Por Jorge Oviedo
Cuando en 2005 se hizo el canje de la deuda que estaba en default, Néstor Kirchner dijo que era el más exitoso de la historia, dedicó ofensas desde el atril a quienes criticaban su política económica, declaró terminado el problema de la deuda pública y logró del Congreso una ley cerrojo para evitar que nunca jamás se les pagara un centavo a quienes no aceptaron el trato.
Ahora apoya la decisión de su esposa de reabrir el canje y renunciar al “cerrojo”, y la panacea universal es pagar a quienes entonces no aceptaron con reservas del Banco Central, aun a costa de generar peligros claros de devaluación, inflación y corrida bancaria. A los Kirchner, que ofendieron en cuanta oportunidad tuvieron a quienes dijeron que el proyecto era insostenible, no se les ven signos de la más mínima autocrítica.
No se podía dejar en cesación de pagos una deuda casi tan grande como el default que hizo Rusia en 1998 y creer que luego se retornaría sin más a los mercados de crédito.
El pomposamente llamado Fondo del Bicentenario es una declaración de debilidad y la muestra del fracaso. Para tratar de conseguir préstamos, hay que hipotecar el respaldo del circulante, de los papeles del Banco Central y de una parte de los depósitos. Si el país, como dicen los Kirchner, hubiera tenido superávit fiscal genuino y hubiera pagado sus deudas razonablemente, hoy conseguiría crédito.
Como mínimo, lo habría logrado después de “la renegociación más exitosa de la historia”. Desde entonces la Argentina sólo logró préstamos a tasas usurarias del gobierno venezolano. Esa fuente de financiamiento ya no está disponible. Venezuela no puede sostenerse aunque el precio actual del petróleo sea alto y sufre una crisis extrema.
Los países que tienen una reputación razonable no necesitan poner garantías de pago cuando la liquidez sobra. No es sólo el default festejado en el Congreso en 2001 lo que pesa como un pésimo antecedente. También lo es que los Kirchner dicen haberse percatado de ello sólo cuando ya no hubo más ahorros y aportes jubilatorios por confiscar, ni recursos en los bancos públicos por capturar, ni recaudación para las provincias por interceptar ni fondos de organismos públicos por tomar.
Todo ello ha ocurrido mientras el mismo gobierno que ahora dice que quiere ser amistoso con los prestamistas, estuvo engañando a los tenedores de bonos que aceptaron el primer canje con un índice de inflación que actualiza los títulos que ellos compraron totalmente tergiversado.
En 2009, derrotados en las elecciones y con las arcas exhaustas después de dilapidar los fondos jubilatorios que confiscaron, los Kirchner estaban desesperados al comprobar que el instrumento de sometimiento que mejor manejan, la caja, estaba agotado.
La economía vudú
Fue Amado Boudou quien les dijo que tenía el truco exacto para que pudieran seguir gastando. Que no importaba el déficit porque se conseguiría financiamiento para cubrirlo. De ese convencimiento surgió el “fútbol para todos”, la renovada embestida por la ley de medios y todas las maniobras que tienen como objetivo el retorno de Néstor Kirchner a la presidencia en 2011.
En la actual situación de liquidez internacional, países apenas un poco mejores o un poco menos mal administrados que la Argentina consiguen financiamiento voluntario.
El Gobierno, en cambio, aparece perdido en una estrategia ruinosa que le resta crédito interno y externo, y está empecinado en llevarla adelante.
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