Por Jorge Fontevecchia
Por primera vez, Cobos sintió que su imagen positiva corría riesgos de comenzar a derrumbarse. Fue como en el sexo: aquello que en una proporción excita en otra mayor produce asco.
Cobos con Redrado, pierde. Afiches ultra K asocian al vicepresidente con el presidente del BCRA para desprestigiarlos. Juntos suman menos que separados.
Cobos interviniendo en el conflicto Redrado-Cristina y protegiendo a Redrado de la Presidenta resultaba pornográfico. En lugar de ser un acto de valentía, como fue su voto no positivo de la 125, esta vez lucía como un aprovechador de la debilidad de su compañera de fórmula. En la crisis del campo su voto no positivo ayudó a que se resolviera el problema, en el conflicto del Banco Central su intervención no hacía más que contribuir a que el problema no se resolviera.
Rápidamente, Morales, Aguad y Alfonsín comprendieron que el panradicalismo tenía más para perder que para ganar frente a la sociedad si un partido que cada vez que fue gobierno se quejó de no haber recibido del peronismo una oposición responsable ahora se comportaba como lo que siempre había criticado. Y aun con todo el descrédito de la Presidenta, Redrado no resultaba ideológicamente el aliado ideal para encarnar un conflicto de poderes.
Todo lucía oportunista entre ellos: cuando Cobos regresó de sus vacaciones dispuesto a autoconvocar al Congreso en contra del oficialismo, Carrió para llevar la contra recomendaba “encontrar un mecanismo consensuado con el oficialismo para no llevar esto a un conflicto generalizado de poderes”. Y cuando Cobos se volvió a Mendoza vencido sin reabrir el Congreso, Carrió arremetió contra “mis amigos radicales” (Morales y Aguad, Sanz y Alfonsín), a quienes acusó de “una negociación secreta con el kirchnerismo para regalarle al Gobierno la remoción de Redrado sin pasar por los mecanismos que obliga la ley”.
Cobos no sólo debe esquivar las críticas de Carrió y últimamente las de Macri, quien se sumó al kirchnerismo al exigirle públicamente que elija entre la candidatura del panradicalismo para 2011 y la vicepresidencia, sino los dardos cada vez más envenenados del oficialismo.
Enojados como nunca, amenazaron a Cobos con hacerle juicio político si autoconvocaba al Congreso. Y peor aún sería si convocara sesiones extraordinarias cuando ocupe la presidencia la última semana de enero durante el viaje a China de Cristina, aunque se anticipó a anunciar que descarta hacerlo.
Cobos, flor de Irupé. El vicepresidente es un hombre parado sobre dos camalotes, el del oficialismo en su condición de vicepresidente, y el de la oposición como principal candidato del panradicalismo. La corriente inevitablemente empuja a los dos camalotes hacia la separación y, por más que estire las piernas, Cobos tendrá que pasarse a uno solo de los dos. Su ideal sería seguir sobre ambos camalotes hasta 2011 pero cuando se acerquen las elecciones internas tendrá que saltar. Cuando Cristina lo acusó de querer ser presidente antes de 2011 y Cobos respondió “nos iremos juntos en 2011”, fue un acto fallido de su deseo más que una posibilidad real.
La leyenda guaraní sobre la flor de Irupé cuenta que es blanca como la pureza y roja como la sangre, porque así eran Morotí y Pitá: ella, la joven más hermosa de la tribu, y él, el guerrero más fuerte y valiente. El se sometía a los deseos de ella, quien lo amaba pero, coqueta y caprichosa, le gustaba ostentar ser dueña de la voluntad del guerrero.
Blanco y rojo son también los colores de la Unión Cívica Radical. Claro que eso no le garantiza a Cobos abusar del equilibrio que realiza entre sus dos camalotes, el kirchnerista y el opositor, sin que el gran espíritu de la opinión pública, como otro Ñandé Yará, se cobre su venganza hundiendo su imagen positiva
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