nacional, piensan que los Kirchner se pasaron en el maltrato a la oposición y en la burla a las normas políticas escritas y de hecho. "Si ellos no aceptan la proporcionalidad en las comisiones, ¿por qué nosotros deberíamos respetar las tradiciones políticas?", se preguntan. En la Coalición Cívica existen opiniones divididas. Elisa Carrió alecciona: "Las comisiones", repite secamente. Los socialistas y algunos grupos del centroizquierda aún vacilan.

Habrá que ver si, finalmente, se llega a ese punto límite. Pero pareciera claro que la intransigencia kirchnerista de estos meses convirtió al Congreso en la meca de la oposición.

Fuera de ese templo las cosas son menos armónicas: la trilogía de Macri, Solá y Francisco De Narváez, que sirvió para batir a los Kirchner en Buenos Aires, acaba de desmembrarse. Solá y De Narváez, según lo conversaron la semana pasada, seguirán sus propios rumbos con la proa enfilada a las presidenciales.

El divorcio colocaría al jefe de Gobierno porteño en otro brete. De Narváez constituye su único anclaje posible en Buenos Aires. Pero el empresario electo diputado juega a varias puntas. Ve, por distintos episodios, una declinación en las potencialidades políticas de Macri. Se entusiasma con la idea de participar en las internas abiertas del PJ para desafiar a Kirchner y mantiene línea abierta con Eduardo Duhalde. El ex presidente anda en otras maquinaciones: quizás un armado radical-peronista donde el candidato encumbrado sería Julio Cobos.

Kirchner replica a esa variedad de insinuaciones atizando la posibilidad de su candidatura. "Gobernaremos hasta el 2015", profetizó. ¿El mismo, Cristina o, tal vez, un delfín? Un ministro que, de tanto en tanto, tiene fugas de sinceridad dice: "Néstor sabe que no puede. Pero con su estilo y con las internas abiertas aseguradas tendrá la discusión silenciada en el PJ todo el año que viene. Eso la ayudará a Cristina", explica.

Nadie sabe, con certeza, si el ex presidente está convencido de aquella imposibilidad. Existen evidencias, en cambio, de que ya no pugna por reconquistar a una mayoría social que tuvo y que lo abandonó. Cada cosa que omiten, hacen y dicen los Kirchner tiende a aislarlos y a circunscribirlos, con exclusividad, al universo de Hugo Moyano, de Guillermo Moreno, de Luis D'Elía y del peronismo del conurbano bonaerense.

El silencio del matrimonio lastima, por ejemplo, frente al problema de la inseguridad que no cesa. Se multiplican las alarmas: los dos últimos asesinatos en el conurbano tuvieron por víctimas a mujeres de condición media, profesionales sin ninguna ostentación. Los victimarios fueron grupos de menores desaforados. Aquel silencio trasunta también impotencia.

Moyano se prestó la semana pasada a bravear contra la Corte Suprema. Los jueces del Tribunal tienen dos fallos en ciernes sobre libertad de afiliación gremial que ratificarían otro similar del año último. La CGT no quiere la libertad de agremiación. La CTA la respalda. Los Kirchner están atados al líder camionero pero la creciente insatisfacción social los induce a ser permisivos con sindicatos de la izquierda. Es el caso del conflicto con los subtes. Sobre esas aguas caldeadas navega el matrimonio.

Moreno se ocupa de los medios de comunicación. El secretario de Comercio va preparando el camino para la intervención de Papel Prensa, la empresa productora de papel para diarios. En esa preparación provoca desmanes. Lo acopló a su tarea a Amado Boudou. El ministro de Economía parece obligado a escuchar las cosas que Moreno no quiere.

Eduardo Hecker, el renunciante titular de la Comisión Nacional de Valores, apaleó al ministro antes de partir. "No me pidan cosas que no se pueden hacer. ¿Por qué no le pedís a Moreno que observe los balances de Papel Prensa?", le preguntó. "Estas cosas se hacen con seriedad o no se hacen. Dicten la expropiación e indemnicen. Como hizo Chávez (Hugo)", aconsejó. Boudou apenas habló para despedirlo.

Los Kirchner envalentonan a Moreno desenrrollando su pensamiento tumefacto sobre el periodismo. Ese pensamiento vuelve siempre sobre el pasado y elude el presente. Quizá porque ese presente es incómodo.

Sus referencias a la dictadura y a los derechos humanos son incesantes, reiterativas, tal vez envanecidas. Corren riesgo de convertir una virtud indiscutida de sus mejores tiempos en bastardeo de la declinación.

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sábado, 28 de noviembre de 2009

Nueva etapa en la política argentina

Por Mariano Spezzapria

La política argentina se encamina a ingresar en una nueva etapa institucional dentro de sólo doce días, cuando se renovará el Congreso a la luz del resultado de las últimas elecciones legislativas, que determinaron una nueva relación de fuerzas entre el oficialismo y la oposición.

El flamante escenario constituirá todo un desafío para el Gobierno, que desde que llegó al poder en 2003 descansó sobre la formación de amplias mayorías en el Congreso, especialmente tras la rutilante victoria electoral de Cristina Kirchner en las legislativas de 2005 en la provincia de Buenos Aires.

También se planteará una novedad para la oposición, cuyos líderes ingresarán en una verdadera carrera de popularidad para llegar bien parados a las elecciones de 2011, a sabiendas de que el peronismo kirchnerista arribará a esa instancia desgastado por el ejercicio ininterrumpido del poder desde 2002, aún antes de la era Kirchner.

Los nuevos aires que comenzarán a respirarse en la política nacional emanarán principalmente del Congreso, donde este mismo jueves juraron como nuevos senadores los representantes de ocho provincias argentinas, cuya sola presencia hará que el kirchnerismo pierda su mayoría en la Cámara alta.

A nadie escapa que la máxima figura política del Senado es Julio Cobos. El vicepresidente se perfila como uno de los dirigentes llamados a participar de la contienda grande en los próximos años, por lo que cada uno de sus gestos políticos serán seguidos con minuciosidad por la clase dirigente.

Detrás de Cobos, el siguiente cargo en jerarquía en el Senado es el de presidente provisional, ocupado actualmente por José Pampuro. Hubo un conato radical por arrebatar ese puesto al kirchnerismo, pero en rigor ahora iría por la vicepresidencia primera, para la que postula a Juan Carlos Marino.

Es que, en los hechos, Cobos ya puede ser considerado un dirigente de la oposición, pese a que aún no toma la decisión de renunciar a su cargo, algo que recién haría en 2011.

En la Cámara de Diputados, el kirchnerismo también retrocederá varios casilleros, no solamente en cuanto al número de legisladores sino en la asignación de cargos, como la vicepresidencia primera de la Cámara.

Pero la disputa central está enfocada en la titularidad de las comisiones estratégicas. "Si nos quieren echar de todas las comisiones, que nos echen", bramó esta misma semana Néstor Kirchner, quien jurará el 3 de diciembre como diputado nacional en medio de una marcha oficialista que intentará eclipsar a la que una semana después festejará la asunción de los nuevos legisladores de la oposición.

En ese campo, el de la oposición, comenzaron a gestarse los acuerdos básicos de convivencia para los próximos años. "Vamos a pedir la conformación de las comisiones a través del sistema D´Hont", aseguró uno de los diputados que participan de las reuniones en las que se cocinan las decisiones.

En Diputados, una de las figuras será con seguridad Felipe Solá, quien acaba de ser elegido como jefe del bloque del Peronismo Federal, que también integra Francisco De Narváez.

¿Cuál será la reacción del Gobierno ante el avance opositor?. Hasta el momento, parecería tomada la decisión de no convocar a sesiones extraordinarias tras el recambio del 10 de diciembre, con lo que el Parlamento recién volvería a sesionar en primero de marzo próximo y el receso estival se prolongará tres meses.

El criterio oficialista es parecido al que dominó la política argentina en los últimos cinco meses, tras la derrota electoral, cuando el Gobierno impulsó una decena de proyectos clave -como el Presupuesto 2010 y la prórroga de la Emergencia Económica- y otros de orden político, como la Ley de Medios y la Reforma Política.

Con todo, el avance opositor no complicará solamente al kirchnerismo a nivel nacional, sino también a gobernantes como Mauricio Macri en la Capital y Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires. Ambos deberán convivir con legislaturas en las que ya no tendrán el respaldo de la mayoría.

Se abre, así, una etapa en la que en la que volverán a repartirse las cartas de la política nacional, para armar un juego que tendrá victorias y derrotas parciales pero cuyo resultado final recién se conocerá en 2011.

Fuente: Diario Ciudadano

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jueves, 26 de noviembre de 2009

Oficialistas y Opositores a pocos días de asumir los nuevos legisladores


Por Gustavo Sylvestre

Barajar y dar de nuevo, pareciera ser el slogan que mueve a la política argentina por estos días, de cara ya a las presidenciables de 2011, aunque mucho falte para llegar a esa fecha. Y les cabe a todos, oficialistas y opositores, a pocos días de asumir los nuevos legisladores en el Congreso de la Nación, y a cinco meses de las elecciones legislativas que parecían, habían marcado una bisagra entre el kirchnerismo y lo que sería el post kirchnerismo, que aún no asoma.

Margarita Stolbizer, una de las primeras en romper lanzas con Elisa Carrió, desarticulando el Acuerdo Cívico y Social que fue la segunda fuerza más votada en las pasadas elecciones, sostuvo hace pocas horas que “la oposición no era un solo colectivo donde viajaba toda la oposición, porque había diferencias”. Y advirtió sobre la “ilusión” que se estaba creando de que a partir del 10 de diciembre todo iba a cambiar en el Congreso de la Nación.

Lo mismo piensa, desde otro sector, Felipe Solá, quien por estas horas pareciera haber ‘congelado’ su alianza política con Francisco De Narváez y Mauricio Macri, ‘espantado’ entre otras cosas, por el escándalo del espionaje porteño; que al igual que a De Narváez, lo alejan de Macri.

Si bien desde las cercanías de De Narváez le intentan quitar dramatismo a una eventual ruptura de Felipe con ellos, lo cierto es que Solá buscaría un camino que lo conduzca a una eventual candidatura presidencial por el Justicialismo. Solo lo paraliza la presencia de Eduardo Duhalde “que está allí, sin definir nada, y sin posibilidades para el futuro” indican desde el cuartel felipista.

Patricia Bullrich ha ‘corcoveado’ puertas adentro de la Coalición Cívica, por algunas últimas decisiones de Elisa Carrió. Y si bien asegura que ‘la sangre no llegará al río’, ha hecho sentir sus diferencias.

Eduardo Duhalde insiste con su idea de un Pacto de la Moncloa, que debería patentizarse en un gobierno ‘de unidad nacional’, obviamente bajo la candidatura de Julio Cobos. No parece encontrar mucho eco en las fuerzas políticas de la oposición, donde todos intentan jugar, en esta etapa, su propio juego, buscando consolidar sus estrategias políticas para el futuro.

Mauricio Macri, que buscaba lanzar su candidatura presidencial, no logra salir del laberinto del espionaje porteño, al cual lo condujo el ex comisario Jorge ‘El Fino’ Palacios. Como si todo eso fuera poco, el cardenal Jorge Bergoglio le acaba de asestar otro golpe en la construcción de su candidatura presidencial, al cuestionarlo severamente por no haber apelado la decisión judicial que posibilita la unión civil entre personas del mismo sexo.

Impensable hasta hace poco tiempo, un cuestionamiento de esa naturaleza de un ‘aliado’ natural del macrismo, como el cardenal Bergoglio, con peso propio en el distrito porteño.

¿Fue una decisión personal de Bergoglio el comunicado donde no sólo cuestiona a Macri sino también a la justicia? Fuentes de la Iglesia aseguran que fue el sector más conservador de los obispos argentinos, que en sintonía con el Vaticano, lo habrían hecho ‘reflexionar’ a Bergoglio sobre lo que significa que en su propio distrito, avance en un tema que para la Iglesia no admite ninguna concesión.

Paradójicamente el proyecto que se discutía en el Congreso, de unión civil, parece haber pasado a dormir el sueño eterno en algún cajón de la comisión respectiva, ya que el propio gobierno nacional decidió no impulsarlo.

Es que hace tiempo que la presidenta Cristina Kirchner le bajó línea a su embajador en el Vaticano, Juan Pablo Cafiero, en el sentido de que no quería más cruces con la Iglesia. Y se reflexionó que no era conveniente, en esa línea avanzar con un proyecto que molestaría y mucho al vaticano, en vísperas del viaje que Cristina Kirchner hará a la Santa Sede, para conmemorar junto a la presidenta de Chile, los 30años de la firma del Tratado de Paz, donde la Iglesia fue mediadora.

A todo esto, el kirchnerismo se prepara para dar batalla nuevamente con la candidatura presidencial, aunque ya no se asegura, sea la del ex presidente Kirchner, la de la actual Presidenta o ‘el tercer hombre’, elegido obviamente por Kirchner.

Hace algunos días, en Olivos, frente a un grupo de gobernadores del peronismo, el ex presidente Kirchner se mostró sereno y reflexivo, instándolos a seguir trabajando en pos del proyecto puesto en marcha en el 2003, confiado que la economía se recuperará durante el 2010 y que la gente volverá a ver que ese sector (el del kirchnerismo) es el único que les ofrece previsibilidad y seguridad.

Si bien los gobernadores acompañaron con silencio sepulcral las definiciones optimistas del ex presidente, todos coincidieron en señalar que la oposición no podía articular una alternativa al modelo de ellos.

Pareciera que el ex presidente ignora el grado de descontento que hay hacia su figura y la de la actual mandataria, que encabezan el ranking de dirigentes con mayor imagen negativa. O tal vez, sabiendo esto, es que Kirchner ha comenzado a pensar en la figura ‘del tercer hombre’, alguien de su riñón que le asegure la continuidad del modelo y de su proyecto. No se ha pensado en nombres, aunque es evidente que en el kirchnerismo también están barajando, para dar de nuevo.

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miércoles, 25 de noviembre de 2009

Los Kirchner actúan con el apresuramiento de aquellos que palpitan un final

Por: Eduardo van der Kooy

Néstor y Cristina Kirchner siguen sembrando malos vientos en la política argentina. ¿Recogerán el año que viene tempestades?. El interrogante podría plantearse por las declaraciones que hizo el fin de semana el jefe del bloque de diputados del PJ.

Agustín Rossi anticipó que la Presidenta vetará en el futuro cualquier ley que la oposición pretenda aprobar en el Congreso con "ánimo revanchista".

Nadie sabe si Rossi tradujo el pensamiento íntimo de los Kirchner o si aquel anticipo sólo le produjo reproches y dolores de cabeza del matrimonio presidencial. Lo que sí pareció traslucir el jefe de los diputados oficiales, con conciencia o sin ella, es un ánimo de desquite que se va incubando en la oposición en medio de un clima político general desagradable que atraviesa a la nación.

¿Está la oposición, de verdad, exacerbada?. ¿Responde esa exacerbación a un capricho?. ¿O ha sido atizada por los Kirchner desde el 28 de junio, cuando conocieron el sinsabor de la derrota?.

Vale una mirada general. El matrimonio reconoció a duras penas aquella derrota pero nunca la aceptó. Sometió a la oposición a un sinfín de manipuleos, como la simulada convocatoria al diálogo. Y la terminó arrinconando en el Congreso. Sancionó una cantidad de leyes importantes en su enunciado, aunque muchas de ellas pobres en su confección, preocupándose sólo por el número de votos para aprobarla y no por el consenso para nutrirlas de indiscutida legitimidad. Así podría haber empezado a fomentar, como afirmó Rossi, un espíritu de revancha opositor.

La última muestra de la implacabilidad kirchnerista es la reforma política, la reforma electoral. La sancionó la semana pasada en Diputados a los empellones. Ha tomado incluso un rumbo de mayor prepotencia en el Senado. Ayer mismo el kirchnerismo aprobó el dictamen de mayoría en comisión y se propone sancionar la norma la próxima semana.

Para que sea posible, la Presidenta decidió prorrogar apenas diez días el periodo de sesiones ordinarias. Después los Kirchner desean mantener bajo el telón del parlamento hasta marzo para que la composición de las nuevas mayorías deba cruzar el desierto de una prolongada inactividad.

A los propios kirchneristas les cuesta comprender la premura y el vértigo por una reforma que, a priori, no soluciona ninguno de los innumerables problemas políticos que enfrentan los Kirchner. El problema principal, que cada uno de sus actos acentuó desde la noche de la derrota, es la enorme brecha que se abrió entre ellos y la sociedad. Una brecha que indicaría el final de un ciclo y que no encerraría mayores intranquilidades si no fuera por dos situaciones que padece la Argentina: el Gobierno de Cristina tiene aún por delante dos años, la mitad del mandato; el sistema político, con el oficialismo y la oposición, posee una severa debilidad.

Quizás Kirchner suponga que con la reforma electoral aprobada las discusiones acerca de su liderazgo y su posible candidatura quedarán esterilizadas hasta el amanecer del 2011. Dispondrá de todo el año próximo para maquinar maniobras alrededor de su destino y otorgar aire a un Gobierno, el de su esposa, que se sofoca con recurrente facilidad.

Nada de todo aquello quedará esterilizado en el país si los Kirchner, antes de que cambie el paisaje parlamentario, se dedican a engrosar la tropa de los enemigos. Sucede con la reforma electoral: quienes fueron aliados clave del oficialismo en el Congreso luego de la derrota de junio "la centro izquierda" se han vistos defraudados. Ninguna de sus propuestas fueron atendidas, entre varias razones, porque el proyecto está orientado a consolidar a los grandes partidos preexistentes.

El derrotero de los Kirchner hacia el nuevo tiempo que se avecina está plagado de contradicciones y rarezas. Vilma Ripoll, la dirigente de izquierda, ya no es legisladora pero se acercó ayer discretamente al Senado antes de la reunión de comisiones que aprobó el dictamen de la reforma. La dirigente pertenece al MST (Movimiento Socialista de los Trabajadores) condenado a desaparecer con la nueva ley. Pero esa agrupación tiene ahora una creciente influencia en sectores sindicales que detonaron algunos de los peores conflictos que sufre el Gobierno: el de la empresa Kraft, que derivó ayer en otro corte parcial de la Panamericana, y el de los subtes.

Ripoll se encargó de recordar ese detalle a varios senadores kirchneristas, en un diálogo que, por momentos, subió de tono. "Ahora podrá haber protestas por razones laborales, como las que vemos, y políticas, si esta ley se aprueba", dejó como mensaje.

¿Dónde radicaría el zigzag oficial?. En varios puntos. El Gobierno, por acción u omisión, convalidó el desarrollo del pleito en Kraft. También analiza la posibilidad de conceder el reconocimiento jurídico a los delegados del subte enfrentados con la conducción de la UTA. En medio de ese proceso, mechó la reforma electoral que condenaría a la izquierda. Y levanta, a la vez, las defensas del sindicalismo peronista con el cual tramó una de sus principales alianzas después de ser derrotado en las urnas.

La otra oposición (la UCR, la Coalición, el PJ disidente) no esperaba ninguna gentileza oficial. Pero tampoco imaginó que el Senado impusiera la teoría del "voto a libro cerrado" que los diputados kirchneristas hicieron célebre. Todas las propuestas presentadas por el radicalismo para ampliar el debate sobre la reforma fueron desechadas. Desde la consulta a conocidos cientistas políticos hasta la idea de escuchar a los jueces de la Cámara Nacional Electoral. El kirchnerismo carece de ganas y tiempo porque aspira a cerrar muy pronto las puertas del Congreso.

No podría correr el riesgo de dejar sin sanción aquella reforma. Porque luego del 10 de diciembre iría al muere. Una mínima modificación en el Senado obligaría a su devolución a Diputados. Por entonces el kirchnerismo carecerá de número suficiente para ratificarla.

Tanta intransigencia despabila en la oposición aquel estado de ánimo que describió Rossi. Por esa razón también Ernesto Sanz, el senador radical y futuro titular del Comité Nacional, amagó con plantear pelea por la vicepresidencia del Senado. La polvareda en el oficialismo duró poco, por dos motivos: la oposición no tiene en esa Cámara fuerza para esa pelea; era factible, tal vez, esa misma pelea por la titularidad en Diputados. Pero la ofensiva que habían imaginado, sobre todo, Mauricio Macri y Felipe Solá se desvaneció entre las inconsistencias opositoras.

La obstinación sobre la reforma es una de las tantas obstinaciones de los Kirchner en este tiempo. Continúan con su embestida contra el periodismo a través de las presiones a la empresa Papel Prensa. Aumentan la intervención estatal en la actividad privada.

Actúan con el apresuramiento de aquellos que, tal vez, palpitan un final.


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martes, 24 de noviembre de 2009

Tal vez pertenece a la derecha pero todavía no se dio cuenta.

Por Rolando Hanglin


El señor González supo tener casa, mujer, auto e hijos. Después, el divorcio lo dejó en calzoncillos. Ahora vive solo en un departamento alquilado, donde sopla el viento de Siberia. Desde que le ocurrieron estas cosas, se ha convertido en un hombre de derecha.

Considera que el divorcio es una maldición. Las parejas duraban más y mejor cuando se comprometían para toda la vida. Los hijos se criaban felices y derechitos. Imperaba la obediencia. Resplandecía la familia. Los hijos respetaban a los padres.

En materia de trabajo y negocios, el señor González está un poco desilusionado porque fue esquilmado varias veces por el Estado argentino: le tocó sobrellevar el Rodrigazo, hiperinflación 1, hiperinflación 2, el corralito, el corralón...y hasta tuvo la mala suerte de que estatizaran las AFJP, justo cuando había depositado voluntariamente unos 100.000 dólares que nunca volverán. Ahora sólo confía en el trabajo duro y el ahorro en efectivo.

El señor González está muy angustiado por su seguridad y la de su familia. Tuvo una tienda en Flores: lo asaltaron tres veces y una de ellas le gatillaron el revólver en la sien. Por fortuna, la bala no salió. En distintos hechos le han robado de todo: el auto, el celular, la laptop, la billetera y hasta una bicicleta. En su círculo de amigos y parientes hay relatos diarios de asaltos, asesinatos, violaciones, secuestros.

Experimenta -como suele decirse ahora- una pavorosa "sensación de inseguridad". La misma que han de sentir los condenados ante el pelotón o las vacas, atropellándose por la manga hacia el matadero. Ha dejado atrás las ilusiones de su juventud (peronismo, socialismo, nacionalismo, radicalismo, marxismo, Flower Power) y ahora sólo anhela una Justicia rápida y severísima, una Policía de mano dura y un país provisto de cárceles. Grandes, espaciosas, civilizadas y sobre todo seguras, en el sentido que los criminales no puedan escapar hasta que hayan purgado sus condenas, que en delitos graves (asalto con armas, homicidio, violación) deberían ser de por vida.

A medida que pasan los años, el señor González ha ido elevando a un altar a todos aquellos hombres que han inspirado temor en los enemigos de la ley y el orden, a como dé lugar. Sin embargo no está incurso en el militarismo: tiene un primo desaparecido y perdió un hermano en la Guerra de las Malvinas, de manera que les bajó la persiana para siempre. Para él, las Fuerzas Armadas son "los milicos" y hace años que no cree en nada de lo que digan. Tampoco cree ni media palabra de los anuncios, proclamas, promesas y juramentos de ningún político.

Puede decirse que el país, con sus auges y decadencias, construyó paulatinamente las ideas de González: ahora piensa -incluso- que el derecho de huelga no debería existir para los gremios de estricto servicio público, como los docentes, los transportistas, los médicos, los policías, enfermeras.

González siente poca simpatía por las villas y los villeros. Cuando ve que el Estado se propone "urbanizar" las miserables barriadas, otorgando a cada ocupante el título de propiedad de una casa que no compró, siente el gusto de la bilis en la garganta. Todo vale. Todo cuesta. Todo se paga. ¿Cómo puede haber propietarios que no compraron lo suyo? Al señor González le parece injusto: piensa que equivale a alentar la usurpación, masiva y por la fuerza, de casas y tierras. A la larga, sospecha que el Estado otorgará un certificado legal por todos y cada uno de los bienes robados.

El señor González considera que ser homosexual no es un mérito. Sólo una condición humana (eterna, verificable en todo lugar y tiempo de la historia) por la cual nadie debe ser perseguido, pero tampoco premiado con medalla de oro. El señor González considera que la mayoría es normal, y usa la palabra "normal".

El señor González juzga que no es bueno encontrar las calles, las rutas y los puentes cortados por manifestantes con el rostro enmascarado y garrotes amenazadores. Considera que esos manifestantes son treinta gatos que no representan a nadie.

Debería concurrir la policía a barrerlos con un camión hidrante y, si se resisten, mal no les vendría una buena tunda. No el paredón de Fidel Castro y el Che Guevara, no: sólo un par de empujones para que salgan del paso. Los ciudadanos tienen el derecho esencial de circular libremente por el territorio argentino, para trabajar, para visitar al cuñado o para mirar el paisaje. Debe garantizarse ese derecho, opina González.

El señor Gonzalez está espantado por los homicidios, asaltos y violaciones que cometen muchachitos de 12, 13 y 14 años. Considera que se les debe dar un castigo igual al de los mayores, ya que sus crímenes son propios de adultos. Si la policía estuviera atenta y vigilante, actuando sin complejos y sin pactos oscuros en todas las cuadras de cada ciudad, estas desgracias no sucederían, suele decir González.

El señor González considera que los niños deben ir a la escuela todos los días.

El señor González opina que los adolescentes deben ser tratados con más rigor, en los colegios secundarios donde actualmente organizan "tomas revolucionarias", "campings solidarios", "viajes de egresados-alcohol-drogas", "jornadas de reflexión libres de todo estudio", o le prenden fuego al pelo de la profesora de Geometría.

El señor González estaría más contento si se pronunciaran menos palabrotas por radio, por televisión, en las revistas, y especialmente en boca de grandes referentes nacionales como Maradona o Reutemann.

El señor González admira la civilización americana, es decir el American Way of Life. Todo lo que inventaron los yanquis lo maravilla. El ascensor del señor Otis, la navajita del señor Gillette, los neumáticos del señor Goodyear, los autos del señor Ford, las películas de John Wayne, y le gusta ver a Marilyn Monroe cantando "Happy Birthday, Mr. President..."

El señor González no es partidario de la legalización del aborto, la despenalización de las drogas ni el matrimonio gay. Está lejos de aplaudir una guerra santa contra estas causas. Pero no le gustan. Ni un poquito.

El señor González no es muy creyente. Se crió en una familia católica, judía, o islámica. Pero la vida lo ha hecho un poco escéptico. Sin embargo, respeta a las iglesias. Todos los credos le parecen una forma de encaminar al hombre hacia los buenos instintos. Todos. Los umbanda, los pentecostales, los kabalistas, le parecen dignos del mayor respeto. Son también una expresión de autoridad espiritual, y el señor González añora la autoridad. Por eso prefiere la misa en latín.

González cree en los hombres de negocios, en los triunfadores, en los pioneros, en los jueces incorruptibles, en la ley y el orden, en el campo argentino y su capacidad inagotable, en el mérito de un trabajo bien hecho. Opina que los hombres pueden nacer en la miseria y criarse en la exclusión, para después alcanzar la fortuna y el éxito, a base de trabajo y ahorro.

En cuanto a Israel e Irán, el señor González no tiene dudas. Está a favor de Israel, de acá a la China. Primero, porque siempre admiró a esa nación valiente, progresista y culta. Segundo, porque Israel nunca nos puso ninguna bomba. Tercero, porque los judíos son parte constitutiva del tejido étnico argentino. González tiene amigos, compañeros de colegio, cuñados y médicos judíos. En cuanto a los iraníes, sólo los conoce por la tétrica imagen del Ayatollah Khomeini y dos atentados sangrientos. No se comportan como amigos.

El señor González cree firmemente en la propiedad privada.

Y usted, amigo lector: ¿Es como el señor González, un hombre de derecha? Tal vez pertenece a la derecha pero todavía no se dio cuenta...

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Panorama Nacional hacia el 2011



Néstor Kirchner tiene niveles de rechazo elevadísimos, que hacen casi imposible que pueda volver a ser presidente. En un eventual ballottage perdería con cualquier otro, como Menem hubiese perdido con él. ¿Pero y después quién?, es la pregunta más escuchada.

Las encuestas muestran a Julio Cobos como el dirigente de mayor aceptación. Sin embargo, son muy repetidos los comentarios de rechazo hacia el vicepresidente. Incluso de sectores que votarían a algún otro dirigente del Acuerdo Cívico y Social, que por ahora incluye a la UCR, el socialismo y la Coalición Cívica. Muchos de lo que votarían a Elisa Carrió o a Hermes Binner no votarían a Cobos, y viceversa. Quizás Binner es el que menos rechazo genera, pero también el que menos entusiasma.


En el peronismo el escenario tampoco es muy alentador. Son muchos los que esperan ver derrotado a Kirchner, pero pocos se animan a dar el paso adelante y plantarse como competidores. Felipe Solá lo hizo, pero no tiene el consenso necesario, Eduardo Duhalde también, pero la mayoría piensa que puede ser un buen articulador, pero no un buen candidato.

Francisco de Narváez se presenta como peronista, pero son pocos los peronistas que lo ven como uno propio. Mauricio Macri espera que el peronismo disidente lo vaya a buscar para que sea el candidato, pero tiene el mismo problema que De Narváez.

Mario Das Neves, gobernador de Chubut, ya se postula, pero como Solá no logra sumar voluntades. Hay varios gobernadores que podrían ser presidenciables, y tienen buena llegada en el PJ,  pero todavía no se pueden animar a distanciarse de Kirchner, por la necesidad de fondos que tienen, y por el manejo casi dictatorial que el ex presidente hace de los mismos.

El gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, también puede tener buenas aspiraciones, pero se prepara más para el 2015 que para el 2011.

Por último, el candidato más fuerte que tiene hoy el PJ es Carlos Reutemann. Pero el ex piloto de Fórmula Uno se toma su tiempo y no se decide: puede ser una movida inteligente, para no tener una largada en falso y después nunca poder recuperarse; pero también cuando decida arrancar puede llegar a ser demasiado tarde.


Por último, hay un tercer sector que aspira a luchar por la presidencia, o por lo menos ser los terceros en discordia. Es el sector conocido como el de "centroizquierda". Un espacio que está lejos de ser homogeneo y que tiene hoy a Fernando "Pino" Solanas y Martín Sabbatella como sus principales referentes. Pero entre ellos, y sus seguidores, tienen importantes diferencias, que no les permiten unir fuerzas.

Además, buscan ser la alternativa al peronismo y al radicalismo, en todas sus vertientes, pero cuentan con dos desventajas: la gran mayoría de esos dirigentes vienen de una u otra de las fuerzas mayoritarias y traen consigo algunas de las peores costumbres de esos partidos, y por otro lado, corren de atrás por no tener una estructura nacional que los respalde e impida que terminen siendo una fuerza testimonial.


Es cierto que el panorama aquí presentado no es el más alentador. Pero de todas formas hay ciertas cosas que la sociedad argentina y la dirigencia política tenemos que ir aprendiendo. Son más importantes las ideas, que las personas. Los liderazgos son necesarios, pero siempre y cuando detrás de ellos haya un sostén de ideas o principios, sino corren el riesgo que cuando los liderazgos pierdan fuerza, sus estructuras también.

Por ahora se sigue mirando nombres, y no partidos. La lista de nombres realizada en esta nota no es más que eso, nombres. Pero detrás de esos nombres hay que poder buscar otra cosa. Muchos de los aquí nombrados tienen un respaldo, pero en otros es una incógnita

Después de ocho años de kirchnerismo, que se tienen que cumplir aunque muchos no quieran, los diálogos y los consensos van a ser más que necesarios, casi obligatorios. Los que hoy están en la oposición aprendieron una lección, y saben que gran parte de la sociedad no queremos ver más a los políticos enfrentándose mientras las soluciones más importantes no llegan.


Me quedo con la idea de que 26 años de democracia es muy poco para poder decir que aprendimos. Me quedo con que las nuevas generaciones tienen que pensar en las cosas que unen, y no en las que separan, algo que a las viejas generaciones parece costarle demasiado.

Las últimas palabraas de Juan José Castelli  antes de morir: "Si ves al futuro, dile que no venga"
 
El futuro no es alentador, pero que venga.

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domingo, 22 de noviembre de 2009

Anibal Fernández, supremo sacerdote de la banalidad insultante

Por Pepe Eliaschev

Atascados en la noria de las regurgitaciones eternas, nada nos sorprende. Nuestros asombros son vaporosos y fugaces. El impacto emocional de hoy se diluye mañana en la atropellada semántica de otra tormenta emocional.

¿Acaso hay alguna palabra que se repita más que “escándalo” en los medios nacionales? No la hay, pero el chapoteo pornográfico en una cotidianidad escandalosa no la hace más virtuosa a la Argentina. Al contrario. Confortables en demasía que ya no sorprenden a nadie, habitamos el tiempo de los excesos convertidos en rutina. Las afrentas no duelen, las injurias no hieren, las mentiras no ofenden.

Supremo sacerdote de la banalidad insultante, la boca más grande y vociferante del Gobierno argentino compara a Nixon con Macri. La casi totalidad de quienes acceden a los medios no atinan a recordarle al incontinente jefe de Gabinete que ese presidente renunció a la Casa Blanca casi dos años después de que The Washington Post descubriera el affaire Watergate, pero sólo al cabo de una investigación del Congreso que lo conminaba al republicano a someterse a juicio político.
Aníbal Fernández, en cambio, quiere derrocarlo a Macri como resultado de las gestiones del espartaquista Norberto Oyarbide. Las tropelías fernandistas se consuman a la luz del día ante una sociedad que convive en resignado renunciamiento con los despropósitos más disparatados.

A las 10 de la mañana del jueves último, por ejemplo, ocho cuarentones ridículamente tocados con boinas de comandos militares cerraron la avenida Rivadavia a la altura del Congreso nacional. Decían ser “combatientes” de Malvinas, a los que no se les reconoce su supuesta participación en una guerra de hace 27 años.

Lo notable es la naturalidad del disparate. Eran ocho cortando la avenida y millares los vehículos que coincidían en aquel desbarajuste fenomenal, infinidad de gente atascada ante un piquete protegido por la Policía, adecuadamente adoctrinada para no “criminalizar la protesta”.

Lo más estremecedor es que a todo nos adecuamos: esas ocho personas cortaban la avenida mientras millares de seres humanos, afrentados y enloquecidos de furia, mirábamos con mansedumbre de vacas a los nuevos dueños del espacio, custodiados por una Federal con oficiales de relucientes y altas botas de cuero y rotundos patrulleros protegiendo el piquete malvinero.

Pocas veces un texto como el publicado por este diario la semana pasada y firmado por Adolfo Pérez Esquivel desparramó tamaña colección de prejuicios venenosos, afirmaciones expresivas de ridícula ignorancia y explícitas confesiones de judeofobia, como esa erupción de odio a propósito de una supuesta “masacre” hecha por los judíos de Israel contra los árabes palestinos.

Por lo pronto, pedregosa aunque imperdonable ignorancia: Pérez Esquivel admite ante el visitante presidente de Israel, Shimon Peres, que (¡15 años después!) “es imprescindible investigar y buscar a los responsables para reparar el daño a la comunidad judía”. O sea que los 85 asesinados del 18 de julio de 1994 fueron bajas judías, no víctimas de un ataque contra la Argentina. Para Pérez Esquivel los judíos deben ser extranjeros en la Argentina, huéspedes de sus anfitriones criollos.

Ese antisionismo de izquierda que se viste de ropaje progresista supera largamente la retórica de veteranos nacionalsocialistas. Coquetea con las expresiones más aviesas del antisemitismo reprimido. Eso explica que el venezolano Hugo Chávez y su régimen socialista sean socio principal de Majmud Ahmadinejad en América latina.

Pero si Cristina Kirchner le dice al presidente Peres que no le gusta que le elijan sus amigos porque ella no se los elige a nadie, ¿quiere decir que para este Gobierno es normal tener relaciones íntimas con alguien que, a su vez, está aliado a un régimen que proclama que Israel debe desaparecer del planeta?

Para Pérez Esquivel, claro, las responsabilidades sólo son israelíes y cuando las fuerzas militares de Hamas y Al Fátah se matan entre ellas en Gaza o en Cisjordania, no hay “masacre”, como tampoco la hubo en 1970, cuando el ejército del rey Hussein de Jordania aniquiló a las huestes de Arafat y expulsó a sangre y fuego a decenas de millares de palestinos.

Ausente ya la experiencia del asombro, en el tinglado nacional se perpetran alegremente hechos abusivos y enormidades retóricas. Pérez Esquivel, por ejemplo, escribe que en la Argentina hay una comunidad “israelí”. ¿Alguien le explicó que en el Estado de Israel hay dos millones de árabes y sólo cinco millones de judíos? ¿Alguien le informó que israelíes e israelitas no son la misma cosa?

Eso sí, coherente con los más rancios estereotipos antisemitas, el Nobel de la Paz de 1980 asegura que los judíos argentinos (220 mil en 40 millones) son “muy numerosos” y –sobre todo– “muy fuertes”. Nada de que alarmarse: en una crónica sobre la presencia de Peres en Buenos Aires, Clarín aseguró que el presidente israelí escuchó un recital en una tanguería del Abasto en la que se congregó “la mitad del PBI argentino”.

El sobredimensionamiento de la comunidad judía argentina no es inocente; es una política visceralmente compartida por todos los peronismos, desde el menemista al kirchnerista.

Como un estercolero de acceso libre, el escenario público que hoy exhibe este país es de deprimente vulgaridad. Iletrados funcionarios rebuznan superficialidades insultantes; saben que aquí todo sigue su curso y nada grave ocurre en una sociedad reacia a los castigos y embriagada de transgresiones.

¿Será el alba de un tiempo diferente? No de inmediato, ni mucho menos. Estos años de pacto con el abismo no producirán una reversión balsámica instantánea. Es bueno intuir que tras tanto abuso, tiempos más curativos vendrán. Pero hoy no hay razones sólidas para profesar optimismo, ni siquiera moderado.

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Los bochornos del Matrimonio Presidencial

Por Nelson Castro

La saga del espionaje porteño desgastó profundamente la imagen de Macri. El viaje de Colombi, fue otro bochorno sólo superado por las imágenes de Antonini Wilson en la Casa Rosada.





"Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio” dice la letra de la famosa canción de Joan Manuel Serrat. Y algo de eso deben haber pensado, en algún momento de la semana que pasó, varios de los protagonistas de la enmarañada vida política del país atravesada, ciertamente, por verdades que van de lo escandaloso a lo penoso.

La conferencia de prensa que dio Mauricio Macri en el mediodía del jueves fue lastimosa. No hubo una sola explicación que sonara verosímil sobre el escándalo de las escuchas ilegales ejecutadas por el enigmático Ciro James.

El jefe de Gobierno pretendió darle al episodio un aire de cosa ajena francamente insostenible. El grueso error que cometió Macri con el nombramiento del cuestionado comisario Jorge “Fino” Palacios como jefe de la futura Policía Metropolitana, no va a ser fácil de enmendar. “Creía ciegamente en él”, confiesa un funcionario del gabinete municipal de estrecha cercanía con el jefe de Gobierno.

“Cuesta creer tamaña torpeza; ante tantas advertencias, lo menos que hubiera correspondido era investigar un poco más o, directamente, elegir a otra persona” , opina un dirigente del PRO aún anonadado ante la cerril defensa que durante semanas hizo Macri del ahora detenido comisario.

Seguramente, a la desdicha de estos días, al jefe de Gobierno porteño se le deben estar agregando la de estas horas. En efecto, la difusión que se hizo sobre el texto de la renuncia de Palacios, ocurrida en agosto pasado, que fue enviada directamente al mail de Mauricio Macri, impacta.

Ahí, el ex jefe policial, además de denunciar tareas de espionaje desde los servicios de inteligencia de la Nación sobre parte del futuro personal de la Policía Metropolitana, decía que “a la fecha sólo se han adquirido 15 patrulleros, 15 motos y los uniformes de aula de los cursantes…

Debe tenerse presente la imposibilidad, en las circunstancias actuales, que la policía pueda entrar en operaciones, no ya en el mes octubre, sino en noviembre, ya que no se han podido comprar aún las armas reglamentarais y lo que es peor, tampoco las municiones de práctica”.

En la noche del viernes, voces encumbradas del PRO capitalino expresaban preocupación por el futuro de la relación entre las dos fuerzas policiales, indicando su temor porque “la puja va ser muy fuerte, ya que los sectores corruptos de la Federal de ninguna manera van a querer ceder terreno sobre el domino de la prostitución, el juego clandestino y la droga”.

Lo cierto es que el costo político que todo este hecho está teniendo para Macri – aumentado por aspectos de la interna familiar que se han colado en esta historia para darle un toque que parece salido de la película El Padrino– es enorme.

La situación del ministro de Seguridad, Guillermo Montenegro, es muy delicada. “En realidad está pagando por el error de Macri, porque él lo alertó de la inconveniencia de nombrar a Palacios.” Lo cierto es que, en público, la defensa que el ministro hizo de Palacios fue tan cerrada como la que hizo el jefe de Gobierno.

Quienes están en la mira y, al parecer, con los días contados son tres ministros: el de Educación, Mariano Narodowsky; el de Espacios Públicos, Juan Pablo Piccardo, azotado por los violentos procedimientos de la Unidad de Control del Espacio Público (UCEP); y el de Salud, Jorge Lemus, un sanitarista de prestigio pero sin peso político propio para enfrentar la conflictiva situación de su área en todo el ámbito de los hospitales públicos de la ciudad.

Paradojalmente, a Macri le dio aire la desmesurada reacción del jefe de Gabinete del gobierno nacional, Aníbal Fernández, quien dijo que por mucho menos Nixon debió renunciar a la presidencia de los Estados Unidos. Alguien, o tal vez el mismo Dr. Fernández, advirtió lo erróneo de esta apreciación.

El escándalo Watergate, por el que Nixon tuvo que demitir, fue un hecho de espionaje de enormes proporciones destinado a perjudicar la campaña de George McGovern, el candidato a la presidencia por el Partido Demócrata en las elecciones de 1972. No hay hasta aquí ninguna evidencia de que Macri haya ordenado ninguna de estas repudiables actividades de espionaje. Si las hubiera, su carrera política estaría liquidada.

*********************

Hablando de bochorno, otro episodio relevante fue el que protagonizó el flamantemente electo gobernador de la provincia de Corrientes, Ricardo Colombi. Hay que recordar que en la caliente elección correntina, la contienda estuvo entre los primos Ricardo y Arturo, actual gobernador, tocados por una disputa familiar fenomenal. Ambos son radicales.

El candidato del Frente para la Victoria allí quedó lejos. Ricardo Colombi fue apoyado por el actual presidente de la Unión Cívica Radical, el senador Gerardo Morales, mientras que Arturo Colombi, lo fue por Julio Cobos. Por eso es que el anuncio del nuevo gobernador de apoyar el proyecto de reelección de Néstor Kirchner dejó al radicalismo colgando de un piolín. “Esto sí que no lo esperábamos”, reconoció un conspicuo hombre de la UCR.

Ricardo Colombi había bajado a Buenos Aires para negociar la ayuda de la Nación, sin la cual casi ninguna gestión provincial es viable. Lo malo no es la negociación en sí, sino sus términos.

En realidad, el acuerdo entre Colombi y los Kirchner se asemejó más a una capitulación que a una negociación. Esta manera aberrante de manejo de los fondos públicos que hace el matrimonio presidencial es propia de feudos y no de repúblicas. Y esto no habrá de cambiar en los dos años que restan del mandato de los Kirchner.

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Por eso es que el discurso de campaña, lleno de invocaciones a la concordia, al diálogo y la aceptación del disenso, pronunciado por el ex presidente en funciones en Comodoro Rivadavia tiene la credibilidad de la nada.

Tal vez el hecho más insólito de ese acto en Comodoro fue la presencia del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli. Verlo en ese palco a la misma hora que los vecinos de Wilde, impactados por el brutal asesinato de la arquitecta Renata Toscano, clamaban por mayor seguridad, fue una muestra de un monumental desatino político.

La situación del ministro de Seguridad provincial, Carlos Stornelli, está otra vez en la cuerda floja. Según con quien se hable dentro del gabinete de Scioli, el Dr. Stornelli está adentro o afuera, señal clara de que su gestión genera controversia no sólo en la población sino también dentro del mismo gobierno del que forma parte.

Los que hablan de la eyección del ministro de su poltrona, aseguran que Scioli estaría pensando en una figura de peso político propio para ocupar esa cartera; esa figura sería un intendente del Conurbano.

Con quien hubo contactos crecientes en los últimos días fue con el ex titular de la Agencia Recaudatoria de la provincia de Buenos Aires (ARBA), Santiago Montoya. Hubo un ofrecimiento para que volviera a ARBA, cosa que a Montoya no le interesa ni remotamente.

Hay que recordar que la situación del fisco bonaerense dista de ser buena ya que el presupuesto para el año 2010 tiene un déficit de 5.000 millones de pesos. De todos modos, la buena imagen de Montoya hace que Scioli lo siga teniendo en cuenta para ocupar un lugar en su gobierno.

Los datos de la economía comienzan a mostrar un bienvenido repunte. Ante la oportunidad que ello abre, es realmente penoso observar como el gobierno insiste en conductas que alejan la posibilidad de cualquier hecho que marque un acercamiento con la oposición. La última oportunidad perdida es el proyecto de ley de Reforma Política.

Son muchos los kirchneristas que, por lo bajo, reconocen que no entienden por qué tanto empecinamiento en que esto salga antes el 10 de diciembre, lo que, además, los deja mal parados. Ejemplo de esto es lo que le sucedió, la semana pasada, al senador José Pampuro, que es el presidente Provisional del Senado.

Dialogando con Julio Cobos a quien, a causa de un viaje que tiene que hacer en estos días a Portugal, Pampuro deberá reemplazar, le dijo que no había ningún ánimo por parte del oficialismo de forzar el tratamiento en el Senado del proyecto de ley de Reforma Política que cuenta con media sanción de la Cámara de Diputados antes del 10 de diciembre, ya que eso sería un despropósito y un mamarracho.

No habían pasado algunas horas de esa conversación, cuando se enteró que, desde Olivos, el matrimonio presidencial había bajado la orden de que la ley debía ser aprobada sí o sí antes del recambio legislativo.

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La inesperada aparición del video en el que se lo ve a Guido Alejandro Antonini Wilson en la Casa de Gobierno sacudió al oficialismo. Las imágenes en las que se lo observa claramente al valijero venezolano en el Salón Blanco de la Casa Rosada, durante el acto del lunes 6 de agosto de 2007 en el que habló Hugo Chávez, demolieron la pertinaz insistencia con la que distintos funcionarios quisieron negar esto.

La circunstancia, además, dejó muy mal parado al jefe de Gabinete, quien, con una obstinación digna de mejor causa, pretendió seguir tapando el sol con las manos. Es impresionante observar esta conducta inútil de querer poner peros ante la evidencia clara de la realidad. Para colmo de sus males, el origen de esas imágenes fue una filmación hecha por La Corte, que es la productora contratada para registrar todas las actividades públicas del matrimonio Kirchner, y archivada por Canal 7. De haber sido cualquier otro medio hubiera caído sobre él la ira K.

No es que hiciera falta el video para saber la verdad que ya constaba en el expediente judicial como producto de la detallada declaración de Victoria Bereziuk, la secretaria de Claudio Uberti, el ex titular del Organismo de Control de Concesiones Viales (OCCOVI) que era quien hacía negocios en Venezuela que algún día la justicia investigará con la decisión y la fuerza que hoy faltan a pesar del empeño de muchos fiscales y jueces honestos. Uberti fue quien hizo subir a Antonini Wilson al avión.

Más allá de que en algún otro país una situación como esta le costaría el puesto a Aníbal Fernández, bien le valdría recordar aquella famosa frase de Abraham Lincoln que dice así: “Se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo".



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sábado, 21 de noviembre de 2009

El matrimonio Kirchner se ha puesto un traje de amianto


Por Alfredo Leuco

El matrimonio Kirchner se ha puesto un traje de amianto que no les permite detectar los altísimos niveles de irritación social que han cosechado. Es el principal subproducto de su bulimia de poder. De esa carrera desenfrenada en círculos concéntricos cada vez más chicos que les hace perder el olfato político y la sensibilidad popular necesaria para poder discernir lo que es bueno o malo para ellos mismos.

Por eso han multiplicado los gestos autodestructivos y suicidas. Todas sus zancadillas y presuntas avivadas han logrado erosionar la confianza del ciudadano hacia la dirigencia política. Eso es muy peligroso porque astilla el valor de las instituciones republicanas. Y es una de las peores herencias que van a dejar: la sospecha permanente de que todos los políticos tienen precio.

El ejemplo mas caricaturesco fue el triste espectáculo boxístico que ofrecieron Aníbal Fernández y Mauricio Macri. Parecían escenas del viejo cine en blanco y negro donde dos grandotes parados en el centro del ring se intercambiaban mamporros cada vez mas fuertes esperando que el otro se caiga.

Una irresponsabilidad parecida a una ruleta rusa. Una lucha en el barro para ver quien es más destituyente. ¿El Watergate o Collor de Melo? ¿El espionaje o la corrupción?

La impericia del gobierno de Macri, la falta de iniciativa política que lo llevó a correr detrás de los acontecimientos para tapar agujeros , cierta ingenuidad imperdonable a esta altura y una gestión que no despega, le produjeron su mayor herida.

Néstor Kirchner, ni lerdo ni perezoso, olió sangre y como buen tiburón justicialista se le tiró a la yugular. Cree que Macri es el enemigo perfecto. Pero su gran problema es su propio desprestigio y la falta de credibilidad de su vocero, Aníbal Fernández. Ambos están entre los argentinos con mayor imagen negativa y Macri, todavía ocupa los primeros lugares en la consideración pública aunque la valoración de su gobierno viene cayendo.

El alquiler de conciencias o el tráfico de votos es un síntoma de una grave enfermedad social. Sincericida, Ricardo Colombi dijo “estas son las condiciones y hay que aceptarlas”. Esa actitud de resignación de la dignidad y sometimiento al poder central del dinero siempre existió. Coimas hubo siempre. Banelcos también. Pero fueron excepciones o emergentes de situaciones coyunturales.

Lo desesperanzador es que Néstor Kirchner las convirtió en políticas de estado, en un plan sistemático que, por ahora, funciona a la perfección. En un modelo de conducción. Varios quieren denunciarlo ante la justicia como un delito. Dicen que retener fondos de otros o ningunearlos es un abuso de poder y mucho mas si se ejerce desde el cargo de esposo en jefe. Prostituir la política es entrar en la lógica de los infames traidores a la patria. Por mas trajes de amianto que se pongan.

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