Por Ernesto Tenembaum
Imagino yo –es un imaginar, nomás– que el lector medio de esta revista (Veintitrés) es, o se considera, progre. Tiene una buena imagen de sí mismo. Se cree coherente. Seguramente no milita en nada, pero alguna vez lo habrá hecho y quizá sienta estos tiempos tan complejos como una especie de volver a vivir, una reivindicación módica de aquello que no fue.
Imagino –es un imaginar nomás– que se siente un poco kirchnerista pero que jamás lo reconocería en una discusión.
Mirá que yo no soy K, eh..., pero sus enemigos me acercan, y la campaña que le están haciendo en contra, y
el agropower, y
los gorilas, y
los periodistas seudoprogres que se vendieron, blablabla: total que –por contraste– termina cerca del Gobierno, pero
le sirve decir no soy K para no explicar tantas cosas,
tantísimas compañías, tanto dinero mal habido, tanto doble discurso.
Pues bien, si usted no es de esos, esta nota no le dará nada. Pero si lo es –e imagino, es un imaginar nomás, que sí lo es– le pido que haga un simple y didáctico ejercicio.
Imagínese que quien nos gobierna es
Carlos Menem y estamos en la década del noventa. Que
Menem odia a los periodistas, y a las empresas periodísticas, y que a veces emprende con
discursos agresivos contra éstas, otras contra aquellos y otras confunde a los unos con las otras.
Imagine que además,
Menem financia
programas cloaca en la televisión oficial para escrachar una y otra vez, insistentemente, a periodistas no alineados, con la intención poco disimulada de generar una pequeña legión de fanáticos que los hostiguen.
Imagínese que cuenta con un grupo de periodistas de segunda línea, de esos miserables que siempre están dispuestos para hacer el trabajo sucio, de esos que ponen cara de malos, levantan el dedito y dicen siempre, pero siempre siempre siempre, lo que les mandan.
Frene aquí un momento.
No se ofenda tan rápido.
Le juro que no es para tanto.
No se olvide que estamos hablando de
Menem.
Y trate de ser sincero con usted mismo. ¿Qué hubiera dicho? No sé usted, pero yo me acuerdo de esos tiempos.
Como entonces, yo trabajaba de periodista y creía lo mismo que ahora: que los gobiernos tienen tantos, pero tantos recursos para hacer propaganda que el periodismo debe ejercer una función crítica, aun cuando sea injusta, aun cuando sea exagerada.
Periodismo a favor es igual a propaganda. Entonces, y ahora. Con aquel gobierno, con este, con el próximo. Y, entonces, como ahora, pienso que cuando ocurre todo eso junto –
las agresiones discursivas, los escraches televisivos a disidentes en programas cloaca, los alcahuetes de segunda línea organizando campañas, algo tan típico del poder de todos los tiempos–
se está generando un clima peligroso, pesadito, que transmite mensajes ambiguos para que sean interpretados libremente por tanta mano de obra que siempre hubo en este país. Eso hubiera pensado entonces. Y ahora.
Ahora demos una vuelta más, si no es pedirle demasiado. Imagínese –por favor, haga el esfuerzo, le juro que es importante– que en medio de todo esto, en una madrugada, alguien, algunos,
queman en La Rioja, en una ciudad importante de esa provincia hipermenemista,
el auto de una periodista que trabaja para uno de los pocos medios del lugar que no están alineados.
Naturalmente, sería injusto echarle la culpa de eso a
Carlos Menem.
Él no podía manejar todo. Pero sí repudiar inmediatamente lo ocurrido. Sí podría ejercer una presión pública insoportable para que las autoridades locales esclarezcan el hecho bien rapidito. Sí podría viajar y visitar a la víctima –tantas veces iba a La Rioja, tanto andaba por el mundo– para que quede claro, de una vez y para siempre, ante cualquiera que estuviera apenas expuesto a la duda, de que
esos no son los métodos.
Ahora, imagine que pasan los minutos, las horas, los días, y
Menem se hace el gil, mira para otro lado, habla del impuesto al cheque, del sexo de los ángeles y del bicentenario. Pero ni una palabra sobre el asunto.
Ahora volvamos a estos tiempos. Esta semana, en medio de un contexto agresivo contra el periodismo no alineado,
manos anónimas quemaron el auto de Adela Gómez, una periodista de
Caleta Olivia, que ya había recibido siete perdigonadas de goma en su cuerpo por parte de
Gendarmería Nacional, sin que hubiera nadie condenado por ese episodio.
Gómez dice que tiene miedo, que duda sobre si seguir trabajando de periodista, porque se trata de una vocación de
alto riesgo en su provincia, Santa Cruz. La situación de
Adela Gómez es muy delicada.
Sólo las personas perseguidas por el poder saben lo que se siente: rápidamente, en los demás, se pone en marcha una serie de mecanismos que van desde el remanido
“por algo será”, a la minimización de los hechos. Siempre ocurre.
Sólo las víctimas saben lo que se siente cuando se es víctima de un escrache, de una persecución, de un atentado, que es lo que ocurrió en este caso.
Por suerte, hubo una manifestación masiva de repudio en Caleta Olivia.
Gente de pueblo marchando. Así de simple.
El silencio de tantas personas que, en otros tiempos, hubieran hecho fila para indignarse, mientras tanto, es muy llamativo.
Digo yo: ¿no hay demasiados silencios del lado de los buenos? Cuando un amigo de
Néstor Kirchner pasa por encima con una cuatro por cuatro a una docente,
cuando la Federal a cara descubierta reprime a chicos rockeros y –presumiblemente–
asesina a uno de ellos, cuando se protege a un político aliado para que no pague costos por una tragedia que se llevó la vida de doscientos chicos,
cuando se fugan los asesinos a sueldo que matan a un dirigente camionero por encargo de otro,
cuando se financian barras bravas que asesinan personas, venden droga, son protegidos por la policía, digo yo: ¿no hay demasiado silencio del lado de los buenos?
Esto no tiene nada que ver con lo que cada cual puede opinar de un gobierno.
Sólo que hay ciertas cosas que no se deberían dejar pasar nunca. Sea el gobierno la última coca cola del desierto –como indiscutiblemente lo es este– o, simplemente, como la mayoría de los gobiernos, apenas un gobierno, con sus cosas buenas, sus cosas malas y un balance a discutir. Pero hay cosas que no deberían dejarse pasar. Entre otras razones,
para evitar daños mayores.
Hay momentos en que parece que algunas personas están jugando con fuego.
Y tanto lo hacen que un auto aparece quemado.
Justo el auto de una periodista disidente.
Disculpe usted que lo haya molestado. Si quiere, puede seguir sintiéndose progre, mire. Es que los enemigos son tan malos y tan poderosos, que mejor no decir nada.
El que habla, es traidor.
Para ser progre, es mejor callar. Uno se va a dormir tranquilo, con una buena imagen de sí mismo. Y después levanta el dedito contra los reaccionarios.
Qué raro que está todo, ¿no?
Me parece buenisimo el mensaje..Pero que tienen que ver los gorilas? donde estan ??son los viejos militares presos?? de mas de 80 años ?? a quien critican,si ni pueden hablar,,Y los agropower??que son ??los chacareros que salieron a las rutas?? enemigos de quienes son,? de los progres ?? si ellos ,la mayoria ,como De Amgelis votaron a Pino??? y los periodistas seudoprogres que se vendieros,quienes son??? Son personas normales, que piensan ,que este gobierno es mafioso y se dieron cuenta,aunque les llevo 6 años,,pero cada uno necesita su tiempo, pero lo importante es que se den cuenta,,tarde pero seguro...Y ponerlo a Menem,,para que ,,no saben pensar,con poner el nombre Kirchner,,No entiendo para que dar tantas vueltas para decir que este gobierno es una banda de ladrones ,corruptos, que como se robaron TODO Santa Cruz, vinieron al gobierno Nacional a hacer lo mismo,,,Lastima ,que los periodistas como vos, no investigaron antes de que asumiera K, como goberno su provincia....Caiste ahora Ernesto, despues de escribir tu libro,,,Pero los KK, no cambiaron siempre fueron iguales,AVAROS,UsUREROS,CORRUPTOS Y LADONES,no les importa el pobre, el niño(en mi provinciaBS:AS:sacaron la copa de leche de los comedores,,ni los jubilados, ni los derechos Humanos,,Porque no son derechos , ni humanos...
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