lunes, 7 de diciembre de 2009

Enemigos Cruzados

Diez años después de haberse puesto el país de sombrero, la Unión Cívica Radical se encuentra en condiciones históricas de volver a conducirlo.

La atención se concentra, prioritariamente, en Cobos, el que fuera considerado en 2007 como el acompañante ideal por El Elegidor, Kirchner, y por la señora Cristina, La Elegida. Incluso, también por el influyente poeta Alberto Fernández (hoy tristemente afectado por el inquietante “Mal de Caselli”).

Sin embargo, desde Santa Fe, la tierra de Mateo Booz, puede alterarse la programación del ajedrez nacional. El epílogo anunciado. Santa Fe es el territorio que quiebra la dinámica abúlica de la confrontación, que se registra en la hegemónica provincia de Buenos Aires. Es lamentable la ausencia de Córdoba, consumida en el plano local, al margen de algún amago previsible de De la Sota. Y del crecimiento de Aguad.

Duele, también, la intrascendencia de la metrópoli. En Buenos Aires-capital se asiste a la concatenación de fenómenos módicos. Primero, el indeseable descarrilamiento de Macri, hostigado el alcalde por el salvajismo de la izquierda y por los principios morales de la derecha. Del retroceso Macri puede aún reponerse, para disponerse, de una vez por todas, a gestionar.

Segundo, el llamativo fortalecimiento de Solanas. Es el dirigente universitario, de excelentes maneras, que se beneficia, estéticamente, a través de la adolescencia ideológica de la sociedad porteña.

Tercero, el instintivo esbozo de la resurrección de López Murphy. Asume LM el desafío titánico de transformar en méritos los desaciertos políticos del pasado.

Completa el cuadro expresionista la impotencia tradicional del peronismo de consorcio. Entre tantas fragilidades, se replantea el rescate de Lavagna. Otro referente valorable, instalado, hasta aquí, en la placidez del ocaso.

Dos enigmas. Con precipitación, puede sostenerse que lo exclusivamente gravitante es el duelo bonaerense. La Mazorca se encuentra dividida entre Kirchner y Duhalde. Ambos pugnan por la reconstrucción compartida del peronismo de la derrota.

Ante las indecisiones de De Narváez, son Kirchner y Duhalde los contendientes que preparan, con los valores de hoy, la presidencia de Cobos.

Emerge Cobos como el extraño “concertado”, captado oportunamente por el kirchnerismo. Hoy Cobos se erige como el radical providencial de Mendoza. Es el principal referente del pan-radicalismo socializante, que impulsa otra flamante Concertación. Esquema que, invariablemente, también se peroniza. Aceleradamente.

En el ascenso irresistible, Cobos debe sortear los dardos, cotidianamente envenenados, que le lanza la señora Carrió. Certeros como el dardo del desaire, casi elegante, del gobernador Binner.

Es -Binner- el socialista que deriva en uno de los dos grandes enigmas que se propone a la patria desde Santa Fe.

El otro enigma lo representa Reutemann. Crecen las expectativas por conocer, finalmente, los caminos que, los dos enigmas, van a tomar.

Reutemann se aposenta en “la mesa” del peronismo federal. Protagonista de la foto, junto con los hermanos Rodríguez Saá, Alberto y Adolfo, procedentes del Estado Libre Asociado de San Luis; con Busti, entrerriano, y con el misionero Puerta; con Romero, de Salta, y con el presidenciable Felipe Solá (afectado, también, por el “Mal de Caselli”, aunque con mayores fundamentos).

Por ahora, Reutemann se dispone, según nuestras fuentes, a esperar el desgaste irremediable de los dos adversarios internos de La Mazorca: Kirchner y Duhalde. Con el sinuoso objetivo de lanzarse en marzo por la candidatura presidencial. Desde la misma superstición partidaria. El peronismo.

La postulación eventual de Reutemann es federalmente necesaria. Demostraría que el resto secundario del país mantiene, aún, cierta importancia. Para constar en actas. El enigma Reutemann condiciona la decisión del enigma Binner. El adversario externo.

Si Reutemann se decide por el ámbito doméstico, la gobernación de Santa Fe, para competir acaso con el socialista Lifschitz, va a cargar -pobre- con la responsabilidad de otra decepción. Probablemente la última por una cuestión de credibilidad, más que de años (en 2011 tendrá 69).

Si Reutemann, otra vez, se achica, y opta por quedarse en la seguridad de la casa de campo, va a perder. No sólo contra Lifschitz. O contra el Barba Rossi. O -incluso- contra el persistente Bielsa. Va a perder contra la historia. “Olvídese, Reutemann se lanza en marzo”, confía la Garganta.

Sobre el enigma Binner proliferan conjeturas. La menos presentable lo asocia a Binner, con Kirchner. “Si a Binner le dan a elegir entre Cobos y Kirchner, le va a decir que no apoya a ninguno de los dos. Pero por sus códigos, en el fondo, lo prefiere a Kirchner -confirma la Garganta-. Y entre Carrió y Kirchner, también, mil veces, lo prefiere a Kirchner.”

Fuentes irrebatibles insisten en que, entre Binner y Kirchner, hay más “vínculos” de los que aparentan. Puentes tendidos de colaboraciones. Las versiones desbordan hasta atormentar al socialista estructurado.

Debe aceptarse entonces que Cobos, con Binner, cometió el error adolescente al proponerle, desde los diarios, que sea el compañero de la fórmula.

Se descuenta que Binner, carente de reelección, para posicionarse, para clarificar el enigma, va a avanzar con la candidatura propia. Pero sólo después de que se atreva Reutemann.

Mientras se cuentan las costillas, Binner y Reutemann prefieren esperar separadamente el desfile del verano. Lo que unifica a Binner, con Kirchner, en el fondo, es la presencia de los dos adversarios comunes. Reutemann y Cobos.

Enemigos cruzados. Por la fragmentación, el panradicalismo socialista se peroniza. Mantiene tres referentes principales, incompatibles entre sí. Cobos, Binner y Carrió.

Cobos quiere el consenso pero con la condición de que gire -el consenso- a su alrededor. Con Cobos como consensuador. Con Duhalde, en todo caso, en la sigilosa gestación de la madurez opositora. Seducidos, juntos, por la pasión del moncloísmo. La visión infantil del mitificado acuerdo de La Moncloa.

Los otros dos referentes, Binner y Carrió, nunca irán con Cobos. Pero tampoco podrán armar juntos nada amable, ni amigable.

Carrió mantiene el proyecto viable de erigirse en el parlamento como la antagónica natural de Kirchner. Para semejante categoría tendrá otros competidores. Desde Aguad hasta Solá. La esperanza de Carrió consiste en ganarse el derecho de polarizar con Kirchner. Por “prepotencia de trabajo”, diría Roberto Arlt. Por haberse conquistado el lugar, merced a la paulatina degradación de Kirchner, durante cinco años.

Carrió tiene que abandonar cierta costumbre cultural. Haberse convertido en la política ideal para alejarse. En la constructora permanente de diásporas personales. A pesar del carisma innegable, como mero efecto de la superioridad conceptual, Carrió tienta, a los otros, a tomar distancias.

Una antología escogida de los escapados del universo Carrió debiera ser siempre encabezada por la señora Graciela Ocaña. Seguida, de cerca, por Enrique Olivera, el galán “contactado”. En cartel francés, la señora Fabiana Ríos. Junto con la dupla picaresca de Macaluse y Raimondi. Rinconete y Cortadillo. La última en emanciparse de Carrió fue la señora Stolbizer. Y quien hace infatigables esfuerzos es la señora Patricia Bullrich. Por quedarse, por no romper. Por tolerarla.

Para permanecer, Carrió atraviesa la circunstancia tensa. Comparable, apenas, a la circunstancia de Kirchner. Para construir, Carrió y Kirchner tienen que destruir.

Carrió comparte, aparte, con Kirchner, otro enemigo común. Es Cobos. Entre los dos -Carrió y Kirchner- van a esmerarse en la faena de eclipsarlo.

En todo caso es Duhalde quien tiene que apresurarse para defenderlo. A Cobos. Porque todos los caminos conducen a Cobos. Hasta los que carecen de salidas.

Escribe Oberdán Rocamora
especial para Jorge Asís Digital

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