Por Christian Sanz
La polémica desatada en torno a la compra de dos millones de dólares por parte de Néstor Kirchner parece ser solo el comienzo de un interminable debate en torno a la falta de ética en el marco de la función pública. Lo primero que debe decirse es que ha sido un golpe durísimo para el oficialismo: jamás se pensó que algo que parecía tan trivial llegaría tan lejos.
Luego, debe discutirse otra cuestión fundamental: más allá de que algunos insistan en asegurar que la operación fue lícita, ¿está bien moralmente que un funcionario de la relevancia de Néstor Kirchner, con acceso a información privilegiada, compre divisas extranjeras?
Peor aún, ¿es coherente que lo haga mientras su esposa, la presidenta Cristina ídem, convocaba a los argentinos a “trabajar y producir”? La respuesta es No: hay una evidente contradicción entre los hechos y las palabras por parte del matrimonio gobernante.
Lo peor es que esta no es la primera vez ni será la última, basta recordar el insistente discurso oficial que ambos suelen vociferar contra el “capitalismo salvaje”, al tiempo que incrementan su propio patrimonio personal basados en la más pura especulación financiera.
En tal sentido, el único viso de “coherencia” por parte de los Kirchner es su propio costado financiero, algo que puede percibirse a simple vista con sólo indagar en las últimas tres décadas de su carrera patrimonial.
Por empezar, Néstor y Cristina, lejos de lo que suelen asegurar públicamente, en los años de la sangrienta dictadura militar se encontraban en Santa Cruz haciendo pingües negocios a través de la usura, usufructuando la tristemente célebre Circular 1.050 a través de una conocida financiera denominada Finansur.
De hecho, es a principio de los años 80 cuando ambos empiezan a adquirir las onerosas propiedades en el sur del país que hoy ostentan en sus declaraciones juradas. Siempre aprovechándose de aquellos que no podían afrontar las deudas hipotecarias que pesaban sobre sus cabezas.
Esta manera de generar dinero se convertirá en un clásico del matrimonio gobernante, especialmente luego de llegar a la gobernación de Santa Cruz por parte de Néstor, en el año 1991. A partir de entonces, el patrimonio kirchnerista crecerá sin cesar hasta llegar a niveles escandalosos.
Baste recordar que, apenas dos años después de asumir, el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, le dio un gran regalo a Kirchner: 535 millones de dólares por regalías hidrocarburíferas mal liquidadas por la Nación. Ese dinero sufrirá un derrotero a lo largo de los años que aún hoy es incierto y que provocó una oportuna presentación penal.
Pronto, en el entorno del matrimonio aparecerán en escena sospechas varias de negociados con la obra pública y testaferros oficiales, lo cual provocará la oportuna denuncia por “enriquecimiento ilícito” contra Néstor y su esposa. A lo largo de los años, esta trastocará en otras dos presentaciones, pero todas serán sospechosamente archivadas por jueces alineados al oficialismo.
Ahora, en las últimas horas, se ha abierto la posibilidad de una cuarta denuncia contra los Kirchner, a pedido del diputado Juan Carlos Morán. “Con la aparición de este nuevo hecho (la compra de los dos millones de dólares) creemos que amerita abrir un nuevo expediente judicial por enriquecimiento ilícito, después del sobreseimiento dictado por el juez Oyarbide”, admitió el legislador.
Como sea, no debe perderse de vista que esta discusión por la compra de dos millones de dólares ha surgido como coletazo del Redrado-gate y la discusión por el Fondo del Bicentenario. Ergo, si el oficialismo hubiera actuado como corresponde a la hora de avanzar en sus planes de usar las reservas del Banco Central, todo esto nunca hubiera ocurrido.
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