miércoles, 27 de enero de 2010

Redrado puso condiciones que enmadejan aún más la realidad

Por Eduardo van der Kooy


Néstor Kirchner ha martillado con el tesón de un pájaro carpintero las cabezas de Aníbal Fernández, el jefe de Gabinete y de Miguel Pichetto, el jefe del bloque se senadores oficialistas. Esos furiosos militantes kirchneristas han sido los que, con mayor vehemencia cargaron contra el desplazado titular del Banco Central, Martín Redrado.


Existieron otras voces de condena pero más moderadas, como la de Daniel Scioli. Tal vez porque el gobernador de Buenos debió contemplar las demandas de Kirchner pero, también, un viejo lazo que lo vincula a Redrado desde los años 90.




La ofensiva instrumentada por Kirchner se complementa con los pedidos cotidianos de celeridad que Cristina Fernández le hace a la Comisión Bicameral que, recién ayer, comenzó a recoger testimonios, los de Amado Boudou y Miguel Pesce, interino en el BCRA, sobre el escándalo que rodea la separación de Redrado de su cargo.

Los Kirchner están desesperados por una razón. Cada día que se prolongue la actividad de la Comisión Bilateral y que Redrado -aún afuera del BCRA- ocupe el centro de la escena, mayor será el daño a la autoridad que sufre el matrimonio.

¿Por qué razón? Redrado es un funcionario -o ex- con un débil soporte político, reconocido sólo en algunos sectores del peronismo. De hecho, ocupó cargos públicos, económicos y diplomáticos, con Carlos Menem, Eduardo Duhalde y Kirchner. Siempre le otorgó prioridad a su perfil técnico antes que al político, lo cual hablaría del limitadísimo respaldo que recibió en estos tiempos de conflicto de parte de la oposición. Tal vez los radicales fueron los que, con mayor énfasis, mostraron la espalda.

Con ese módico bagaje se plantó ante los Kirchner cuando el matrimonio pretendió recurrir a las reservas del BCRA para garantizar el pago de los vencimientos externos de este año. Ni siquiera hay comprobación fehaciente de que sea así. La urgencia con que los Kirchner pretenden manejar la cuestión trasuntaría una doble necesidad: política y económica.

La política, para intentar ocultar cuanto antes una debilidad que asoma en público. La económica, porque el Gobierno requeriría ahora mismo de los Fondos del Bicentenario para tapar el creciente agujero fiscal. El grueso de las deudas internacionales vencen recién en agosto. No se explicaría, en ese sentido, tanta celeridad.

El desafío de Redrado sirvió para que la oposición se alzara con otra victoria cuando forzó a Cristina a elevar a la consideración del Congreso el DNU mediante el cual había pretendido despachar al economista. Pero, tal vez, no fue esa la señal más significativa para Kirchner. Lo sería, en cambio, la general prescindencia de dirigentes del PJ y gobernadores partidarios frente al pleito que enfrenta el Gobierno.

Redrado no piensa renunciar después de que declare en la Comisión Bicameral. Para esa declaración puso condiciones que enmadejan aún más la realidad. Aguardará que los tres integrantes de la mermada Comisión, que debe estar compuesta por cinco miembros, concluyan, o no, en la imputación de mal desempeño de funcionario público que le hizo Cristina en su DNU.

Si se le imputa aquel mal desempeño proseguirá su defensa en las instancias de la Justicia. Pero dará un paso al costado. También lo dará si la Comisión Bicameral decidiera aconsejar su no destitución. Algo improbable, a priori, si se repasa la condición de ultrakirchnerista del diputado santafecino Gustavo Marconato, la trama que viene tejiendo Julio Cobos con la UCR, en su carrera hacia el 2011 y ciertas líneas de pensamiento de Alfonso Prat Gay.

Tal vez el diputado de la Coalición sea el mayor obstáculo que deba sortear el kirchnerismo. No por una razón de afinidad con Redrado, sino por la estrategia que marca su jefa. Elisa Carrió no reniega de la celeridad pero quiere que la Bicameral analice toda la gestión Redrado y también algunas presentaciones de dirigentes opositores. "El tiempo es un problema de los Kirchner, no nuestro problema", explica. Y tiene razón.

Redrado querría que otro par de cosas quedaran claras. Primero y antes de declarar que se derogue el DNU de Cristina, que lo despidió. La actuación parlamentaria, en un caso como éste, no es vinculante. Pero debe ser anterior a cualquier determinación presidencial. Aquel DNU está vigente. La Bicameral omitió ese detalle. Los pasos han sido alterados.

No fueron, en verdad, los únicos pasos en falso. Aníbal Fernández amenazó el viernes pasado con impedir el ingreso de Redrado al BCRA. De hecho se lo impidieron el domingo a la tarde. Pero el jefe de Gabinete, para disimular la acción directa del Poder Ejecutivo, explicó luego con caradurez increíble que tal impedimento había corrido por cuenta de los policías que reportan al directorio del Banco.

A juicio de Redrado, en la Comisión Bicameral no estaría representado el Senado. Cobos es vicepresidente y titular del Senado pero con derecho a voto sólo en instancias de desempate, como ocurrió durante el conflicto con el campo. También la norma establece que la Comisión puede funcionar con simple mayoría. La tiene con los tres miembros que comenzaron su labor. Hay una zona gris en la interpretación que no favorecería los intereses de Redrado. Designar a los dos senadores que faltarían insumiría más tiempo. Y el tiempo es de lo que carecen los Kirchner.

El kichnerismo querría borrar a Redrado del mapa ahora mismo. Por ese motivo, quizá, Cristina y Aníbal Fernández instaron al procurador general a investigar y abrir una causa por encubrimiento al ex funcionario. Redrado había advertido sobre la supuesta millonaria compra de dólares de gente cercana a los Kirchner, pero sus abogados defensores negaron con escaso decoro esa aseveración.

Los Kirchner quieren definir esta pelea como sea. Les esperan en el horizonte nuevas y, quizás, más bravas peleas.

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