viernes, 9 de abril de 2010

Ser electo Presidente legitima al elegido para desconocer y violentar otros pilares esenciales de la democracia

 
 
No les va a ser fácil a los historiadores del futuro explicar y definir estos tiempos. ¿Hablarán del fin de la historia, de las ideologías, del socialismo o del fin de la democracia?

¿Concluirán en que fue una época en que la democracia fue desvirtuada a través de sus propios instrumentos y en particular de uno básico e ineludible: las elecciones?

Es que hoy el ser electo, no importa cómo ni los medios utilizados para llegar a ello, legitima al elegido --como Presidente exclusivamente-- para desconocer y violentar otros pilares esenciales de la democracia, como las libertades y derechos civiles. Los otros poderes --Legislativo y Judicial--, en los casos en que estos no atiendan las ``sugerencias`` y ``pautas`` del poder central, y además, siempre que sea preciso, a las propias normas constitucionales.

Hugo Chávez figura como el presidente más democrático por ser el más veces electo y refrendado según el canciller de España, Miguel Angel Moratinos.

No se tomaron en cuenta, sin embargo, las amenazas de Chávez de despedir a los funcionarios de PEDEVESA que no lo votaran, los anuncios de ocupar militarmente aquellos estados donde ganara la oposición, la proscripción de candidatos opositores, la total falta de garantías jurídicas y electorales, la utilización de un Poder Judicial y un Congreso sometidos para denunciar, acusar y procesar a los disidentes, el uso exclusivo de los medios de comunicación del Estado, la censura y persecución a los medios y periodistas independientes y la utilización sin límites y sin control de los dineros públicos.

Nada de esto, ninguna de estas violaciones a los derechos humanos y a las instituciones democráticas y republicanas, parece que lo deslegitima. Es el presidente electo y en Venezuela, por tanto, hay democracia y rige el Estado de Derecho. En todo caso que le pregunte a Rodríguez Zapatero, a Lula o a Putin.

Los Kirchner y algunos de sus colaboradores en los últimos tiempos han desconocido, en claro desacato, decisiones judiciales y han ignorado al Poder Legislativo, violentando barreras y límites constitucionales. Eso aparentemente para nada afectó el Estado de Derecho ni se consideró, por lo menos, una especie de golpe de Estado. Sólo se hizo referencia a ese tema cuando la presidenta Cristina Kirchner clamó que la Justicia y la oposición --que pretendían hacer cumplir las normas-- la querían destituir.

¿Y cuando es golpe de Estado?

A mí me lo explicó uno de los tantos expertos de la OEA y del reelecto Insulza enviados a Honduras en busca de un golpe de Estado. Me lo dijo en confianza y me pidió reserva para su identidad.

El asunto fue así: Zelaya pretendió, como Chávez, Evo, Correa, Ortega, buscar un mecanismo electoral --elemento clave-- que le abriera las puertas para ``legitimar`` a partir de ahí alguna otra vuelta de tuerca para seguir en el poder.

Llamó a un plebiscito, que no estaba previsto en la Constitución ni en ninguna norma, y fue rechazado por las autoridades electorales, la Justicia y el Poder Legislativos, todos tan legítimos como Zelaya.

Eso, a éste, no le importó y continuó en lo suyo e hizo imprimir las listas en El Salvador y trajo urnas de Venezuela y le encomendó al Ejército encargarse de la distribución de todo ese material para proceder al acto. Fue ahí que el comandante de las FFAA se olvidó de ``la obediencia debida`` y se negó a violar la Constitución y entonces Zelaya le dio de baja. Acto seguido la Justicia ratificó en su cargo al alto oficial.

``Y ahí está el golpe de Estado``, me dijo el enviado de la OEA. Zelaya como presidente era el jefe de las FFAA y el único que podía destituir o designar al jefe de las FFAA. La Justicia se salió de la Constitución.

Todo lo anterior, no significaba nada. Qué interesante, ¿no?

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