domingo, 24 de enero de 2010

Las primeras señales del final irremediable de los Kirchner

Por Eduardo van der Kooy

Varias derrotas en una sola semana para los Kirchner. Obligados por la oposición, debieron dar marcha atrás con el relevo por DNU de Redrado en el BCRA. Tampoco podrán recurrir al uso de las reservas, según lo ratificó la Cámara. El Congreso empieza a ganar protagonismo.



Néstor Kirchner volvió a recurrir a su manual viejo y dilecto. De ese manual extrajo la última semana un ardid político que utilizó demasiadas veces en su apogeo de poder y que, por tal razón, pareciera desgastado: intentó cubrir la escena pública agigantando un conflicto con el propósito de disimular otro que tiene al matrimonio presidencial en jaque.¿Cómo sería eso? Sencillo y conocido: los Kirchner redoblaron, sin urgencias a la vista, su embate contra Julio Cobos para generar una crisis revulsiva y polvorienta que distrajo también a la oposición. El eje de la crisis dejó de ser en apariencia, como venía siendo, el desplazamiento por DNU de Martín Redrado del Banco Central y la creación del Fondo del Bicentenario para meterle garfios a las reservas.


Sólo en apariencia. El fallo de la Cámara en lo Contencioso Administrativo que ratificó la prohibición del uso de las reservas para atender deudas externas y confirmó las potestades del Congreso para decidir el destino de Redrado, devolvió al matrimonio a su triste realidad. Sucede que los Kirchner viven enamorados de las apariencias. De otro modo, entre tantas cosas, sería inexplicable la vigencia de las cifras del INDEC. Tales superficialidades revelarían que el matrimonio no mide o mide muy poco las consecuencias profundas de sus actos. Hay un Gobierno, una democracia, un sistema político, una institucionalidad y una reputación que se degradan cada día en la Argentina.

El desplazamiento frustrado de Redrado por decreto tuvo una enorme repercusión internacional, en especial en el universo económico y financiero.

A través de la suspensión del viaje a China, el mundo se anotició de que existe en nuestro país una Presidenta que sería rehén del vicepresidente. Aquel mundo sabía de las extravagancias argentinas, aunque no tanto. Arturo Valenzuela, el delegado que sin suerte envió hace poco Barack Obama, todavía no terminó de explicar en el Departamento de Estado que su diálogo aquí con el vicepresidente no significó un contacto con el Gobierno.

A los Kirchner no pareciera preocuparles demasiado aquel descrédito externo. Hace rato que Cristina renunció a la idea que pregonó en su campaña de la reinserción argentina en el mundo. El aislamiento es ahora similar o mayor al del Gobierno de su esposo. Y ese descrédito no provendría sólo de las extravagancias o de los desa guisados políticos. Llamó la atención, por ejemplo, el énfasis de Julio De Vido cuando amenazó los últimos días con la estatización de Telecom.

Lo hizo a raíz de una medida cautelar de la Justicia que frena su venta. Una parte de Telecom pertenece en el país al capital de Telefónica. En España y en Italia sospecharían que la jugada del ministro de Planificación apuntaría, en realidad, a dañar el valor de las acciones de Telecom para facilitar su compra por parte de grupos económicos afines al Gobierno. De Vido es desde hace mucho, en persona, el agente de ese negocio.

El conflicto entre los Kirchner y Cobos es vastamente conocido. Quizá se conozca menos la trama de las explicaciones que brindó Cristina para suspender su viaje a China y armar un nuevo escándalo. No habría en ciernes el riesgo político que la Presidenta describió. Podrá dudar el kirchnerismo del juramento de buena conducta que hizo el vicepresidente. Pero está claro que desde su condición de mandatario interino –cuando Cristina se ausenta del país– no está habilitado para firmar ningún decreto que no lleve, como mínimo, la firma de un ministro.

También podría ser, en medio de tantas supuestas conspiraciones y paranoias, que los Kirchner estén detectando la existencia de alguna lapicera traidora dentro del Gabinete.

Cobos venía capeando hasta ahora bastante bien la relación quebrada con los Kirchner desde que laudó a favor del campo al votar en contra de la resolución 125. Aquel gesto accidental y vacilante le permitió en poco tiempo trocar el anonimato en popularidad y convertirse en un presidenciable.

Conservó esa expectativa diferenciándose siempre en las palabras –antes que en los gestos– del matrimonio. Pero este verano, quizás, dio el paso en falso que le sirvió de excusa a los Kirchner para querer hacer rodar su cabeza de una vez.

El vicepresidente dijo que en el 2011 le encantaría enfrentar al ex presidente. Se oficializó como candidato y pareció desbalancear ese equilibrio milimétrico entre su papel institucional y el de dirigente opositor. Al del añejo problema con los Kirchner ha sumado ahora otros problemas: el de la permanencia en su sillón y el debate abierto en torno a su persona en el radicalismo y en casi todo el arco opositor.

¿Hasta cuándo podrá permanecer donde está? ¿Le seguirá sirviendo la guerra con los Kirchner para alimentar la ilusión presidencial? ¿O esa colisión constante le hará, al final, perder predicamento en la franja social que logró cautivar? Ni Cobos ni sus hombres tienen hoy una respuesta para esos interrogantes.

"Por ahora hay que seguir y pensar en un plan alternativo", confió uno de sus laderos principales.¿En que consistiría ese plan? "Julio no podría pasar de la vicepresidencia a la planicie política", explicó aquel mismo portavoz. Su retiro del poder debería ser acompañado, al menos, con su proclamación como precandidato radical. Pero eso forzaría a una aceleración de los tiempos para el cual ni el radicalismo ni el resto opositor parecieran preparados. La oposición en el Congreso convino en diciembre pasado, cuando consolidó la mayoría en Diputados, que la discusión sobre cualquier candidatura quedaría congelada hasta el amanecer del año próximo.

Los radicales no poseen ahora otro candidato que no sea Cobos. Pero resisten todavía rendirse a sus pies. No querrían tenderle, con tanta facilidad, una salida de emergencia: prefieren observar cómo el vicepresidente se las arregla para enfrentar la batalla más brava que le presentan los Kirchner.

El matrimonio no pretendería tumbarlo sólo para consumar el divorcio político con él. Cobos podría ser, además, un voto clave en un Senado donde existe paridad entre el kirchnerismo y la oposición. Los Kirchner no desean padecer con otros desempates.

Hay en la oposición demasiadas cosas que están aún en barbecho y que desaconsejarían decisiones apuradas. Los radicales vienen conversando discretamente con el socialismo, pero el partido de Hermes Binner no ha roto su alianza con Elisa Carrió. La líder de la Coalición le hizo la cruz a Cobos, toma distancia con la UCR y tiene un vínculo ambivalente con el socialismo. Carrió también sufrió la última semana un momento de confusión: pidió la renuncia de Cobos, igual que Mauricio Macri, aunque luego se rectificó sin dejar de criticar el papel del vicepresidente. El humo de la maniobra de los Kirchner pareció cegarla.

La oposición se enreda en esas situaciones y se enreda también con sus diferencias insolubles. Aun así, está logrando trazarle ciertos límites al poder que los Kirchner utilizaron por años a discreción. Hay en ese sentido una determinación firme de Felipe Solá, Carrió y el PRO de Federico Pinedo.

La determinación es más lábil en el radicalismo. El primer límite fue aquel reparto de poder en el Congreso cuando cambió su composición. Otro, fue haber forzado a la Presidenta a enviar el DNU de despido de Redrado a la Comisión Bicameral. Ahora presiona sobre el Fondo del Bicentenario. Es decir, el decreto que pergeñaron los Kirchner para utilizar 6569 millones de dólares del Banco Central y abrir la puerta a otros 11 mil millones de pesos, supuestamente libres de disponibilidad.

La oposición, como ocurría hasta hace poco, no parece ya sentirse solitaria en un desierto. Los fallos de dos instancias judiciales –una jueza y la Cámara– estarían apuntalando su estrategia. El Gobierno tiene pensado recurrir a la Corte Suprema aunque sabe que el máximo Tribunal no entendería en el tema y, además, le viene marcando los excesos de poder.

Esos excesos pertenecen a la génesis política de los Kirchner pero han tenido, en este conflicto, otros exponentes: Aníbal Fernández, el jefe de Gabinete, Amado Boudou, el ministro de Economía y Carlos Zanini, el secretario Legal y Técnico. De ellos salió la directiva para que dos directores del Central, Miguel Pesce y Sergio Chodos, hicieran el giro de las reservas antes de que la jueza María José Sarmiento aceptara la medida cautelar presentada por la oposición.

La maniobra se frustró por dos razones. Entre la apertura del clearing bancario del viernes 8 y el fallo de la jueza mediaron apenas 45 minutos. Pesce y Chodos intentaron dilatar la notificación del fallo, pero un gerente de carrera del Central se encargó de difundirla.

La pelea en el Central no cede. Se difunde información sobre gastos de Redrado en taxis aéreos: esos taxis habrían trasladado dinero a los Tesoros regionales para frenar la corrida cambiaria que se produjo en octubre, el día después de la estatización de las AFJP.

De esa misma jornada, afirman fuentes del Central, podrían surgir sorpresas: la compra de millonarias cifras en dólares de personas y empresas muy cercanas a los Kirchner.

Redrado, pese a la amenaza descarada de Aníbal Fernández, piensa aguardar la conclusión de la Comisión Bicameral antes de decidir sus pasos.

La oposición asoma envalentonada como nunca. La Justicia, por distintos conflictos, falla en contra de los intereses del Gobierno. Esas parecerían, ahora sí, las primeras señales del final irremediable de los Kirchner.

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