Por Susana Viau
La Presidenta demostró con la postergación del viaje a China hasta qué punto la política tiene para Olivos una dimensión barrial. Los radicales perdieron la oportunidad de consolidarse como ejes de la oposición que, por estos días, gira en torno a Felipe Solá, Federico Pinedo y Elisa Carrió, en ese orden.
Cuando
Cristina Fernández anunció que aplazaría su viaje a
China,
el mayor comprador mundial, porque no confiaba en lo podía hacer el vicepresidente durante su ausencia,
dibujó un país en situación de extrema vulnerabilidad institucional e hizo descansar su propio poder en la cabeza de un alfiler.
El hecho muestra a las claras que
la política tiene para el matrimonio santacruceño una
dimensión barrial. Preocupada por obtener réditos internos, la Presidente se desentendió de las consecuencias que sus palabras causarían más allá de las fronteras.
El desatino pudo haber envuelto en el escándalo
la deteriorada imagen internacional de la Argentina pero, afortunadamente,
a nadie se le ocurrió asignar a esas declaraciones un gramo de seriedad.
Los Kirchner responden con una
peligrosa aceleración discursiva a la evidencia de que
sus vínculos con la ciudadanía se debilitan sin remedio y los otros poderes de la República no son ya territorios anexados.
Estos días, desde
el atril que ha convertido en una prótesis de su gestión, la Presidente incursionó en zonas escasamente propias de un jefe de Estado.
La alusión insidiosa a la filiación de Felipe y Marcela Noble Herrera, deslizada para
atacar a un periodista del Grupo Clarín, puso de relieve una vez más
el carácter instrumental que los derechos humanos tienen en el dispositivo propagandístico de los patagónicos. La adopción y la identidad son cuestiones con las que la primera magistratura no debería permitirse chicanear.
Ni siquiera
la caída permanente de imagen e intención de voto ha logrado convencer a
Cristina Fernández de la necesidad
moderar sus excentricidades. Quizás los datos que arroja la encuesta de un conocido consultor la hayan convencido de que no se trata de errores propios sino de un fenómeno generalizado.
Julio Cobos, consigna el sondeo,
registra un lento descenso en las preferencias de los electores y
la misma tendencia pareció asomar en Buenos Aires respecto de Francisco de Narváez. Se trata de variaciones pequeñas, puesto que el vicepresidente sigue encabezando las cifras a nivel nacional y el empresario se mantiene primero, con mucha diferencia, en la provincia de Buenos Aires.
El intendente de Tigre,
Sergio Massa, ocupa el segundo lugar en la predilección de los bonaerenses. El jefe de Gobierno porteño,
Mauricio Macri, en cambio,
sufrió una merma importante de apoyos en su distrito, pero la Capital representa apenas el 4 por ciento del caudal electoral.
La mala performance se compensa a nivel nacional, donde se coloca por detrás del vicepresidente, aún gran favorito.
Eduardo Duhalde no consigue todavía remontar las opiniones positivas, si bien sus seguidores se entusiasman a la luz de los resultados que marcan
una significativa disminución de su imagen negativa que superaba el 50 por ciento y hoy ronda los 27 puntos.
En el variado espectro del
Peronismo Federal coinciden en que, de todos modos, es demasiado pronto para candidaturas y sólo la decisión de
Carlos Reutemann podría comenzar a producir un reordenamiento del tablero justicialista. El punto de vista es compartido incluso por una figura importante del kirchnerismo que, imbuida de cierto escepticismo acerca de la propia suerte, admite:
“Reutemann es el único que puede cruzar el Jordán y alinear al peronismo. Con él hay armados, se distribuyen fichas. Sin él está todo abierto”. La definición, habría deslizado el ex corredor de Fórmula 1 a uno de sus interlocutores habituales, podría tener lugar en marzo o abril. En el peronismo disidente descreen de la firmeza de esos plazos.
“Es demasiado pronto –sostienen– Le dejaría mucho tiempo por delante. No lo va a hacer todavía”.
Mientras tanto, la figura del
Ing. Felipe Solá crece desde la presidencia del bloque. Junto al jefe del PRO,
Federico Pinedo, y la líder de la Coalición Cívica,
Elisa Carrió, parecen haberse
cargado al hombro el rol de la oposición, frente a un radicalismo que en las últimas semanas se presenta extrañamente desvaído y enfrascado en sus pujas internas.
Así se vio durante la reunión en la que se dio a conocer por
Felipe Solá, el pedido de juicio político a
Aníbal Fernández. Si bien había enviado un correo electrónico prestando su conformidad al texto, el titular de la bancada de la UCR en la Cámara baja,
Oscar Aguad viajó ese día
de Pinamar a Córdoba sin pasar por las oficinas del bloque de la Coalición Cívica, donde se llevó a cabo la rueda de prensa.
Ricardo Alfonsín también había comprometido su asistencia,
pero tampoco llegó.
Una atmósfera de sospecha ha invadido el Congreso y allí reside, tal vez, el único triunfo que el kirchnerismo puede adjudicarse por estos días.
En la Cámara de Diputados y en el Senado atribuyen
el repentino desdibujamiento radical más a un acuerdo secreto con el oficialismo que a las vacaciones de sus legisladores. Intuyen que el punto de negociación puede consistir en la entrega, en bandeja, de la cabeza del titular del Banco Central,
Martín Redrado.
“Ya le soltaron la mano –argumentan–, lo dejaron en la boca del lobo.
Si Cobos tiene agallas este proceso llega a marzo. Si hubo pacto, termina en dos semanas, como quiere el gobierno”.
Entrevén, además, que en el debate interno del radicalismo no se dirime sólo una cuestión coyuntural. Sostienen que
Cobos está convencido de la necesidad de contar con una vertiente peronista para triunfar en el 2011 y choca con el férreo rechazo de una amplia fracción de la UCR, refractaria a la idea de reflotar una experiencia de transversalidad que dinamite otra vez la laboriosa reconstrucción partidaria.
Contra lo que se presumía, el proceso que encendió la crisis del Banco Central, lejos de consolidar el papel de cabeza de la oposición que había asumido la UCR, fortaleció a los bloques más reducidos de la concertación anti-K.
Puesto en ese brete,
el Gobierno reaccionó multiplicando sus enemigos: ahora son
Cobos, Redrado, la Justicia, el Parlamento y la prensa.
Shakespeare hacía decir a Claudio que los males no llegan de a uno, como los espías, sino que vienen en escuadrones. En ese drama está el kirchnerismo. Aunque esas desventuras son su propia creación.
Fuente: Crítica de la Argentina
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