Por Alcadio Oña
La decisión judicial de ayer ha puesto al Gobierno ante el peor de los escenarios. Y confirma, a la vez, la imprevisión con la que se manejó cuando decidió usar las reservas del Banco Central para pagar deuda externa y echar de un plumazo a Martín Redrado: todo por decretos de necesidad y urgencia.
Quedó claro desde el principio el objetivo que había detrás de los 6.569 millones de dólares del Fondo del Bicentenario. Significaba liberar otros fondos previstos para la deuda y aplicarlos a sostener el gasto público; además, manejarlos al gusto K. Esto ha capotado, quizás definitivamente.
En la conferencia de prensa del martes, la Presidenta afirmó dos veces que las reservas serían utilizadas "como garantía". Era la idea original: no tocarlas y emplearlas para avalar nuevos créditos. Y lo que pareció contradictorio con el DNU que ella misma firmó o una gaffe, puede ser el preanuncio de otra cosa.
Claro que en ese supuesto, deberá derogar el DNU del Bicentenario y una ley al Congreso. Aún así, tampoco será lo mismo.
En el pago de la deuda con reservas el costo era cero para el Tesoro Nacional. Y salir a tomar préstamos para repagar los vencimientos de este año entraña el riesgo de afrontar tasas considerables, dada la desconfianza que la Argentina despierta en los mercados y por más que sean respaldados con activos del BCRA. Otro golpe para las intenciones de Néstor Kirchner.
Según el DNU, el Gobierno podía disponer ahora de más de 17.000 millones de dólares. Y no sólo eso: permitía repetir la operación en 2011 y más adelante.
Había sido pensado para los dos años que le quedan de mandato a la Presidenta o, si se prefiere, con la idea de alimentar las aspiraciones del kirchnerismo de mantenerse en el poder. Esa ruta también ha quedado bloqueada.
El fallo de ayer le da dos veces la razón a Martín Redrado. Primero, porque él se negó a transferirle las reservas al Tesoro Nacional. Luego, porque ratifica que el decreto que por este motivo lo despidió debe ser tratado por una comisión del Congreso, tal cual manda la Carta Orgánica del Banco Central.
Redrado finalmente deberá dejar su cargo, pues nada obliga a Cristina Kirchner a acatar un dictamen adverso de la comisión. Pero el proceso no consumirá los 15 días que imaginó el kirchnerismo, sino un tiempo bastante más prolongado.
En algunos circuitos políticos se maneja una hipótesis sobre la actitud que podría asumir Julio Cobos, en el cuerpo que tratará el caso del presidente del BCRA. presidente todavía y no "ex presidente" como lo llama Cristina Kirchner.
Según esas fuentes, Cobos estaría cerca de respaldar de hecho la posición de Redrado. Pero buscaría una vía en el dictamen para "darle salida", una si se quiere indolora para la decisión que en cualquier caso adoptará la Presidenta. Buscaría evitar que lo llamen "destituyente" o cosas peores.
Otro impacto inevitable, en las actuales circunstancias, caerá sobre el canje de la deuda. Que si "está vivo", como afirma Amado Boudou, también ha quedado malherido.
Kirchner había bochado un par de cláusulas de la operación, que la hacían más costosa y también más atractiva para los bonistas. Ahora esta orden puede entrar en el limbo, igual que el canje mismo.
Por varias razones, Boudou no tendrá un buen fin de semana: en Olivos lo culpan de toda la ingeniería fallida.
Desprovisto de los 6.569 millones de dólares, el Gobierno deberá encontrar otra fórmula para sostener el aumento del gasto público del 30% o más que proyectaba. Para el caso de que exista: de lo contrario, el ajuste podría lucir inevitable.
En la trastienda de toda la movida oficial asoma el ostensible deterioro de las cuentas públicas. Apelando a cuanto recurso tuvo a mano y con mucha cosmética fiscal, el 2009 cerró con un déficit financiero de 7.131 millones de pesos, contra un superávit de 14.655 millones en 2008. Así, de un año al otro se perdieron 21.786 millones ó 5.688 millones de dólares.
Por si no se ha advertido, esos 5.688 millones son casi los mismos 5.695 millones que se pensaba sacar de las reservas. Aquí hay una clave para entender el DNU del Bicentenario.
El Gobierno alega que en 2009 aumentó el gasto público para contrarrestar los efectos de la crisis. Verdad a medias: viene creciendo sin pausa desde que asumió el kirchnerismo. En relación al PBI, subió 50% desde 2003.
El problema es que la recaudación no acompaña, como antes, las necesidades de la caja. Y que la presión impositiva ya resulta elevada, así sea una carga muy mal distribuida.
Eso se ve en una decisión que acaba de tomar el Central, a pedido del Gobierno. Le adelantó 1.800 millones de pesos.
La caja no es el único problema. Pasa, además, que el poder de fuego del kirchnerismo ha bajado considerablemente y no da como para ensayar nuevas audacias. La tentación nunca desaparecerá, pero los DNU frustrados han sentado otro precedente.
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