Adriana R. Bortolozzi, La Viuda Negra de los Miércoles

Por Mónica Gutierrez

Este sería para ella un miércoles diferente. La decisión estaba tomada. No fue producto de un arrebato. Fue un gesto cocinado a fuego lento, largamente mascullado, parido en quién sabe que rejunte de rencores, de sordos ninguneos, de maltratos sutiles o manifiestos sostenidos en el tiempo.

Se levantó dispuesta a cambiar de hábitos, a pegar el volantazo, a revolearla. La vida es breve, sobre todo, pasados los sesenta.

Puede que se haya dejado animar por susurros de extramuros, por fantasías de venganza, por el apremio de cuentas que no cierran en el infierno del pago chico. Lo cierto es que "harta ya de estar harta, ya me cansé", procedió.

"Lookeada" como las terroristas chechenas del subte de Moscú, tan audaces como adolescentes, se enfundó en un abrigo negro, no sin antes ajustar a su contorno una carga letal. Y partió, cual “esclava de Alá”, tan dispuesta a matar como a morir.

Ingresó al Recinto como quién va a inmolarse. Una vez en su banca, nadie pudo moverla de allí. Los intentos, a todas luces desesperados, de sacarla del sitio se estrellaron contra su infranqueable tozudez. De nada valieron imprecaciones ni jaculatorias. Un Pichetto va, una Riofrío viene y nada.

Estaba sola y tenía miedo. Eso dijo. Fue la novela de la tarde, pero permitió sesionar.

Con el inestimable aporte de “prudencia” del siempre inefable Carlos Saúl quedó aprobado el pliego de Marcó del Pont.

Al oficialismo no le fue nada mal, tiene presidenta del Central para rato y una controvertida media sanción que no tardó en cuestionar.

La senadora que “está sola y tiene miedo” partió con custodia a casa prometiendo regresar todos los miércoles.

Mucho más heterodoxa que Roxana Latorre, la nueva “muñeca brava” de la Cámara Alta tuvo su "supermiércoles" y no se privó de nada. La aplaudieron los no-oficialistas y ahora, por si acaso, la “miman” los K.

De aquí en más, a ella le cabe todo menos la indiferencia.