Por Alexis Di Capo
La decisión de
Martín Redrado de renunciar antes de que la
Comisión Bicameral Especial se expida sobre su desempeño como presidente del BCRA precipita nuevas polémicas.
La dimisión favorecería ampliamente a
Alfonso Prat Gay y a
Julio Cobos, embretados en una incómoda situación: si se pronunciaban en contra de aquél, como era su intención por múltiples motivos, aparecerían caminando en la misma vereda que
Néstor Kirchner. Y votar a favor del economista no estaba en sus planes, porque los expondría a la temida
acusación de destituyentes.
Pero el anuncio de
Aníbal Fernández en el sentido de que el Ejecutivo no le aceptaría la renuncia por estar en pleno funcionamiento la Comisión dejó al descubierto que
el gobierno no está solo interesado en el alejamiento de Redrado, sino en que el mismo esté convalidado por eminentes opositores como Cobos y Prat Gay, mano derecha de Elisa Carrió.
La operación K se centraba en demostrar que aun los más reconocidos opositores se negaban a apoyar a
Redrado. Ahora, en el Congreso empieza la discusión sobre
si la renuncia termina con la Comisión o si, como dice Fernández, al no aceptarla CFK, aquella debe seguir y expedirse.
Estamos en un terreno gris. Por comparación, la renuncia de los jueces sometidos al enjuiciamiento del Consejo de la Magistratura interrumpe el procedimiento. Acá se buscaría
forzar a Cobos y Prat Gay a través de la no aceptación de la renuncia.
Las opciones no parecen ser muchas. Aquellos dos podrían negarse a seguir adelante y son mayoría contra el kirchnerista
Gustavo Marconato, pero el problema quedaría irresuelto y se generaría un
nuevo mini conflicto de poderes.
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