Por Horacio Caride
Los métodos de coacción son siempre a todo o nada. El grave episodio en el Banco Central se podría haber resuelto con el aislamiento interno que, de hecho, le estaban propinando a un Martín Redrado que se resistía a dar un paso al costado.
Sin embargo, al agotarse la paciencia de los Kirchner, utilizaron un decreto que soslayó la participación obligatoria del Congreso, que según la carta orgánica del Banco Central, es la que puede definir la destitución de su titular.
La relación tumultuosa con Martín Redrado no fue para los K algo inusual, sino la confirmación de una tendencia: la facilidad en que un aliado circunstancial se convierte en un adversario tenaz cuando no existe un filtro para contener las disidencias.
La génesis del problema se remonta a la creación del proyecto Kirchner Presidente. Se fue convirtiendo en un azote para el gobierno. La forma crispada de responder del matrimonio gobernante obedece a una naturaleza desconfiada en exceso.
A poco de ser bendecido por Eduardo Duhalde, Kirchner le disparó con munición gruesa al decir que no sería "chirolita de nadie". Se ubicó en un lugar de víctima-victimario. Desde el sector del hoy pre candidato para 2011, señalan que el dirigente bonaerense solo quería ser una suerte de consultor permanente en cuestiones de Estado y que nunca le pasó por la mente ser opositor de un gobierno de signo peronista.
Duhalde le había facilitado al pingüino la transición: hizo el ingrato trabajo de devaluar y sofocar aristas graves de la crisis económica y social. Le dejó como ministro a Roberto Lavagna, quien fue expulsado por K, cuando empezó a objetar la "cartelización" de la obra pública y la no adecuación de las tarifas de las empresas de servicios públicos. Lavagna tenía una personalidad fuerte que chocó con la de Néstor. "Era un pavo real", decía Kirchner, mientras estudiaba economía.
Sin duda, otra salida rutilante y ruidosa fue la de Alberto Fernández, quien se fue al fracasar en sus intentos por resolver amistosamente el conflicto con el campo. El ex jefe de gabinete fue desautorizado a último momento cuando armaba reuniones con la mesa de enlace agropecuaria. El principal saboteador era Néstor Kirchner. La paciencia de Alberto se agotó cuando debió neutralizar una amenaza de renuncia de Cristina, quien era alentada por su esposo. Néstor entendía que, en medio de la pelea por las retenciones al agro, debían irse como "perseguidos".
En el fragor de esa lucha, renunció el autor de la polémica resolución 125, Martín Lousteau, hoy colaborador de otro detractor, Felipe Solá. Lousteau, reveló que se decepcionó del proyecto cuando veía los métodos que aplicaba, por orden de la Rosada, el secretario de Comercio, Guillermo Moreno. Muchos recuerdan, durante un acto en Plaza de Mayo, el gesto de degüello que Moreno le hizo al joven ex ministro de Economía, lo que quedó como un símbolo de intolerancia.
"Traidor h. de p...", se pudo leer los labios del ultra K Carlos Kunkel, cuando en una sesión de Diputados, descalificó a Solá, quien pretendía impulsar un proyecto alternativa de recaudación impositiva al campo. Esa circunstancia, marcó el pase de Solá a la vereda de enfrente y la pérdida de un canal de comunicación entre el gobierno y los estamentos rurales.
Hay muchos otros casos testigos de la decepción por los malos tratos kirchneristas. Luis Juez pasó de ser un pintoresco intendente transversal de Córdoba, a un furioso contrincante que denunció fraude en la elección en la que Juan Schiaretti fue consagrado gobernador de la provincia. Juez dijo que el gobierno nacional le jugó en contra, apoyándose en un peronista tradicional. Circunstancia ésta que marcaría el alejamiento del gobierno de fuerzas independientes y de centroizquierda. Ese sector, casualmente, será clave para destrabar situaciones de paridad en el nuevo Congreso. Hoy también el vínculo es de amor-odio.
Otro caso que pasó de la adhesión al desengaño, sin escalas, es el de la diputada Victoria Donda, hija de desaparecidos. Acompañó con romanticismo (mucho más que el de Bonasso, otro desencantado) los primeros pasos gubernamentales de Néstor, sobre todo en materia de derechos humanos. La vuelta a la denostada "pejotización", centralizada en la alianza con los barones del conurbano, produjo la desazón en varios cuadros juveniles que se escindieron de la agrupación "La Cámpora".
Algunos gobernadores peronistas ya no se someten como antes a la lógica de "la caja". Obvio, los que más se rebelan son los que cuentan con recursos propios sustentables. El primero que rompió amarras (con idas y vueltas) fue el de Chubut, Mario Das Neves. Apresurado en lanzarse como candidato presidencial, se queja de que la pareja santacruceña no dialoga. El idilio se terminó cuando Kirchner se hizo el desentendido en pleno pleito petrolero. No le dio ayuda y le pidió que apoyara económicamente al empresario Rudy Ulloa, a quien se sindica como "testaferro" de Néstor.
A la caída legislativa en Buenos Aires, el pasado 28 de junio, le siguió otra mala noticia: Agustín Rossi, el presidente del bloque oficialista en Diputados, quedó tercero, y agigantó la figura de Carlos Reutemann. El gobernador socialista Hermes Binner, quien supo coquetear con los K, está hoy tratando de armar un flanco progresista crítico al gobierno. Se siente descuidado, sin contención. El poder central ya no cuenta con Reutemann, y lo de Binner está en veremos. Dos hombres con buena imagen y con buena sintonía con el interior agrícolo-ganadero, que no oculta su bronca.
La maquinaria transformista no se detiene. Graciela Ocaña, llegó al PAMI de la mano de Cristina, después de divorciarse de su mentora, "Lilita" Carrió. Con una imagen de incorruptible, la "hormiguita" cayó en la red de los manejos que los sindicalistas hacen de las obras sociales. Hizo primero denuncias puertas adentro. Harta, aprovechó, la crisis de la gripa "A", para retirarse. Sus aportes y pruebas condujeron a la investigación que concluyó con la detención del bancario Juan José Zanola, en la causa por la mafia de los medicamentos.
Los K, especialistas en fabricar adversarios
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