Por Rosendo Fraga
Si bien la elección legislativa del 28 de junio pareció un hecho inexistente para limitar o moderar el ejercicio del poder por parte de
Néstor Kirchner como jefe del oficialismo, ese resultado ha definido la tendencia de la política argentina para el mediano plazo, es decir para el próximo período presidencial.
Comenzando por la historia, condición necesaria pero no suficiente para el análisis político: está en desarrollo el sexto período presidencial consecutivo desde el restablecimiento de la democracia, en 1983; en los cinco casos anteriores,
quien perdió la elección previa a la presidencial fue derrotado en la siguiente, y quien la ganó obtuvo la victoria. No es una ley inexorable pero sí un antecedente que determina probabilidades.
En 2009, está claro quién perdió y quién posiblemente perderá: el kirchnerismo. Pero en esta oportunidad no está tan definido quién ganará, ya que lo hará la oposición, pero es por ahora incierto si ésta se expresará a través de un candidato del peronismo no kirchnerista, uno del radicalismo reorganizado o de una fuerza más nueva, como PRO.
Después de la elección,
Julio Cobos quedó como el candidato con más intención de voto en la franja no peronista y
Carlos Reutemann en la peronista, lo que no ha cambiado, pese a que
Kirchner,
Duhalde y
Menem han manifestado decisión de ser candidatos presidenciales.
Lo interesante es que los dos candidatos más votados en las dos opciones políticas más importantes significan lo mismo: son ideológicamente de centro, políticamente moderados, ambos tienen buena relación con el campo y además, son presidentes para un período de cuatro años y no de ocho.
Cobos, porque, de acuerdo con la Constitución, al ser vicepresidente un período, puede ser presidente sólo uno.
Reutemann, porque asumiría la presidencia a los setenta años y por edad, él mismo dice que a los setenta y cuatro no se presentaría a la reelección. Es decir que
ambos son una suerte de anti-Kirchner en su significado político.
Además, en la elección han tenido lugar algunos hechos singulares que muestran una tendencia de cambio.
Por primera vez desde 1945 –cuando surgió el peronismo–, el campo tiene más diputados que la CGT. Y fue la única vez en la Argentina que
dos hombres simbólicamente ricos han ganado los dos distritos más importantes el mismo día: de Narváez (con ayuda de Solá que no es rico) en la Provincia de Buenos Aires y Macri en la Capital.
Todo esto da una tendencia bien definida en cuanto a la dirección del cambio para la elección de 2011.
Pero en el corto plazo, los dos años de transición hasta la próxima elección presidencial que tendría lugar el último domingo de octubre –
si no se adelanta nuevamente– el liderazgo del ex presidente Kirchner irá en contra de la tendencia definida por la sociedad hacia el mediano plazo.
La historia reciente muestra que
Kirchner ha tenido cuatro derrotas políticas en el plano político nacional. La primera fue el fenómeno
Blumberg en 2004; la segunda,
monseñor Piña en 2006; la tercera,
el campo en 2008 y la cuarta, la derrota
electoral en 2009. En las cuatro,
reaccionó de la misma manera: manteniendo el rumbo y redoblando la apuesta.
La derrota encarnada por
Blumberg le quitó el consenso al reunir entre 150 mil y 180 mil personas en la plaza días después de que Kirchner reuniera entre 20 mil y 25 mil en la ESMA. Además,
le quitó poder al imponer sus propios proyectos para combatir la inseguridad en el Congreso.
El entonces presidente se replegó aproximadamente un mes, logró diluir a Blumberg y reconstruyó poder y consenso ganando las elecciones de 2005.
La derrota del proyecto de reelección indefinida –al fracasar su operación piloto en Misiones– fue la segunda. Kirchner volvió a replegarse brevemente, reconstruyó su poder con la candidatura de Cristina y reconquistó el consenso ganando la elección de 2007.
Tras la derrota frente al campo, reconstruyó el poder con la
estatización de las AFJP, pero esta vez no logró recuperar el consenso y sobrevino la derrota electoral de 2009. Frente a ella,
volvió a rearmar el poder con mucha eficacia con la sanción de la
Ley de Medios, pero no logró recuperar el consenso.
La historia muestra que
los líderes políticos cambian de ideología de acuerdo con intereses,
conveniencias y circunstancias, pero no modifican su estilo y Kirchner es un ejemplo acabado de ello. Por eso, redobló la apuesta después de la derrota, profundizando el
conflicto con los medios, el campo, la industria, la Iglesia y el vicepresidente Cobos. Ello seguirá siendo así en los dos años que vienen, optando el ex presidente por
construir poder aún a costa de perder consenso, como viene sucediendo desde el 28 de junio.
En los próximos años, posiblemente tendrá más capacidad de daño hacia sus adversarios que de construcción política a su favor porque estas acciones negativas lo seguirán distanciando de la opinión pública, que continuará reclamando un cambio hacia la moderación.
El conflicto entre dicha dirección y la acción del poder será el tema dominante en 2010 y 2011.
Quizás Kirchner ha dejado de trabajar para ganar la próxima elección porque ya la da por perdida o porque piensa que ahora es más importante la destrucción de sus adversarios sin reparar en el costo de seguir perdiendo imagen.
Es posible, que asuma una probable derrota en 2011, pero, en este caso, seguro piensa en retornar en 2015. Siempre es más fácil conocer la dirección de una tendencia como la descripta que percibir su velocidad. De acuerdo con ello, hay varias variables que pueden ser determinantes de la velocidad del conflicto mencionado, que determinará el escenario político de 2010.
La primera es qué sucederá con el Congreso que asumió el 10 de diciembre. Es claro que el oficialismo perdió la mayoría, pero en lo inmediato, difícilmente la oposición logre la unidad y la cohesión necesarias para imponerse. Por esta razón,
es probable que el Congreso quede neutralizado.
Será clave lo que suceda con el peronismo. El oficialismo queda en Diputados con un bloque de sólo 87 integrantes y el peronismo disidente con uno de 38. Cuando éste comience a aumentar a costa del anterior
será porque el PJ ya empezó a abandonar a Kirchner; ello será un indicador de que la oposición puede comenzar a imponer proyectos. En el Senado, el kirchnerismo tiene 32 legisladodores y el PJ Disidente, 13.
En cuanto al
veto, puede ser utilizado por el Ejecutivo
siempre y cuando no se generen manifestaciones en las calles contra el mismo. Ello sería más eficaz y rápido para impedir su uso que la convocatoria a un referéndum o plebiscito, como plantean algunos líderes de la oposición. Esto nos lleva a la segunda variable, que es
la protesta social en la calle.
La historia reciente muestra que en Argentina, cuatro presidentes dejaron el poder antes del plazo previsto (Alfonsín, De la Rúa, Rodríguez Saá y Duhalde). Si bien las causas fueron diversas, el detonante siempre fue el mismo: cuando el presidente pierde el control de la calle e irrumpe la violencia.
Este riesgo va en aumento y se mantendrá en 2010 al converger
el conflicto entre piqueteros oficialistas y opositores por el control de los recursos de asistencia social; el enfrentamiento entre conducciones sindícales aliadas del gobierno y delegados de base de izquierda; al tener la confrontación con los medios un capítulo en la calle (impulsado por
Hugo Moyano, aliado del Gobierno), y por los paros por aumentos salariales en provincias y municipios. A ello se suman las movilizaciones reclamando por la
inseguridad pública y la utilización de
las barras bravas de fútbol con fines políticos por parte del oficialismo.
La ofensiva contra los medios será otra variable determinante de la velocidad del conflicto político en los próximos meses. Los medios privados resistirán con diversas acciones la aplicación de la
Ley de Medios que el oficialismo logró sancionar.
Acciones del oficialismo para controlar empresas como
Papel Prensa y Telecom son otras manifestaciones de esta confrontación. La Justicia será un ámbito en el cual también se desarrollará y ello ya comenzó. Esto lleva a la cuarta variable determinante de la velocidad del conflicto.
La causa de
enriquecimiento ilícito de los Kirchner en manos del juez
Oyarbide es un indicador importante de que
el oficialismo mantiene el control de los jueces de primera instancia en causas críticas. Pero ello se da en un contexto en el cual la Justicia, incluida la Suprema Corte, más tarde o más temprano se mostrará más independiente del poder político.
Conclusión. Las elecciones del 28 de junio han definido la dirección del cambio de la política argentina para la elección presidencial de 2011, que puede ser definida como de giro hacia el centro. Ello se ha visto confirmado en el segundo semestre de 2009. Pero en el corto plazo, 2010 y 2011, el oficialismo irá contra esta tendencia y
de este choque surge el gran conflicto político del año próximo.
En los meses que vienen, variables como la autonomía del Congreso, la protesta social en la calle, el conflicto medios-Gobierno y el grado de independencia de la Justicia serán determinantes de la velocidad de dicho choque de direcciones.
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