miércoles, 17 de febrero de 2010

Los Secretarios Presidenciales renuncian, ¿devolverán lo que se llevaron?


Por Carlos Forte

Se ve que las causas por enriquecimiento ilícito en el círculo de la Casa Rosada poseen componentes altamente contagiosos. Ya son varios los secretarios presidenciales imputados judicialmente por presuntos delitos de enriquecimiento ilícito: Fabián Gutiérrez, Isidro Bounine, Daniel Muñoz y Daniel Álvarez parecen ser la nueva “bandita delictiva” de Presidencia que declaran ser “servidores del matrimonio Kirchner”.

Empezaron siendo un grupo de jóvenes desconocidos, pero su patrimonio y gustos excéntricos en “terrenos” los han dejado social y judicialmente al descubierto. Es notable cómo las ubres presidenciales saben alimentar a sus terneros, ya que los bienes de estos jóvenes asesores se han vistos multiplicados considerablemente en los últimos años. Pero, ¿quiénes son los chicos malos de la Rosada?


Jorge Isidro Baltazar Bounine: Tiene 29 años, con un sueño futbolístico frustrado llegó a la cobija K por medio de influencias familiares, especialmente de su madre. Comenzó trabajando como secretario del jefe de la SIDE, Héctor Icazuriaga, pero no tardó mucho en graduarse con honores y ascender hacia la sombra presidencial. Hoy por hoy, se encuentra investigado por la Oficina Anticorrupción, puesto que luego de haber analizado sus declaraciones juradas, estas dejan ver como sus bienes crecieron 50 veces en tres años.

Fabián Gutiérrez: Tiene 31 años. También “acercado” por su madre, comenzó trabajando con Néstor Kirchner a partir del segundo mandato de su provincia. Emprendió una empresa de limpieza de alfombras, pero no tardó en descubrir la alta rentabilidad de verse imbuido en la burbuja K a partir de su fiel compañía a la, en aquel entonces, Primera Dama.

Su Porche descapotable lo ha hecho olvidar fácilmente el sacrificio de sus comienzos comerciales en El Calafate. En el 2007 fue designado Secretario Adjunto de la Presidente de la Nación con rango y jerarquía de Secretario. Desde octubre de 2009 es investigado por la Justicia en una causa por enriquecimiento ilícito, ya que su patrimonio creció 756% desde que escolta a los Kirchner.

Presentó su renuncia a principio de mes “por motivos personales”. Lo remplaza Pablo Erasmo Barreiro de 26 años, hijo de Ricardo Barreiro, ex secretario de Néstor Kirchner y empresario que actualmente le administra los hoteles que posee en El Calafate.

Héctor Daniel Muñoz: Llegó del sur para empezar a oficiar de “atiende celulares” de los K. Es uno de los secretarios más antiguos y de los más ricos también ya que desde el inicio de sus funciones, experimentó un aumento de su patrimonio, de nada más y nada menos, que del 11.000% (si, leyó bien, once mil por ciento) además de terrenos excepcionales en Mar de las Pampas, también tiene elevadas deudas; datos que llamaron poderosamente la atención de la Oficina Anticorrupción que desde el año 2006 vienen pidiéndole explicaciones al bienaventurado funcionario. ¿Su sueldo de Secretario podrá justificarlo?

Julio Daniel Álvarez: más conocido como “Danielito” por papá pingüino, comenzó a desempeñarse cerca del matrimonio a principios de los 90. Cuando asumió como secretario en 2003, Álvarez tenía un patrimonio de $5.860. Según su última declaración jurada, sus bienes ascienden a $298.406. Su renuncia no tardó en acompañar a la de Gutiérrez mientras la justicia lo investigaba. El ahora ex asesor tiene dos terrenos en El Calafate, uno de ellos valuado en un millón de dólares. Acaba de sumarse a la lista de renunciantes por ser parte de otra: la de enriquecimiento ilícito.

En octubre de 2009, el Dr. Enrique A. Piragini impulsó una denuncia que cayó en el juzgado federal de Claudio Bonadío, por enriquecimiento ilícito y otros delitos contra Héctor Daniel Muñoz, Isidro Bounine y Julio Álvarez, a fin de que se investigue el sideral aumento de sus ganancias.

No es claro si tal denuncia podría dejar entrever otros delitos tales como lavado de dinero, tráfico de influencias, asociación ilícita y violación de los deberes de funcionario público, además de encubrimiento por quienes hicieron la vista gorda mientras que los bolsillos de los secretarios aumentaban considerablemente su tamaño.

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