Por Edgar Mainhard
Patética imagen de impotencia ofrecen los Kirchner por estas horas: no pueden despedir al presidente del Banco Central, no consiguen instrumentar el Fondo del Bicentenario, y terminan difundiendo una inocua denuncia contra el vicepresidente por supuesto desestabilizador.
Hubo un tiempo cuando la sociedad argentina creía que los Kirchner tenían poder. Probablemente el rey siempre estuvo desnudo pero en aquellos días la mayoría se negaba a admitirlo. Ahora, en cambio, resulta evidente para todos, propios y extraños, que ambos monarcas y su gabinete completo se encuentran en cueros, y ese es el elemento desestabilizador por excelencia.
Además, son necios. ¿Acaso no hubo suficiente evidencia que Thomas Griesa iba a terminar admitiendo un embargo preventivo? ¿Para qué pagarle honorarios de casi US$ 1.000 por hora a un estudio jurídico neoyorkino si se desestimará su consejo/advertencia?
También son injustos. Si hubo un magistrado que fue acusado de favorecer a la Argentina, ese fue Griesa, a quien ahora Amado Boudou llama "un embargador serial", y todo porque necesitaba vengarse en alguien: los Kirchner acaban de cuestionar al ministro, de denigrarlo, acusándolo de varios de los males presentes.
Los Kirchner podrían resolver el entuerto iniciando una inmediata negociación con la oposición. De hecho, un toma y daca le ha sido ofertado desde la semana pasada. Pero su ego marcha por delante de ellos, y les reclama que mantengan su rechazo al entendimiento. Ya les ocurrió con la resolución administrativa 125, infortunio que ellos mismos reconocen hoy día como uno de sus peores errores, pero reiteran la soberbia y repiten el rechazo a la negociación en el caso Redrado/Fondo del Bicentenario.
La conspiración es tierra fértil para los Kirchner. Les fascina autocomplacerse pensando en ella. Victimizarse es preferible a aceptar que se equivocan. La culpa siempre es de otros, nunca es propia. Ellos nunca maduran.
En septiembre fue la conspiración de Grupo Clarín.
En octubre fue la conspiración de la Mesa de Enlace.
En noviembre fue la conspiración de Eduardo Duhalde.
En diciembre fue la conspiración de Arturo Valenzuela.
En enero han ganado sofisticación: es una conspiración múltiple. Han logrado alinear a Julio Cobos, Martín Redrado, algunos magistrados y los denominados fondos-buitres.
De todas las conspiraciones urdidas en los 150 días más recientes, la de enero es la más impactante porque es acompañada por el doble fiasco de querer echar a Redrado y no poder (políticamente un personaje hasta intrascendente hasta la fecha), y de no conseguir instrumentar el prometido Fondo del Bicentenario mientras arriesgan no concretar la oferta de reapertura del canje de deuda pública.
Son demasiadas impotencias juntas, que básicamente demuestran que el poder se escurre entre las manos de los Kirchner, que no saben hacer política sino que durante 6 años solamente consiguieron malgastar mucho dinero, y que son peligrosamente voluntaristas: toman decisiones sobre supuestos y no sobre hechos, para luego quejarse por el mal resultado.
Pero la verdad es que nadie quiere que se vayan, comenzando por Julio Cobos. Porque todos quieren que permanezcan hasta el último día porque irse por anticipado tiene 2 problemas fundamentales:
>Quien les suceda tendrá que reordenar los precios relativos, y eso supone un descalabro que es mejor que lo ejecuten quienes provocaron el problema; y
>No hay que permitirles desplegar el slogan "Me echaron pero volveré". Ni aviones negros ni amnistía judicial. Pero que permanezcan hasta el último día.
Algo más: los Kirchner son hipócritas. Ejecutaron la trampa de los Decretos de Necesidad y Urgencia, bloquearon la integración de la comisión legislativa correspondiente y festejaron por anticipado. Ahora, cuando resulta que todo salió mal, pretenden que sus adversarios no tomen revancha y le resuelvan los problemas. ¿Son o se hacen?
Por último: no son inteligentes. Advirtiendo el limitado margen de acción, ellos tendrían que minimizar la derrota, apareciendo al frente de una negociación y no exponer sus miserias e impotencias. Vilipendiar públicamente a Cobos hoy día ayuda a Cobos, no a los Kirchner.
Realmente es un derroche de generosidad que hayan gobernado la Argentina desde 2003. También expone las enormes limitaciones de la sociedad argentina. Qué mal viene el Bicentenario.
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