jueves, 21 de enero de 2010

El Matrimonio Presidencial se ha enamorado de su propio discurso

Por Luis Majul

En la última entrevista concedida por Néstor Kirchner a Horacio Verbitsky, en los últimos ataques de Cristina Fernández, pero también en los argumentos de ultrakirchneristas como Aníbal Fernández y Diana Conti hay una idea común y repetida. Una idea que sostiene, directa o indirectamente: "Nosotros somos el Bien. Somos progresistas que luchamos contra el Mal".


Los recientes desbarajustes son producto de la Profundización del Modelo. Los que nos atacan son el Establishment. Conservadores de Derecha a los que les estamos impidiendo hacer nuevos negocios. Níngún gobierno llegó a tanto como el nuestro. Ahora nos están pasando la factura.


Los “logros históricos” donde se asienta el discurso del hombre a quien uno de sus incondicionales, el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Fellner, acaba de adjetivar como “ El Loco”, son los siguientes:

-El cambio de una Corte Suprema de Justicia transera y de mayoría automática por otra más eficiente, más autónoma y más responsable que la anterior.

-Su política de derechos humanos.

-La eliminación de las Administradoras de Fondos de Pensión para Jubilados y Pensionados (AFJP).

-La lucha contra el campo.

-La aplicación de la Ley de Medios.

-El fútbol para todos.

-La implementación del Ingreso “Universal” por hijo.

Solo el histórico cambio en la Corte y la fuerte voluntad política para empujar la continuación de los juicios por delitos de lesa humanidad podrían ser reconocidas como medidas de fondo y progresistas.

Todas las demás tuvieron de progresista solo el marketing. Porque sus efectos no permiten concluir que mejoró, en la práctica, la situación de los jubilados y pensionados, la de los pequeños y medianos productores del campo en detrimento de los grandes productores sojeros, lecheros o ganaderos; la vida de aquellos que miraban fútbol antes de romper el contrato con la empresa que lo explotaba o la de quienes empezaron a cobrar el beneficio social de manos de distintos intermediarios.

Es más: la política económica que se implementó desde el final del gobierno de Néstor Kirchner y que se prolongó hasta ahora generó tres millones de pobres más, un aumento considerable de desocupación y de todos los fenómenos asociados con la pobreza y el desempleo. Es decir: una peor educación y el constante crecimiento de los casos de inseguridad.

Tampoco se pueden considerar progresistas los innumerables hechos de corrupción que contaminaron y siguen contaminando a las administraciones de Kirchner y Cristina Fernández.

“La corrupción no es progresista. Y el veto de la Presidenta a la Ley de Glaciares tampoco. Más bien expresa el compromiso del gobierno con los grandes grupos económicos multinacionales que se llevan nuestros minerales y las remesas de dinero que producen esos minerales también” me dijo antes de fin de año Fernando Pino Solanas. Y el ex kirchnerista Miguel Bonasso piensa exactamente lo mismo.

Puede ser que el matrimonio presidencial se haya enamorado de su propio discurso. Y no es descabellado pensar que el jefe de gabinete lo repite aunque no se lo crea. Porque trabaja de eso y es lo que mejor le sale.

Pero el reparto discrecional de los fondos del Estado a los incondicionales no es progresista, ni ético ni justo. La pretensión de imponer cada medida sin consensuarlo con la oposición no es una muestra de autoridad, sino puro autoritarismo.

Los desbarajustes monumentales como los que disparó el innecesario conflicto con el campo y la creación prepotente del Fondo para el Bicentenario muestran que el matrimonio presidencial no gobierna con sentido común, sino a través de impulsos irracionales.

Fellner mostró parte de esa irracionalidad, cuando les dijo a sus pares de la oposición que si le proponía al ex presidente una negociación para desplazar a Martín Redrado y discutir en el Parlamento el Decreto de Necesidad y Urgencia del Fondo del Bicentenario ‘El Loco lo echaría a patadas‘.
Alberto Locatti fue el cómico que en 1980 arrojó a su mujer por la ventana y estuvo seis años preso por eso. Uno de los que lo llamaba Locatti es Sergio Massa, ex jefe de gabinete y actual intendente de Tigre. Fue una manera de vengarse de dos sobrenombres que le puso Kirchner a él. Uno fue Massita. Y otro Rendito, por Jorge Rendo, director de Relaciones Intitucionales de Clarín. Al último, el ex mandatario lo empezó a usar para que sus incondicionales supieran que, según él, el intendente “jugaba para el Grupo”. Massa le devolvió la gentileza dos meses antes de su ida del gobierno: le empezó a llamar Badman.

Badman significa hombre malo, en inglés. Pero todos entienden que así sonaría Batman, el hombre murciélago, en la voz de Kirchner, por su evidente dificultad para vocalizar.

Así de crueles son en el peronismo cuando empiezan a olfatear la pérdida de poder.

Y no hay ‘discurso progresista‘ que pueda disimularlo.

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