martes, 20 de octubre de 2009

Diego y su fálica metáfora


Será imborrable para mi aquellas vivencias del estadio Centenario de Uruguay, el gesto de euforia saludable del auténtico Diego Maradona buscando el abrazo con los hinchas que deliraban en la tribuna después que la Argentina pasara a ganar un partido tenso desde lo emocional como pobre en los aspectos estéticos, asegurando su presencia en la próxima Copa del Mundo.

Esa empatía es la que prefiero subrayar que al menos por un instante, parece no haber expirado y deja abierta una ventana al futuro.Todo lo demás que se vincula a lo estrictamente deportivo dentro y fuera de un campo de juego, me ha provocado a lo largo de toda esta etapa (por no mencionar la palabra proceso con la cuál Diego arrancó esa exposición de groserías y resentimiento de la ya memorable conferencia de prensa) una sensación de desasosiego.

No ha sido fácil vivir desde Diego estos años frenéticos con una exposición mediática que se realimenta de todas partes; esa cornisa en la que definitivamente prefirió vivir lo público y lo privado, lo expone habitualmente a ese abismo al que evidentemente, no le teme.

En tiempos de sus hazañas futboleras esa enorme presión, la combatía con la pelota que en algún punto, también fue su espada en tanto provocador/provocado y aquellos resultados, se correspondieron con su talento infalible.

Hoy desde afuera y con menor influencia en el destino de cada partido pero con las mismas obligaciones frente a la opinión pública, no encuentra elementos que lo templen ni entorno que lo contenga adecuadamente.

Diego escoge vivir así o no sabe hacerlo de otra manera y al igual que sus dichos luego del encuentro ante Uruguay, “no hay vuelta atrás”.

A pesar de todos estos dislates, Argentina jugará en Sudáfrica evitando el tan temido repechaje o la oprobiosa eliminación, impresiones que no provenían de visiones apocalípticas sino de un pronóstico, que a poco del final del juego en el parque Batle, todavía se sostenía como una espada de Damocles.

Sobran interrogantes para el nuevo tiempo si obstinadamente, se insiste con éste método anacrónico del caudillismo, la carencia de una imprescindible revisión y de un estado permanente de confrontación y desborde.

Armar un plantel y potenciar a sus futbolistas será el desafío de Diego y de todo un equipo de trabajo al que también hay que reconstruir.

Por el momento un poco de moderación no vendría mal y aunque, nadie se haya ruborizado por aquella fálica metáfora y que sean otras agresiones más penosas en nuestro país las que debieran ser mucho más descalificadas, consentirlo a Diego en este incidente, es una manera de profundizar nuestra decadencia.

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